7/05/2012
El suicidio del ex jugador de los Chargers de San Diego, Junior Seau, ha hecho saltar de nuevo las alarmas por el problema de las contusiones. Seau se ha quitado la vida de un disparo en el pecho, evitando dañarse la cabeza, un caso que recuerda el del ex jugador de los Chicago Bears, Dave Duerson, que hace un año se quitó la vida de la misma manera y dejó una nota de suicidio en la que pedía que su cerebro fuera donado a la Universidad de Boston para investigar si los síntomas que sufría en los últimos años (visión borrosa, confusión y dolores de cabeza) se debía a la encefalía traumática crónica. La autopsia de la doctora McKee confirmó sus sospechas. En el caso de Junior Seau no ha dejado ninguna nota, y la familia está estudiando si donará el cerebro para la investigación, pero en su entorno están convencidos de que le movieron los mismos motivos. Kyle Turley, otro jugador retirado que también está teniendo problemas mentales, está seguro de que su amigo Seau evitó dispararse en la cabeza para facilitar la investigación, y él mismo está apuntado en el programa de donación de tejidos a la universidad de Boston. Muertes violentas De los 50 casos de deportistas diagnosticados post-mortem por la doctora McKee, al menos una decena se debió a suicidios, mientras que otros murieron en condiciones violentas como accidentes con armas, persecuciones en coche y sobredosis de droga. Los casos de jugadores de fútbol americano retirados que empiezan a tener problemas mentales y cambios bruscos de personalidad cuando se retiran son más que frecuentes. El jugador de los Pittsburgh Steelers Mike Webster, por ejemplo, se aisló del mundo y terminó durmiendo en una estación de autobuses. Otro miembro de su equipo, Terry Long, se suicidó hace cuatro años bebiendo anticongelante. Según un estudio de Virginia Tech, un jugador de fútbol americano recibe al menos cuatro impactos de más de 100g en cada temporada y centenares de pequeñas colisiones que hacen chocar el cerebro con las paredes del cráneo en cada partido. Después de uno de estos impactos, explicaba el escritor Malcom Gladwell en un artículo en The New Yorker, los jugadores siguen corriendo por el terreno de juego viendo fogonazos de luz, pequeñas explosiones que se encienden y se apagan. Las conmociones ocurren cuando las cabezas de ambos contrincantes se encuentran a gran velocidad. A pesar de la protección del casco, las células neuronales se ven alteradas por la absorción del impacto y se pierden numerosas conexiones. Aunque se desconoce cuál es el mecanismo exacto, esta situación provoca la acumulación de la proteína Tau, que es la misma que aparece en la enfermedad de Alzheimer. En algunos casos, el tejido neuronal aparece incluso más oscurecido por el Tau que en los casos de demencia, y no es un problema desarrollado por la edad. En el año 2010, la autopsia de un joven de 21 años, que jugaba como defensa en la Universidad de Pensilvania, mostró que también tenía acumulaciones de la proteína como consecuencia de los impactos. Ningún cerebro de esa edad, en condiciones normales, presenta los síntomas que solo se ven en el Alzheimer. La decisión de analizar el cerebro de Junior Seau, el último jugador en la larga lista de profesionales fallecidos tras terminar su carrera, está en manos de su familia. Durante sus 20 años de carrera sufrió decenas de golpes en la cabeza y varias conmociones cerebrales. La cuestión es conocer si influyeron en su muerte. Y la respuesta está en su cerebro. Fuente | lainformacion.com