Si se me pidiera que resumiera en unas pocas palabras la tesis esencial que he querido defender en mis ensayos filosóficos, diría: Marx fundó una ciencia nueva, la ciencia de la Historia. Añadiría: este descubrimiento científico es un acontecimiento teórico y político sin precedentes en la historia humana. Y especificaría: este acontecimiento es irreversible.
Un acontecimiento teórico. Antes de Marx, lo que se podría llamar “Continente-Historia” era ocupado por concepciones ideológicas derivadas de la esfera religiosa, moral o jurídico-política; en definitiva, por filosofías de la historia. Éstas afirmaban ofrecer una representación de lo que ocurre en las sociedades y en la historia. De hecho, sólo acertaban a enmascarar, dentro de conceptos equívocos y tergiversados, los mecanismos que realmente gobiernan las sociedades y la historia. Esta mistificación no era un accidente: estaba vinculada a su función.
Estas concepciones eran de hecho, sólo los destacamentos teóricos de ideologías prácticas (religión, moralidad, ideología jurídica, política, etc.) cuya función esencial es reproducir las relaciones de producción (= de explotación) en las sociedades de clases. Marx “abrió” el “Continente-Historia” rompiendo con esas concepciones ideológicas. Lo abrió: mediante los principios del materialismo histórico, por “El Capital” y sus otras obras. Lo abrió: porque, como Lenin dice, Marx sólo puso las “piedras angulares” de un inmenso dominio que sus sucesores continuaron explorando, y la vasta extensión del campo y de los nuevos problemas planteados exigen un incesante esfuerzo.
Este reconocimiento lleva un nombre en la historia: es la Unión (ó como Lenin dijo, la Fusión) del movimiento obrero y la teoría marxista. Este Encuentro, esta Unión, esta Fusión, no ha tenido nunca lugar espontáneamente o fácilmente. Porque el movimiento obrero, que existía mucho antes de la aparición y la difusión de la teoría marxista, estaba bajo la influencia de concepciones ideológicas pequeño-burguesas, como el socialismo utópico, el anarquismo, etc. Un enorme trabajo, y una muy larga lucha ideológica y política fue necesaria antes de que la Unión pudiera tener lugar y adquiriese una existencia histórica. Las mismas condiciones de su realización y existencia implican que esta Unión no puede ser una victoria de una vez para siempre. No existe aislada de la lucha de clases, y debe ser incesantemente defendida en el curso de una amarga lucha de clases contra las desviaciones y crisis que la amenazan: la evidencia es, ayer, la traición de la Segunda Internacional, y hoy la escisión del movimiento comunista internacional.
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