Ziva8 vuelve a rescatar estas hermosas historias de nuestros amigos inseparables, los perritos.
Uno de los casos más mediáticos ha sido el de Hachiko, un perro de raza Akita Inu que nació en 1923 en Odate, Japón. Al año de vida se traslada a la enorme ciudad de Tokio junto a Hidesamuro Ueno, un profesor de agricultura. Al igual que Fido, Hachiko esperaba a su compañero fielmente en la estación de trenes Shibuya de la ciudad de Tokio. Lamentablemente Ueno muere en 1925 y Hachiko queda abandonado en las calles, sin embargo, se mantuvo yendo 11 años a la estación de trenes a la misma hora de siempre. Al pasar unos años un estudiante de Ueno, que hacía un censo de Akitas, escribe una nota acerca del fiel perro de su maestro, y una de esas notas apareció en el periódico más importante de Tokio. Gracias a esto, Hachiko ganaría fama a nivel nacional y varias historias y poemas se escribirían alrededor de él. Sin embargo, más importante aún, Hachiko salvaría a su raza ya que a la fecha de publicada su historia sólo quedaban 30 Akita Inu puros en todo el Japón, y a partir de ese momento la demanda hizo que se preservaran cuidadosamente. Hachiko al igual que Fido posee una estatua en la estación de trenes a la cual asistía. Canelo era un perrito de Cádiz, España que a fines de 1980 acompañaba fielmente a un solitario hombre. Se les veía constantemente juntos por todos lados. Una vez a la semana uno de esos paseos era hacía el Hospital Puerta de Mar, ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se devolvían a casa. Un día el hombre, entre toda esta rutina, muere, y Canelo día a día siguió yendo al hospital en busca de su amigo. A tal punto llegó su esperanza que se quedó en el hospital por 12 años esperando que su amigo salga de ahí. Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto de Canelo, ya que en una ocasión la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo. La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo puso su nombre a una calle y una placa en su honor. En Durazno Uruguay, más precisamente en la localidad de Villa del Carmen, se le dio por nombre Gaucho a un perrito local que, como es la tónica de nuestra publicación, acompañó fielmente a un hombre en sus últimos días. Este fue internado en el Hospital Dr. Emilio Penza dejando al peludo compañero solo, sin embargo, este caminó más de 50 km hasta dar con el paradero en donde su compañero estaba internado. Vecinos y personal del hospital lograron reconocerlo por su inconfundible presencia y perseverancia, pero a pesar de su esfuerzo el hombre muere y Gaucho lo acompaña al velatorio. Durante más de 30 días el Gaucho custodió aquella sepultura para luego salir en las mañanas a recoger algún alimento que el pueblo le brindara. Recorría las calles, para volver de tarde otra vez junto a la tumba de su dueño allí en el Cementerio.
De esta manera vivió mucho tiempo, haciéndose querer por la gente y los niños. Al momento de su muerte las personas conmovidas por la historia de Gaucho elevan un monumento frente al cementerio de su compañero. En Edimburgo, Bobby, un terrier era visto día a día acompañando a un policía llamado John Gray. Desafortunadamente, un 15 de Febrero de 1858, Gray muere de una tuberculosis repentina. Durante el funeral Bobby permanecería siempre presente, y seguiría al cortejo hasta el cementerio de Greyfriars Kirkyard. Lugar donde descansarían los restos de John y donde además, en un acto de fidelidad extrema, Bobby pasaría el resto de los 14 años que le quedaban de vida montando guardia sobre la tumba de su fallecido amigo.Con los años Bobby se fue transformando en una leyenda local. A tal punto creció esta fama que en 1867 el mismo Lord Provost de Edimburgo, William Chambers, intervendría personalmente para salvar a Bobby de la perrera y además, para evitar futuros accidentes de este tipo, declararía al fiel can como propiedad del Consejo de la Ciudad. Bobby fallecería sobre la tumba de su amigo en 1872, pero al no poder ser enterrado con humanos, las personas le hicieron un monumento a las afueras del cementerio.De esta forma rendimos homenaje a nuestras fieles mascotas, como también fomentar la tenencia responsable de animales y el no maltrato animal.Si te perdiste las historias anteriores, les dejamos los links respectivos:Amor canino. Parte IAmor canino. Parte IIEquipo Ziva8Dago@chumbequita@rbarrosbelmar