Alta tensión escolar (por Arantxa)

Por Imperfectas
Justo hoy hace dos semanas se sometía a la votación de los padres en el colegio al que van mis hijas el proyecto de jornada continua. Tenía el pálpito de que no saldría, pues es necesario que se cumplan dos condiciones: en primer lugar, que voten 2/3 del censo de padres, y como segunda condición, que de esos votos haya 2/3 favorables a la implantación de la jornada.

Últimamente sucede que acierto es mis corazonadas. Pero en este caso, aunque era el resultado que deseaba, tenía miedo a que no saliera la continua. Sentía temor a la reacción de los padres que sí querían el horario continuo, porque ya había visto en ellos muestras preocupantes de intolerancia hacia la postura de los que no la queríamos.  Los de este grupo sabíamos que nuestra arma era no hacer quórum y por eso mayoritariamente no hemos ido a votar. Y la jornada seguirá en septiembre como estaba, partida.

Y es algo que no se nos perdona. Haber hablado con otros padres que no querían la jornada, comentar entre nosotros que lo mejor era no votar. Calladitos hubiéramos caído en gracia. Resulta que en el ejercicio de la libertad de expresión los padres del sí han hablado entre ellos para que ninguno se olvidara de ejercer su voto afirmativo. Me parece tan lícito y respetable como que los del otro bando hiciéramos lo propio jugando con la baza de la abstención.La jornada continua no ha salido y he pasado días de alta tensión. Tensión que he somatizado de varias formas, por supuesto con insomnio, y hasta en la piel, en forma de dermatitis en las piernas.
Han sido días en los que ir al colegio ha supuesto hacer una incursión en la jungla, porque los del sí estaban recogiendo firmas para impugnar la votación y el mal ambiente se palpaba en la puerta. Días en los que he escuchado palabras subidas de tono dirigidas a algunos de los padres partidarios de la jornada partida. He visto escenas dantescas, personas sacadas de la España profunda –un grupo minoritario- exigiendo enardecidas “la cabeza” de las mamás que habían hecho proselitismo a favor del no (como si ellas no hubieran hecho lo propio con el sí) y de la abstención para que no se alcanzara el número necesario de votos.
En una conversación intenté razonar con algunas de estas personas, pero la furia irracional, tras conocer que en el colegio no se implantará la jornada continua el próximo curso, les cegaba.
Es realmente agotador tratar de dialogar con alguien que no razona pero se cree sobrado de razón. Es muy desagradable oir insultos y palabras malsonantes y palpar como los padres del centro estábamos divididos en dos bandos. Es inquietante saber que tus, en este caso, mis conversaciones, han sido escuchadas por otros padres, que me han puesto en una lista negra: la de los padres que no queremos la jornada continua, no al menos como estaba planteada en el proyecto.
Aunque me ha afectado mucho he estado serena, me he mostrado siempre respetuosa y he actuado con lealtad hacia las dos personas que han sido tomadas como cabeza de turco por los papás que querían la jornada continua. Porque lo fácil era dejarlas solas y culparlas a ellas dos solitas de haber promovido la abstención -¿acaso eso es delito?-, pero no lo he hecho. No las he dejado a su suerte.
Ya comenté hace meses por qué no estoy a favor de la jornada continua en un post. Lo que no sabía era que defender mi postura me causaría tantos sudores y desvelos, pero sin hacer ningún alarde de valentía, creo que lo más digno, y también lo más difícil, ha sido apoyar lo que creía justo, por mis hijas y por mi.