Cuando me dijiste con tu voz de mujercita, que te daban náusea los pasajeros, me dio por reírme y te abracé. Claro que te voy a publicar, ojos de miel. Y quizá logres transmitir lo que nadie, porque tenés el corazón puro todavía. Andás caminando sin sacar las manos y tu aliento renace como el día fresco.
Con vos siempre seré un hombre nuevo.
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