Amistad y píxeles: Thomas no estaba solo

Publicado el 13 mayo 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

Thomas was alone es uno de esos juegos que rara vez uno prueba si no ha sido a través de recomendaciones de algún conocido, un análisis escrito por alguien con criterio o por ser testigo de numerosas conversaciones sobre él, despertando inevitablemente la curiosidad del jugador sediento de nuevos títulos.

Es difícil describir cómo se siente uno cuando empieza a jugar a Thomas was alone, especialmente si ha decidido llegar a ese momento sin haberse informado antes. Empiezas una partida y lo primero que observas es que el personaje que vas a manejar es un simple rectángulo rojo. En tu cabeza empiezan a rondar pensamientos del tipo ¿me habré confundido y este no es el juego del que tanto hablan? o ¿se habrán quedado conmigo al recomendármelo? Y por supuesto un ¿Terminaron el alcohol que había sobrado de Navidad para hacer aquel análisis en el que hablaban tan bien de él?

Pero ese pequeño rectángulo tiene hasta nombre: Thomas. Este Thomas no es más que una inteligencia artificial que ha tomado consciencia de sí mismo, teniendo que adentrarse en un lugar en el que poco a poco tiene que ir aprendiendo cómo funciona. Hasta un simple salto le parece algo nuevo. El objetivo del juego es llegar a unos portales haciendo coincidir cada figura con el que tiene su misma forma, llegando incluso a jugar con la gravedad. ¿Cada figura he dicho? Sí, puesto que por suerte para Thomas, pronto encontrará nuevos compañeros, pequeños píxeles como él, solitarios, desorientados, incapaces de sobrevivir sin cooperar entre ellos en ese extraño mundo. ¿Acaso no somos todos como esas pequeñas figuras, con miedo y necesitados de la ayuda de los que nos rodean para superar las adversidades que la vida nos trae? “Nadie es una isla, completo en sí mismo” decía John Donne. Pues Thomas was alone convierte ese pensamiento en un juego de puzzles y plataformas que va más allá de resolver los niveles combinando las características de cada personaje. Nos hace pensar. Nos hace encariñarnos con algunos de esos píxeles. Nos hace cogerle manía a un cuadrado. Nos hace simplemente querer saber más. Y cuando un juego con la simpleza estética como la que posee este título nos hace experimentar esas sensaciones y provocar cierta empatía en el jugador cuando aquéllo que manejamos es un número de figuras geométricas de colores es porque algo tiene. No estamos ante un juego normal. No muchos títulos desprenden tanta magia como Thomas was alone ofreciendo realmente tan poco. Los escenarios son bellos pero totalmente minimalistas, con alguna iluminación interesante y ese contraste de colores de los protagonistas con la oscuridad que acompaña cada nivel.

Pero hay dos elementos que hacen de Thomas was alone una joya, tan llena de rareza como de brillo. Por un lado, este juego no sería ni la sombra de lo que es probablemente sin esa narración que nos acompaña en cada paso nuevo que damos por este desconocido mundo que nos hace ver cómo se sienten Thomas y sus compañeros. Esas narraciones dan lugar a muchos comentarios divertidos e incluso alguna referencia que no pasará inadvertida. Pero es el excelente trabajo del cómico británico Danny Wallace como narrador, que incluso se ha ganado algún más que merecido premio por esto, lo que nos provocará esas ganas de querer saber más, de estar ansiosos en descubrir que será lo próximo que nos dirá. Él dota de toda esa personalidad a esas pequeñas figuras de colores. Y esa voz se merecía una compañía con una calidad al mismo nivel. Para eso David Housden nos brinda una de las bandas sonoras más hipnóticas que he tenido el placer de disfrutar en los últimos tiempos. Consigue evocar en el jugador unas sensaciones imposibles de describir con palabras. Te hace sentir dentro de ese solitario universo, envolviéndote con cada nota, haciéndote partícipe de cada paso que nuestros protagonistas dan en el título con un exquisito minimalismo musical.

Al igual que Thomas, Mike Bithell estaba solo cuando creó este juego, lo que hace que incluso se merezca más admiración y reconocimiento. No es ostentoso, no aspira a grandes cosas, pero lo que hace sentir al jugador este The Lost Vikings con píxeles llenos de personalidad es único, mágico.

Algunos han criticado que ciertos niveles pueden hacerse más pesados de la cuenta, no por el hecho de encontrar la clave para terminarlo sino el cómo hacerlo. Por ello el juego nos da un respiro tras un nivel de más complejidad regalándonos posteriormente uno mucho más simple y sencillo. Parece un detalle pequeño, pero el jugador agradece esa alternancia que, junto a la excelente narración de Wallace, constituye un importante factor motivador.

Recientemente, ha aparecido en el PSN para PS3 y PSVita de forma gratuita para aquéllos que tienen el Plus. Para mí ha sido una gozada poder disfrutarlo en la consola de sobremesa y jugarlo con un mando (sobre todo cuando mi primer contacto con él fue en un netbook cuyo teclado no es particularmente cómodo para jugar). No puedo decir nada sobre PSVita puesto que no lo he probado en la portátil, pero la gente que lo ha hecho dice incluso que es el mejor modo de jugar y que parece como si el juego estuviera diseñado realmente para ella. Pero recordemos que salió en un principio únicamente para PC y gracias al éxito obtenido en ese sistema  podemos disfrutarlo en las consolas de Sony. Si antes ya os hubiera dicho que debéis probar Thomas was alone (y de hecho he estado insistiendo con él a todo el mundo a mi alrededor un tiempo llevándome posiblemente el calificativo de pesada del mes con el tema), los que encima contáis con el Plus tenéis que probarlo sin demora y tener una de las experiencias más originales y distintas que viviréis en mucho tiempo en el mundo de los videojuegos.

Está claro que aquello de “menos es más” se cumple en una obra de tanta calidad y a la vez con tanta simpleza como Thomas was alone.

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