Amor de hija: El caso de Lucy Harbin, celebridades de la América gótica en Cinearchivo

Publicado el 09 mayo 2012 por Esbilla

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*Resulta curioso que pese a la naturalidad con la cual Joan Crawford, recuperada para el grotesque por Robert Aldrich en la tremebunda ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane?,1962), aparece como protagonista de esta El caso de Lucy Harbin, no fuese, en realidad, la actriz originalmente escogida(1). William Castle había escogido y firmado a Joan Blondell, una actriz más o menos popular durante los 30/40 que a la altura de 1964 languidecía en televisión al cargo de papeles de complemento. Una accidente poco antes de comenzar la filmación dejó a la Blondell sin película y a Castle sin actriz. De tal modo el productor y director pensó que Joan Crawfor bien podría prorrogar la tipología demente del film de Aldrich, aunque en este caso se tratase de un film mucho más modesto a todos los niveles. Con el atractivo de la historia de Robert Bloch y el poderío del personaje logró convencerla. Con eso y con la promesa de reescribir el original a su servicio y de incluir en su salario y porcentaje de los futuros beneficios, claro.

A decir de John Law en Scar Tactic: The life and films of William Castle (2) también la partenaire de la diva fue sustituida al resultar incapaz de dar una réplica decente, amedrentada por la carga mítica de la personalidad a la cual debía enfrentarse en un conflicto psicológico maternofilial de gran intensidad. Con el rodaje ya iniciado y a instancias de la Crawford esta actriz desconocida fue sustituida por la dulce Diane Baker, junto a quien ya había trabajado en 1959 en The best of everything, una producción 20th Century-Fox dirigida por Jean Negulesco. En cualquier caso director y actriz se sintieron lo bastante satisfechos para reincidir en 1965 con Jugando con la muerte (I Saw What You Did and I Know Who You Are!), un guión del gran novelista noir William P. McGivern sobre un libro de Ursula Curtiss, donde la actriz estaba acompañada por el formidable John Ireland.

Strait-jacket, es decir Camisa de fuerza, que así se titula el film, es el resultado de la convergencia de tres (que pueden ser cuatro) vías del horror norteamericano: es un doble exploit de títulos/conceptos de éxito al mostrarse como singular aleación de la mencionada pieza de Robert Aldrich y del fundamental Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hitchcock, vistas desde la óptica del cine independiente del periodo representado por el propio Castle. Del segundo título recupera además al escritor Robert Bloch, con quien el cineasta volvería a colaborar en The night walker (1964), esta al servicio de la pareja estelar Barbara Stanwyck y Robert Taylor, siendo este escritor uno de los principales impulsores del trasvase de la lógica pulp de los Weird Tales del papel a la pantalla en condiciones estético-conceptuales homologables. A estas dos influencias de base se uniría otro par nada desdeñables: una británica, con la forma delirante y crispada de los filmes de suspense psicopatólógico escritos por Jimmy Sangster para la Hammer – de la fundacional El sabor del miedo (Taste of fear, Seth Holt, 1961) pasando por El alucinante mundo de los Ashby (Paranoiac, Freddie Francis) o A merced del odio (The Nanny, Seth Holt, 1965) con la genial Bette Davis, entre otros y todos ellos hijos raros del éxito de ¡Suspense! (The Innocents, Jack Clayton), inagotable adaptación de Otra vuelta de tuerca- la otra el America Gothic. Esta en parte deriva del éxito de Psicosis y en parte del propio fervor del público y la prensa/literatura USA por la figura del psichokiller. Si en pocos años –y siempre con puntuales retornos a posteriori- nombres como los de Albert de Salvo o  Charles Starkweather y Caril Ann Fugate serían adaptados al cine en producciones independientes como The Stangler (Burt Topper, 1964) el primero o la portentosa The Sadist (James Landis, 1963) el segundo.(2)

El caso de Lucy Harbin refiere, incluso fonéticamente, a la que es comúnmente aceptada como el primer psycho de ese extraño folklore de asesinos célebres del imaginario americano: Lizzie Borden. Acusada en 1892 del asesinato de su padre y madrasta empleando para ello un hacha.  No en vano el arma icónica que usa aquí Joan Crawford (o no).

Así el film de presente basaba su encanto y reclamo en el extremo truculento de su historia, y en la gráfica plasmación visual de la misma no faltando decapitaciones varias y ensañamientos vidriosos, como el que cierra el sintético prólogo, quizás lo mejor de la función con su aire casi abstracto de pesadilla. Tras el, y marcado por una elipsis de veinte años, recuperamos a la hija de Lucy Harbin esperando el regreso de su madre tras el largo internamiento en un manicomio. Evidentemente la estabilidad dura poco y forzada por su propia hija Lucy retomará antiguos hábitos que volverán a empujarla a la demencia. A Castle le falta sutileza, aunque la supla con barbarismo (George Kennedy decapitando una gallina delante de Lucy con obvio deleite) y sentido de lo grotesco (el maquillaje, peluquería y vestuario que pretende rejuvenecer a Lucy convirtiéndola en siniestra parodia de si misma) perfectamente acompasado al overacting de la Crawford, y puntuales momento de genio; por ejemplo esa tonadilla infantil oída/no oída en plena calle que marca la inmersión de la protagonista en una mundo de alucinaciones, y que puede homologarse al modo en el cual otra canción de rima fácil servía como disolución entre los mundos reales y onírico en Pesadilla en Elm Street (A nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984). Todo enmarcado en un final sorpresa de esos que no hay que contar ni siquiera una vez visto.*

(1)   Joan Crawford: The Essential Biography, Lawrence J. Quirk y William Schoell, The University Press of Kentucky, 2002

(2)   Scar Tactic: The life and films of William Castle, John W. Law, Writers Club Press, 2000

(3)   Sobre este tema he podido extenderme más dentro de un artículo dedicado a The Sadist aquí publicado: http://esbilla.wordpress.com/2012/04/04/como-electricidad-en-la-espina-dorsal-the-sadist-iconos-populares-del-crimen-y-clasicos-ocultos-del-bajo-presupuesto/