Palabras Mágicas (Para Romper un Encantamiento) (México-Guatemala, 2012), cuarto largometraje documental de la especialista hispana-nicaragüense Mercedes Moncada (ganadora del Mayahuel a Mejor Documental en Guadalajara 2005 por El Inmortal/2005- inicia con una cita de Paul Claudel ("El agua es el ojo de la tierra, su aparato de mirar el tiempo") y la visión del Lago de Managua, lugar en donde, nos dice la voz en off de la propia cineasta, tiraron las cenizas de César Augusto Sandino, asesinado en 1934 por Anastasio Somoza, que de esa forma iniciaría una dictadura familiar que duraría hasta 1979. Ahí, en ese enorme largo de más de mil kilómetros cuadrados, descansan, pues, los restos de Sandino, los desechos del héroe y caudillo, al lado de los desechos de los habitantes de Managua. Ahí también, en las profundidades de ese lago de aguas oscuras, habita un pez prehistórico ("dinosaurio", dice Moncada) "que se alimenta de mierda". Desde los primeros minutos de Palabras Mágicas..., esta desazonante crónica documental de la historia de Nicaragua desde el triunfo del sandinismo hasta nuestros días, la estrategia de la directora Moncada queda muy clara: los acontecimientos políticos de su país se irán alternando con una serie de fascinantes digresiones más o menos caprichosas que, al final de cuentas, terminan siendo dolorosamente pertinentes. Estamos no sólo ante una crónica de la turbulenta historia política de Nicaragua, sino ante la impávida crónica personal de cómo una nicaraguense que tenía ocho años y muchas ilusiones cuando el Ejército Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrotó a los Somoza, se fue desilusionando de un país, de una sociedad y de una clase política que, como el pez dinosaurio que menciona Moncada, "vive de comer mierda". A partir del esperanzador "Día Cero" -19 de julio de 1979, fecha de la victoria sandinista-, Nicaragua empezaría a vivir otro viacrucis diferente. Dejando atrás la cleptocracia somocista, el país le daría la bienvenida a la aparición de "los contras", a una larga y sangrienta guerra civil (1980-1989), a una derrota electoral sandinista -en 1990, en manos de Violeta Barrios viuda de Chamorro-, a la vergonzosa aparición de una nueva cleptocracia izquierdosa -la célebre "piñata" sandinista- y la reaparición de la vieja élite económica, que recuperaría el poder político a partir del fracaso político-moral-social del sandinismo robolucionario. Palabras Mágicas... es narrada por la propia cineasta sin rabia alguna y echando mano de distintas fuentes cinematográficas y televisivas. De esta manera, los más terribles acontecimientos (las distintas rebeliones, el terremoto de 1972, el huracán de 1998, los distintos escándalos políticos) son articulados verbalmente por Moncada en un tono neutro -¿acaso demasiado neutro?-, de tal forma que pareciera que nada de lo que ha sucedido en Nicaragua puede resultar extraño para nadie: ni la unión política contra-natura de Arnoldo Alemán y Daniel Ortega en 2006, ni las acusaciones de abuso sexual en contra de Ortega por parte de su propia hijastra, ni los cínicos fraudes electorales cometidos por el sandinismo que haría sonrojar a los priístas, ni ese enervante caminar en círculos ("Daniel y Somoza es la misma cosa") al que parece estar destinada esta sociedad, la segunda más pobre de América, pero eso sí, "cristiana, socialista y solidaria"... y bajo el manto protector de San Hugo Chávez. Un filme genuinamente encabronante. Acaso por eso el tono neutro en la narración de Moncada: no era necesario mostrar más rabia ni más desilusión. Con mostrar los hechos es suficiente.Más que suficiente.
Palabras Mágicas (Para Romper un Encantamiento) (México-Guatemala, 2012), cuarto largometraje documental de la especialista hispana-nicaragüense Mercedes Moncada (ganadora del Mayahuel a Mejor Documental en Guadalajara 2005 por El Inmortal/2005- inicia con una cita de Paul Claudel ("El agua es el ojo de la tierra, su aparato de mirar el tiempo") y la visión del Lago de Managua, lugar en donde, nos dice la voz en off de la propia cineasta, tiraron las cenizas de César Augusto Sandino, asesinado en 1934 por Anastasio Somoza, que de esa forma iniciaría una dictadura familiar que duraría hasta 1979. Ahí, en ese enorme largo de más de mil kilómetros cuadrados, descansan, pues, los restos de Sandino, los desechos del héroe y caudillo, al lado de los desechos de los habitantes de Managua. Ahí también, en las profundidades de ese lago de aguas oscuras, habita un pez prehistórico ("dinosaurio", dice Moncada) "que se alimenta de mierda". Desde los primeros minutos de Palabras Mágicas..., esta desazonante crónica documental de la historia de Nicaragua desde el triunfo del sandinismo hasta nuestros días, la estrategia de la directora Moncada queda muy clara: los acontecimientos políticos de su país se irán alternando con una serie de fascinantes digresiones más o menos caprichosas que, al final de cuentas, terminan siendo dolorosamente pertinentes. Estamos no sólo ante una crónica de la turbulenta historia política de Nicaragua, sino ante la impávida crónica personal de cómo una nicaraguense que tenía ocho años y muchas ilusiones cuando el Ejército Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrotó a los Somoza, se fue desilusionando de un país, de una sociedad y de una clase política que, como el pez dinosaurio que menciona Moncada, "vive de comer mierda". A partir del esperanzador "Día Cero" -19 de julio de 1979, fecha de la victoria sandinista-, Nicaragua empezaría a vivir otro viacrucis diferente. Dejando atrás la cleptocracia somocista, el país le daría la bienvenida a la aparición de "los contras", a una larga y sangrienta guerra civil (1980-1989), a una derrota electoral sandinista -en 1990, en manos de Violeta Barrios viuda de Chamorro-, a la vergonzosa aparición de una nueva cleptocracia izquierdosa -la célebre "piñata" sandinista- y la reaparición de la vieja élite económica, que recuperaría el poder político a partir del fracaso político-moral-social del sandinismo robolucionario. Palabras Mágicas... es narrada por la propia cineasta sin rabia alguna y echando mano de distintas fuentes cinematográficas y televisivas. De esta manera, los más terribles acontecimientos (las distintas rebeliones, el terremoto de 1972, el huracán de 1998, los distintos escándalos políticos) son articulados verbalmente por Moncada en un tono neutro -¿acaso demasiado neutro?-, de tal forma que pareciera que nada de lo que ha sucedido en Nicaragua puede resultar extraño para nadie: ni la unión política contra-natura de Arnoldo Alemán y Daniel Ortega en 2006, ni las acusaciones de abuso sexual en contra de Ortega por parte de su propia hijastra, ni los cínicos fraudes electorales cometidos por el sandinismo que haría sonrojar a los priístas, ni ese enervante caminar en círculos ("Daniel y Somoza es la misma cosa") al que parece estar destinada esta sociedad, la segunda más pobre de América, pero eso sí, "cristiana, socialista y solidaria"... y bajo el manto protector de San Hugo Chávez. Un filme genuinamente encabronante. Acaso por eso el tono neutro en la narración de Moncada: no era necesario mostrar más rabia ni más desilusión. Con mostrar los hechos es suficiente.Más que suficiente.