Amamantar es y ha sido parte importante de mi vida desde el día que nació Andres Ignacio. Es de las cosas más lindas que me trajo la maternidad.
Desde muy pequeña la lactancia materna estuvo ahí, en mi mente, en mi vida, en mi conciencia. Muchos saben que mi mamá se dedica, y lo ha hecho desde hace muchos años, a promover y apoyar la lactancia materna. Y comenzó en mi casa, por lo que escuchar de la lactancia materna, de sus beneficios, sus bondades, las maravillas de practicarla, era para mi, el pan de cada día.
Siempre me interesó, siempre me identifiqué, siempre me causó ilusión y me generó ternura el acto de amamantar, de alimentar a tu hijo con algo perfectamente creado por tu cuerpo para hacerlo así. Me parecía maravilloso!
La teoría estaba allí, bastante asimilada: los avances científicos, los estudios detrás de la composición de la leche humana, los testimonios de madres que amamantan, las dificultades para hacerlo, las verdades y los mitos… lo veía en la práctica, sabía cómo se debe pegar un bebé al pecho para no romper los pezones, las diferentes posiciones para amamantar, cuáles son los síntomas de una mastitis, cómo funciona la glándula mamaria, cómo se compone la leche, su variabilidad biológica… Hablar de Lactancia Materna me era fácil, me era común, me era conocido…
Y entonces a principios de 2009 quedé embarazada.
Y con el embarazo la lactancia se volvió más cercana y más real… mi cuerpo se comenzaba a preparar para amamantar y mi alma se ilusionaba con la idea de hacerlo.
Leí más de lactancia, repasé lo que sabía, ahora todo tenía el matiz de la espera y de la anticipación.
Amamantar era mi opción de alimentación para ese bebé que esperaba con tanta ilusión… quería hacerlo, sentía que podía pero igual me asustaba que se presentara cualquier contratiempo, cualquier dificultad… Porque también sabía que -lastimosamente- amamantar en nuestro tiempo a veces no es tan natural.
Y llegó el 19 de octubre de 2009. A las 9:30pm nació Andres Ignacio, menos de una hora más tarde estaba pegado a mi pecho!
Como les digo sabía mucho, esperaba mucho…
Pero nada de lo que leí, nada de lo que soñé o le escuché a mi mamá pudo compararse con ese momento… Sabía mucho y no sabía nada porque el sentimiento me tomó por sorpresa, las sensaciones me dejaron sin más argumento que el de la vivencia, que el de experimentar por mí misma lo que era amamantar.
Tener a mi bebé al pecho, extendió el nexo del cordón umbilical…
Sentir cómo esa criatura tan chiquita succionaba tan fuerte, me llenó el corazón y me dio fuerza…
Sentir que seguía siendo yo el mayor consuelo y refugio de mi hijo, me hizo sentir superpoderosa…
Verlo buscar el pecho, aún con los ojos cerrados llegando instintivamente por el olor, me confirmó la grandeza de la naturaleza…
Sentir su mano tan pequeña, su diminuto puño cerrado tocando mi pecho, me llenó de ternura y alivió el dolor del parto…
Ver las gotas blancas que brotaban abundantes de su boca, borró cualquier miedo a no tener suficiente leche…
Tener a mi mamá conmigo y poder vivir juntas, el mismo día, todo lo que soñamos y todo lo que me enseñó, me llenó de gratitud con ella y con la vida…
Contar con el apoyo de Andres, siempre a mi lado, seguro que amamantar era lo mejor para su hijo; me hizo amarlo más y sentirme más segura…
Amamantar a Andres Ignacio, verlo crecer sano y feliz, unido a mi de esa manera tan especial cuando quería su tetica aun me llena de felicidad, de orgullo y de satisfacción por haber podido regalarle el infinito amor que siento por él través de mi pecho!
Publicado originalmente el 16 de febrero de 2012
Republicado el 1 de agosto de 2014, día Mundial de la Lactancia Materna
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