¿No estamos ya cansados del mismo rollo? Por lo menos desde Una Verdad Incómoda (Guggenheim, 2006) y, poco antes, en La Corporación (Achbar y Abbott, 2003), el sermón ha sido el mismo: estamos acabando con el planeta por nuestros hábitos de consumo y por la avaricia de nuestras élites económicas y políticas que, a estas alturas del juego, vienen siendo más o menos lo mismo. Sí, el discurso es el mismo pero hay que repetirlo porque, al parecer, no lo hemos entendido. O, en todo caso, no lo ha entendido el número suficiente de personas.Sobreviviendo al Progreso (Surviving Progress, Canadá, 2011), tercer largometraje documental de Mathieu Roy -codirigiendo aquí con el debutante Harold Crooks- tiene en su contra su excesivo academicismo. Aunque no hay voz en off explicativa alguna, no falta el desfile de cabezas parlantes: por lo menos una veintena de ellas, entre economistas, historiadores, activistas, celebridades científicas (la especialista en primates Jane Goodall, la voz del cerebro en estado puro Stephen Hawking) y un puñado de gente común, protagonistas y/o víctimas de los problemas que enfrenta la especie humana desde hace unos dos siglos, a partir de que la palabra "progreso" -un producto cultural e ideológico de la Revolución Industrial- se fue convirtiendo en una suerte de mantra religioso dificil de combatir. Formado por doce segmentos con sus respectivos títulos -"¿Qué es progreso", "La trampa del progreso", "¿Por qué?"- y siguiendo la línea de argumentación de libro "A Short History of Progress", de Ronald Wright -quien aparece de principio a fin como una de las recurrentes cabezas parlantes-, Sobreviviendo al Progreso construye poco a poco, a través de entrevistas, testimonios y diversas imágenes tomadas alrededor del mundo, su argumento central: la civilización humana fue creada hace más o menos cinco mil años y nosotros, como especie, somos los mismos desde hace cincuenta mil años. Vivimos, pues, en el siglo XXI, con un software reciente contenido en un hardware muy antiguo. O dicho de otro modo, la civilización es un invento muy cercano que debemos manejar con cuidado: son indudables las ventajas que nos ha otorgado -a algunos más que otros, por supuesto- pero es insensato dejar de ver los problemas. Particularmente interesante resulta escuchar el vehemente monólogo de Vaclav Smil, demógrafo y autor del texto "Global Catastrophies and Trends", quien apela, cual nuestro ídolo personal Gabriel Zaid, al anarquista que muchos llevamos dentro: hay que optar por lo pequeño, hay que darle la espalda a la cantidad, hay que consumir menos y con más inteligencia. El "éxito", entendido desde el canon industrial, no lo es todo: incluso puede resultar una trampa. De hecho, eso es lo que alegan Roy y Crooks: que el progreso es una trampa. Y estamos en ella.
Sobreviviendo al Progreso se exhibe hoy en el Museo Memoria y Tolerancia a las 16 horas.