Qué hacer con los amores pasados, se preguntan las autómatas al otro lado del cristal. Es lógico que les preocupe esta cuestión, una maniquí de escaparate se enamora todos los días y a menudo el peso de tanto amor las conduce a una melancolía crónica.
Lo suyo es un amour fou que se manifiesta de manera aleatoria. A veces pasa un hombre guapo y no sucede nada. Casi siempre es un chico de aspecto anodino el que causante del revuelo. Cuando esto ocurre, sus pestañas se despeinan como si las soplara un ser invisible (Cupido, supongo). Los labios maquillados dejan escapar un suspiro de princesa encantada (ronco, prolongado, muy femenino) pero lo más llamativo es un tic-tac acelerado que les sale de dentro y que va subiendo de volumen (el corazón delator). Sí. Oculto bajo la ropa llevan insertado un motorcito (capricho del fabricante) que las hace superiores a las demás muñecas de PVC. El mecanismo consta de varias micro esferas que se mueven a impulsos magnéticos (su funcionamiento es complicado, solo un experto en física cuántica podría entenderlo).
Tras el flechazo, el hombre que provocó la tempestad se aleja hasta desaparecer de su campo visual. Entonces se oye un clac, sonido metálico que puede indicar bloqueo momentáneo o paro definitivo. Son instantes críticos en la vida de una autómata. (Si tuvieran pulmones se quedarían sin respiración).
Por suerte, todo se queda en un susto (casi siempre) y el corazón imantado vuelve a caminar con el ritmo lento de las horas tranquilas, y las modelos desempeñan la función para la que fueron creadas: Juntan los labios en un mohín coqueto, exhiben con desdén su melena belle de jour y proyectan la mirada hacia el infinito, simulando que nuestra realidad no les importa.
Dada su afición por imitarnos no es extraño que su vida fluctúe entre la pasión y el olvido.
____________***______________Más sobre maniquíes(Germán Coppini canta con Golpes Bajos)
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