Somos recuerdos de ayer, proyectos de futuros, fragmentos microscópicos de presentes que no duran más allá de un suspiro; lánguidos, escurridos y desmadejados del ahora como agua entre los dedos. Respiramos creyéndonos dueños del aire pero cuando lo exhalamos ya es pasado perdido en la memoria, y es que la realidad en la que apenas reparamos es que solo somos eso, recuerdos. De risas, de lágrimas, de infancias cercanas o lejanas, de días corrientes, de viajes soñados, esperados y a veces, hasta cumplidos. Puñeteros recuerdos rescatados de ciclos de trabajos y descansos, de hijos deseados aprendiendo a caminar, de patios, de párvulos, colegios e institutos, de final de aprendizajes e inicios de vuelta a empezar. Lo dicho, de ciclos de la vida. En la mañana somos recuerdos de ayer maquinando futuros en calendarios y relojes mientras ignorantes ilusos nos creemos dueños de ese caballo desbocado que es la vida. Nos engañamos pensando en alboradas lejanas que un día cualquiera, amanecido como otro cualquiera, esperando que termine como otro cualquiera, de un segundo presente a un segundo pasado es capaz de tornar el mejor sueño en eterno proyecto inconcluso porque, al final, la realidad nos dice que solo somos eso, grandes o pequeños recuerdos. Marionetas del reloj, del calendario. Marionetas de futuros rotos y pasados llenos. Marionetas de recuerdos, nada más que recuerdos plasmados en el alma más recóndita, en la foto más querida, más mirada, más acariciada…
Somos frágiles, pero en la inestabilidad de estos vaivenes también sabemos crear vida inmortalizando en nuestro mundo interior a los que un día nos dejaron enredados en un montón de añoranzas, y en ellas somos capaces de hacer que vivan por siempre jamás futuros ligados al amor, asociados a la amistad, al tiempo que nunca volverá…
Subimos montañas, las bajamos, y anduvimos con las botas de mil leguas tantos kilómetros que resultó fácil hacernos fuertes aliados de recuerdos compartidos, amigos de muchos diciembres y tantos eneros que, ahora que tus pasos de caminante sin camino nos obligará a tirar de recuerdos, tendremos que crear imaginarios futuros en tantas memorias que jamás, amigo del alma, la maleza salvaje de la vereda más quebrada podrá esconder el millón de recuerdos que nos dejaste.
Y después…pues, siempre quedará ese ancestral consuelo de que mientras haya alguien que nos piense, alguien que nos lleve en un espacio de plata pegado al pecho, alguien que nos añore…seguiremos creando recuerdos, que a fin de cuentas es lo que somos.
Recuerdos.