Amar en tiempos revueltos

Por Desmadreando @desmadreando

Soy de culebrones. ¿Que mujer y madre no lo es? Ya lo dice el proverbio: La ociosidad es la madre de todos los vicios; las telenovelas, el vicio de todas las madres.

Es parte de toda idiosincrasia de un mexicano saberse una que otra de éstas historias de memoria. Diálogos inolvidables, besos memorables y la repetición incansable de la misma trama una y otra vez contada con diferentes actores: “pan con lo mismo”- solemos decir.

Tenemos por cultura cierto gusto a la dramatización. El melodrama se instala en nuestras vidas desde el momento en que el televisor llegó a ocupar el lugar central de la sala de estar. De esta manera, la novela forma parte de nuestra idiosincracia. Nos ufanamos tanto de este producto cultural que incluso llegamos a ponerle a nuestros hijos nombres compuestos y rebuscados como “José Federico Roberto”, nos sentimos “Betty la Fea” cuando logramos cambiar nuestro look de madres descuidadas por el de mujeres profesionales e incluso a llegamos a repetir- por el simple gusto de pronunciar- frases como la de: “Maldita lisiada“. El amor siempre triunfa. No importa que seas ciega, pobre, venezolana, colombiana, mexicana.

¿A qué viene a cuento todo esto?

Cuando me vine a vivir a España, mis sobrinos: los hijos de la hermana de mi marido, siempre me preguntaban por qué hablaba tan raro. Me causó gracia cuando un día les escuché preguntar a mi cuñada: “¿Mamá, la tía Desmadres se enamoró de mi tío cuando trabajaba para la Abuela?“. Mi acento significaba para ellos que yo era la empleada doméstica de la abuela y que mi famoso Semenator  era “el ricachón”. Se podrán imaginar el dolor abdominal de la hora entera que nos echamos a reír. ¡Oiga los niños siempre dicen la verdad!

Hoy la tía Desmadres fue la prota del culebrón.

Permítanme ponerlos en situación: Siendo verano llegan las típicas fiestas del pueblo. Ya saben: mercadillo, verbena, copichuelas… eso y una docena de churros con azúcar y un chocolate animan a cualquiera.

Estaba yo preparando a la niña para salir a disfrutar- ya sabe el típico ritual de: viste, desviste, cambia pañal, prepara potito, mete todo en la nevera, pliega silla, abre silla, mete niña, abrocha niña y sal cuando en eso la música empezó a sonar. No cualquier música, sino Mariachis. Al estar mi madre de visita lo primero que pensé fue un “Madre mía bájale a tu Ipod- si mi madre setentera es tecnológica- y pon algo menos autóctono”  cuando la veo salir de su cuarto con los rulos puestos gritando “Mihjita, mihjita, es tu marido, es tu marido, que te ha traído serenata”.

Para escuchar la canción de Gema de click a la imagen

Ojiplática me hallé yo. Lo primero que veo es la cara de mis suegros- ya pasando vergüenza- riéndose a todo gas de las ocurrencias de su hijo. No obstante, cual posesa, me lancé al balcón. Mi momento de estreno había llegado. Abrí los miradores y salí a recibir a mi amado. Ahí estaba con los Mariachis cantando la canción de “Gema“. Momento culebrón inolvidable.

Sin embargo, cuando volví a la realidad vi a todo el pueblo aplaudiéndonos y dándole la enhorabuena al Semenator.

¿Usted puede imaginarse el ir por la calle en el pueblo de 40 personas y que todos te digan que es lo más romántico que han visto? Vergüenza inigualable. Sin embargo, no sabe lo bien que nos vino éste momentazo.

Hay veces que hay que olvidarse de los tiempos revueltos, de la rutina, del debe y el haber. Hay veces que simplemente hay que tirarse y darlo todo. El amor es un desmadre pero yo por tenerlo “MA-TO”. Mi sobrino tenía razón. La tía Desmadres vive un culebrón.