Amadas Hijas,
Tengo una confesión que hacerles. Yo también quiero ser princesa.
Cuando supe que eran niñas tuve claro que quería que crecieran sin estereotipos de género. Quería que tuvieran una imagen de mujer fuerte, inteligente, capaz, autónoma. Que ser mujeres no fuera una carga como tantas veces lo ha sido para mi.
Entonces, amadas hijas, evité el rosado, las princesas, las barbies, los programas machistas y cualquier juguete o actividad estereotipada que pudiera darles a ustedes una imagen de mujer equivocada. Me esforcé por la neutralidad. Invité a beige y el amarillo y al azul pastel; a los animales en sus fiestas, y a los vaqueros y piratas en Halloween; llené la biblioteca de profunda literatura infantil, y les puse películas cuidadosamente escogidas.
Por supuesto, ya saben que lo que pasó.
La casa se pintó de todos los tonos de rosa y fucsia, y nos invadieron las barbies y princesas por más que intenté deshacerme de ellas. Tutus, maquillaje y spa. Libros de diseño. Soy Luna. Shoppies, Pollypockets. Todas las marcas comerciales. Todas las imágenes femeninas evitadas. Los cuentos y películas que me dan ganas de vomitar. Una fiel copia del inventario de lo no deseado se materializó poco a poco en sus cuartos, en la sala y comedor.
La rendición ha sido mi maestra, así que he dejado de luchar. Al principio pensando que es mejor que quemen la etapa, y que es imposible luchar contra el enemigo.
Pero amadas hijas,
Esa no es una etapa para quemar. Son personajes para integrar.
En mi lucha dejé de ser princesa, y barbie, bailarina de tutú rosado, modelo, adolescente caprichosa, damisela en apuros. Las rechacé y las juzgué porque no quería su dependencia, su debilidad, superficialidad, su esclavitud con el cuerpo, su victimismo, su poca inteligencia y sus pocas posibilidades.
Ellas me encontraron. Ustedes me las trajeron de vuelta.
Amadas Hijas,
También quiero ser princesa. Quiero que un caballero comprenda que solo si se enfrenta a sus demonios puede acceder al amor verdadero. Quiero ser barbie, disfrutar de mi belleza y seducir el alma de tantos con el poder de mis ojos. Quiero bailar apasionada y delicadamente y ser caprichosa para lograr lo que quiero. Jugar y divertirme en la ligereza, relajarme en spas, ir de compras con mis amigas y mostrar mi cuerpo que también hace parte de mi. Quiero romance, flores y música, y el orgullo de aquellas adolescentes de serie para contrarrestar mi exceso de empatía y que los demás comprendan que me hacen daño. Quiero que me cuiden cuando me siento débil y vulnerable y que un príncipe luche contra los dragones que a veces me asustan.
Gracias, amadas hijas.
No tenemos que escoger. Tenemos todos los personajes a nuestro alcance con sus infinitos regalos,
A veces podemos ser brujas para trasmutar con nuestra alquimia, científicas para crear grandes inventos, podemos ser guerreras, amazonas, madres, maestras, hadas, gnomos, ángeles y diablas.
Así que amadas hijas,
Juguemos. Exploremos. Aprendamos a usar todas las posibilidades comprendiendo que al final no somos ninguno de estos personajes. Somos esa lucesita que puede elegirlos y que sabe cómo usarlos según la aventura en turno.
Si. Es posible que el personaje tome tanta fuerza que nos confundamos. Eso suele pasar. Nos creemos el cuento de que somos eso. Se nos queda pegado el disfraz.
No se preocupen amadas hijas,
La vida misma se encargará de recordárselos. Así como ustedes me lo recordaron a mi.
Lo que si puedo es darles un truco infalible. Usen su corazón.
Porque ningún personaje con corazón puede perderse del todo,