Siento que avanzo hacia una desaparición completa. Me encuentro en un viaje hacia una destrucción constante de mí mismo. Una destrucción que, por muy esperanzadora que se plantee la resolución, duele. Es doloroso verse a uno mismo disolviéndose en una infinidad inconmensurable de pequeños trozos, abocados en alguna fracción de los pensamientos que agitan la mente, o quizás en algún looping de la montaña rusa de las emociones.
Reconozco haber confundido el hecho de que la firmeza en un propósito implica la falta de dolor ante el proceso con el que se cumple. Sí, he sido tan ingenuo como para pensar que bastaba con estar aquí, alieno a todo, alieno a mí mismo, mientras esa esperanzadora resolución se va formando. Y lejos de reconocer esa torpeza que me mustia, me he aferrado a la idea de creer que, en cierta manera, esto trata acerca de mí.
Que mis capacidades, mis pensamientos, mis palabras e incluso mis sueños, forman una parte de la naturaleza de ese proceso. Que la puesta en práctica de todo ese mejunje era de necesaria obligatoriedad para mí, para todo lo creído como ajeno a mí, para el desarrollo del proceso en mí. No hablo de individualismo y colectividad. Todo el mundo afronta esa encrucijada en función de lo que está sobre la mesa. Hablo de que he sido mi propio testigo cuando estaban cayendo estructuras de orden y poder que me había construido para mí mismo. Yo estaba allí, sentado ante las paradas de lo que siempre he valorado como imprescindible para mí, mientras caían ladrillo a ladrillo a mis pies.
De alguna manera lo he aceptado porque quiero seguir avanzando hacia esa esperanzadora resolución. He aceptado que el proceso implica mi destrucción, una introspección constante hacia mí mismo con el único objetivo de verme desaparecer ante la comprensión de que no hay nada que pueda acelerar, ralentizar o modificar este avance. Pero duele dar ese amén.
No avanzo hacia mí mismo, sino hacia mi desaparición y lo que ha de resultar de ella. Hay época, curvas de esa montaña rusa emocional, en las que me invade el gran peso del dolor de haber comprendido esta realidad. Y en medio de las tensiones entre mi deseo de aferrarme a lo que soy (aún haber quedado en ruinas) y el compromiso con ese proceso cuya resolución me esperanza, aquí estoy, dando ese amén convencido y a la vez dolorido, fascinándome ante los que me sorprende y guardando, inevitablemente, lo que me destruye para quemarlo en algún momento en una hoguera de lágrimas. http://laletrapeque.blogspot.com/rss.xml