La premisa parece una tontería, pero Loreak conseguía que te dieras cuenta de cómo un detalle puede poner tu vida patas arriba, además de tener una fotografía preciosa y una protagonista encantadora.
Tampoco era ideal; se hacía un poco pesada y lo mejor era con diferencia la primera parte de la cinta, con lo que era fácil perder el interés según avanzaba la historia. Pero así, en general, es una película bastante recomendable.
Pues bien, este año han presentado en el 63SSIFF Amama (ID, Asier Altuna, 2015), que cuenta la historia de una familia vasca que vive en un caserío, cuyas relaciones empiezan a deteriorarse cuando la hija, Amaia (Iraia Elias) se rebela ante la idea de pasarse la vida recogiendo manzanas y ordeñando cabras en vez de evolucionar y formar parte del mundo moderno.
La peli empieza con un hombre corriendo por un bosque mientras carga con una anciana a la espalda, que parece inconsciente. Buena pinta a tope. Va a haber emoción a raudales, ¿no?
No.
La cinta es, a grandes rasgos, irrelevante y bastante pretenciosa. Ni veo el simbolismo en la abuela muda (adorabilísima Amparo Badiola; en la rueda de prensa sólo habló al final un rato, y queríamos ir todos a darle un abrazo), ni a la vena artística de Amaia, ni a nada de nada. Tampoco es que sea terrible, pero según avanza la peli se va haciendo cada vez más difícil de ver, y las últimas escenas se cargan el total por completo. De hecho, si se hubieran ahorrado la parte final, a lo mejor habría quedado una historia relativamente recomendable. Pero no.
Es verdad que tiene sus puntos positivos: la evolución del padre de Amaia (Kandido Uranga) es coherente y le da consistencia y cierta belleza a la historia; algunos aspectos de la fotografía están muy cuidados y hay ratos bastante entretenidos. Pero no me parece suficientemente buena como para recomendarla, ni de lejos.
Lo de que es sucesora de Loreak supongo que lo habrán dicho porque las dos están rodadas en euskera y porque la atmósfera es así tranquila y un poco inquietante, pero en Loreak ese estilo es genuino, mientras que en Amama es todo bastante forzado. Desde luego, no ha sido lo mío.