Fernando León de Aranoa es uno de los pocos directores que cuidan el guión (no en vano, trabajó de guionista antes de dirigir). Te pueden gustar más o menos los temas que trata y te pueden gustar más o menos sus películas, pero no hay duda de que se ha currado el guión, de que le ha dado vueltas una y otra vez hasta que ha conseguido que todo encaje como un puzzle. Sin trampas, honestamente. En Amador, además, recupera, dicho sea de paso, alguno de los motivos narrativos de su cortometraje Sirenas.
Como es habitual, León de Aranoa se acerca a la realidad social. Esta vez mezcla la inmigración y la tercera edad en una historia a la que le falta algo de crudeza y algo de ritmo. En particular, la protagonista, Magaly Solier, llega a exasperar con esa actuación taaaan lenta, tan monótona, que, por momentos, parece que va a ser capaz de detener el tiempo. Pero, en fin, el tiempo pasa y la película avanza (pese a la buena de Magaly) y llega el final, que no decepciona, como, en términos generales, la película.
FRANK