Jorge Luis Arzola era tan delgado como un hilo de agua, su timidez era absoluta, y competía con su sencillez. Sus primeras imágenes son las que siempre he recordado, quedaron congeladas en mi memoria: Guillermo Vidal, José Mariano Torralbas, Alberto Garrido, Daniel Morales, entre otros.
Amir fue vigilado desde entonces y nunca se confiaron, se mantuvieron alertas, sufriendo sus triunfos literarios, su prolífera obra.
Los escritores de generaciones que nos antecedieron nos prevenían, particularmente, me decían que no confiara en Amir, que no era mi amigo, que era falso, que seguramente me traicionaría, y hasta su condición de santiaguero les servía para sembrar la discordia.
Amir se fue del país─ o lo fueron ─, y para sus detractores políticos fue un alivio. Jamás dejó de contactarnos, de mantenerse al tanto de nuestras vidas y vivencias. En una entrevista que me hiciera para su revista digital “Otro lunes”, levantó ronchas entre la oficialidad cubana y algunos me dijeron su inconformidad, pero siempre dejando entrever que él buscaba dañarme.
Cuando abrí el blog se mostró muy preocupado, me dijo “cuídate para lo que te viene encima, hermanito”. Se mantuvo al tanto de cada terrible acusación y sufrimos juntos, como corresponde a los hermanos.
Desde mi entrada a prisión, Amir se ha mantenido representando y promocionando mis libros, y cada detalle que tenga que ver con mi persona; y como gran ironía, quienes me traicionaron fueron esos que me aconsejaban cuidarme las espaldas del hermano escritor. Y lo triste es que lo hicieron por miedo y por obtener beneficios, porque he escuchado lo que piensan del Régimen, y puedo asegurar que son más radicales que yo.
Esa es la triste realidad de la intelectualidad cubana, y a su vez, la inmensa felicidad de contar con un hermano como Amir Valle Ojeda.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Mayo de 2014
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