Amor fou

Publicado el 20 abril 2020 por Jcromero

L ́Amour fou es el título de un libro de André Breton que no he leído y el de un poema de Luis Alberto Cuenca -" Los reyes se enamoran de sus hijas más jóvenes... "- que versa sobre el enamoramiento y la violencia. También es el título de esta novela de Marta Sanz en la que trata del amor, la obsesión y el compromiso social; de la incomodidad de sentirse vigilados y de la desazón por ese franquismo encubierto que no terminamos de relegar a los manuales de historia.

Como la literatura es una representación de la realidad, en toda novela hay un relato verídico o ficticio que se desarrolla en un contexto real o imaginario. La narración delimita ese contexto, perfila a los personajes y a la comunidad en la que actúan. Corresponde al lector desbrozar el contexto y la complejidad de los personajes; ensamblar cada una de las piezas del rompecabezas. De esta manera, la lectura adquiere mayor significado. Como la libertad analítica de quien lee es enorme y como las circunstancias personales y sociales condicionan toda lectura, al leer Amor fou, en estos días de confinamiento, he apreciado la actualidad y vigencia de una novela escrita en 2004.

En el prólogo, Isaac Rosa afirma que en Amor Fou, su autora reitera los temas "comunes a la mayor parte de sus escritos: la familia como institución conflictiva, el resentimiento (incluido el de clase), la culpa, la doble moral, la felicidad sospechosa, el cuerpo y su declive, el sexo como forma también de explotación y alienación, la maternidad, la violencia en sus formas menos evidentes". En Amor fou, además, Marta Sanz escribe del amor y del desamor, de la edad y de sus cicatrices. Sobre los límites del poder y los métodos policiales de "vaginas escarbadas y bolsa de plástico en la cabeza". De la sociedad actual, de la precariedad laboral, del movimiento okupa y de "esa forma de censura que nos lleva a hablar bajito de ciertos temas dentro de los bares y a retirar la correspondencia del buzón rápidamente". También sobre esa condena de quienes viven, como en un escaparate, expuestos a las miradas y murmuraciones de los vecinos.

Amor fou arranca con los dos narradores en el salón de la casa de la protagonista y con la entrega de un cuaderno, que "huele a naftalina y alcanfor", en el que Raymond ha escrito el diario de sus obsesiones. Los textos de ese dietario se alternan con las puntualizaciones y pensamientos de Lala, que es la otra gran protagonista y antigua pareja de Raymond. A partir de esa entrega y su lectura, dos monólogos. Por un lado, al cuaderno de Raymond donde escruta a diario la felicidad de la mujer que amó y de quien, de alguna manera, sigue enamorado. Por el otro, la memoria y los recuerdos de Lala, la mujer amada, odiada y vigilada. Raymond, atenazado por la nostalgia, sabe que ese espionaje le conduce a la degeneración, pero no detiene su intromisión en la felicidad conyugal de quien fuera su pareja. Son dos relatos contrapuestos sobre una experiencia compartida. Dos miradas donde conviven el amor y la felicidad, pero también el rencor, la bajeza moral y las contradicciones. Es el amor loco, el amor fou; una forma de amar exaltada e irreflexiva que pasa del amor más apasionado a la canallada más escandalosa.

La autora se sirve del amor y la intolerancia, de la irracionalidad o la paranoia para incidir en uno de los aspectos más lamentables de nuestra sociedad: la normalización de la vigilancia. Marta Sanz pone el foco en la invasión ilegitimada en nuestra privacidad por parte de vecinos convertidos en policías que acusan y construyen un relato fuera de contexto basado en intuiciones, inexactitudes o falsedades, pero que interiorizan como verdades absolutas. Y así, la protagonista expresa la repugnancia que le provocan "las reuniones de vecinos y los santos tribunales de la inquisición" donde se propone el cierre de bares, la prohibición de fumar, de pasear con los hijos a partir una hora, el regreso de los serenos o la depuración de la mendicidad.

Al finalizar la novela se intuye un reproche y un deseo: una amonestación por, conociendo que existen otras, solo "mirar las fotos bonitas" y el anhelo, agazapado entre líneas, de abandonar posturas serviles y complacientes.