Cuando la sábana del tiempo se extiendió ante mis ojos, pude ver de las risas y las ausencias, las caricias, y de aquellos dulces enojos, los rastrojos.
anunciando que tus desastres y tus miedos, que tus amores de aire y tus fuegos son ahora presa fresca de la memoria que es frágil y fugaz deterioro.Allá perezcas, pasado que me vuelves el rostro, allá a lo lejos quede el acento oscuro de tus abalorios, y en la lontananza se pierdan los trinos de los pájaros que me enamoraron, y permanezcan por siempre sobre tu sacrílego cadáver las piedras cordobesas que doraron mis ojos.No hay barca, no hay caronte, no volverá a amanecer el día que anocheció color de oro; pues los recuerdos sólo son presa frágil de la carne y la carne, presa es de un licaón sin rostro.Mas amanezcan los nuevos horizontes, escondidos ahora bajos los hinojos, y amanezcan las nuevas albasrefulgiendo sus colores sobre las charcas diáfanas de tus ojos. Amanezcan las recién nacidas esperanzas de este alma tan usada, pues ha de quedar bien alzada la cortina de mi casa el día que anochezca este rostro.