En cuanto al contenido de la obra, hay que diferenciar dos partes, o vertientes, claramente diferenciadas —aun cuando en el orden expositivo no exista una partición claramente establecida, sino que ambas se van desplegando de forma simultánea—: la del análisis de la situación, y la de las propuestas de solución.
Por lo que atañe a la primera, creo que Maalouf hace un esfuerzo de síntesis muy importante, y sus resultados se pueden calificar (al menos, a mí así me lo han parecido) de bastante positivos: si bien hay un claro énfasis en los análisis parciales del mundo islámico y el panarabismo —lo cual redunda en que se les dedica un sustancioso número de páginas tanto al uno como al otro; algo lógico, si se tiene en cuenta la afinidad que con tales temáticas puede guardar el autor, por obvias conexiones personales—, Maalouf extiende su mirada hacia todas las culturas y latitudes, y, a mi modesto entender (que no deja de ser el de un zopenco con aspiraciones, a qué engañarnos...), traza un arco lo suficientemente amplio, comprensivo y abierto de miras como para llegar a ofrecer una visión bastante certera y equilibrada de cómo anda el patio (que, por cierto, y aparte de revuelto, no anda nada, nada bien...), y que este humilde escribiente podría suscribir, en un elevadísimo porcentaje, sin el más mínimo atisbo de duda.
Harina de otro costal es la que hallamos en el otro “apartado” de la obra, el de las propuestas que Maalouf esboza como posibles soluciones a esos males que, en su opinión, aquejan hoy dia a nuestro mundo. Y es que, igual que los gurús económicos parecen hallarse en su salsa describiendo los mil y un desastres con que nos azota la actual crisis que cabalga sin freno por todo el ancho mundo, mientras que son incapaces de aportar una sola idea capaz de ponerle siquiera un parchecillo, también parece quedar bastante claro que el libanés lo tiene mucho más claro a la hora de hacer diagnósticos que a la de prescribir tratamientos, dado que estos últimos se plantean en términos tan vagos y genéricos que apenas si se quedan en esbozos, apuntes, meras ideas volátiles y sin cuajo. Se me podrá decir, no sin fundamento, que lo descomunalmente ambicioso del empeño (arreglar el mundo, ahí es nada: eso que usted, amigo lector, y yo solemos hacer todos los días tomando un vinito en la barra del bar, pero negro sobre blanco...) imposibilita la obtención de mayores concreciones. Pero, qué quieren que les diga, tras planteos teóricos bastante acertados, uno llega a hacerse ilusiones. En fin, otra vez será...
En todo caso, y más allá de esa pequeña decepción a la que aludía en el párrafo precedente, creo que, desde una perspectiva global, la propuesta ensayística de Amin Maalouf merece, y mucho, la pena: compendia información de mucho interés (quizá para un conocedor profundo de la historia universal, aporte poco en ese terreno; pero para los que no nos manejamos mucho en esa disciplina, sí que tiene un alto valor formativo) y la conjuga con una visión analítica clara y concreta, preñada de un realismo que, sin ánimo alguno de catastrofismo (algo que no asoma en ni una sola de sus páginas), nos alerta e incita a la preocupación reflexiva. Si, más allá de eso, hubiera dado con las recetas para “desfazer los entuertos” relatados, no quiero ni contarles...
* APUNTE DEL DÍA: una reseña de 'La caza', la mítica peli de Carlos Saura, en Suite 101. El enlace, aquí.
* Varietés artísticas y culturales XXII.-