Amo a Rodrigo y su risa con el sur en los labios y la fe que navega a diario por mis venas con la belleza agazapada en un mechón de pelo. Un equilibrista que hizo las paces con el gigante de los miedos y caminó por las estrellas.
Amo a Sara entre las sábanas y los libros, los viajes y el mar. Las palabras de cristal que se enroscan en lo oculto y sagrado de su cuerpo.
Amo a Rodrigo por las noches llenas de flores, de llamas titilando en su pupila y ver amanecer en un destello de su aliento.
"La paradoja del amor es ser uno mismo, sin dejar de ser dos”.
Erich Fromm