Resulta patética la rivalidad, ahora en este escenario de cartón-piedra, escenificada entre Madrid y Barcelona por hacerse con las migajas del pelotazo de Mr. Marshall, regalando todo lo que niega a sus ciudadanos y agasajando al judío más rico del mundo, como gusta autodenominarse Sheldon Adelson, investigado por el FBI y otros organismos estadounidenses por blanqueo de dinero. Los políticos son una raza que huele el dinero por encima del resto, seguramente porque manejan el de otros con la soltura que da saber el propio seguro. Y olvidan que su poder es efímero, como la ciudad del juego de cartón-piedra que enterrará la tierra a sus pies. El siglo inaugura la saga de grandes fiascos con Eurovegas. Poco ha cambiado la mentalidad desde los años 50, recién acabado el Plan Marshall, cuando las gentes ignorantes de un pequeño pueblo castellano cantaban aquello de ¡Americanos, os recibimos con alegría! en la película de Luis García Berlanga Bienvenido, Mr. Marshall, mientras esperaban unas ayudas de las que, al igual que España, quedaron al margen. Ahora se pretende resarcir aquella afrenta. Pero imposible recordar el esperpento del pasado ni vislumbrar el futuro cuando reina la miopía. Durante su proyección en 1953 en el Festival de Cine de Cannes, Luis García Berlanga envió un mensaje al futuro: mientras el actor Edward G. Robinson andaba indignado porque la bandera estadounidense se hundía en una acequia en la escena final, Berlanga jugaba en el casino de la ciudad con dólares falsos con las caras de Pepe Isbert y Manolo Morán. Teniendo en cuenta la estadística, ganó la banca. Siempre lo hace.