Lina Codina Nemiskaia nació en España en 1897. Hija de Juan Codina, un tenor español, y Olga Nemiskaia, una cantante de ópera polaca de origen aristocrático. Sus padres, debido a su profesión viajaban mucho hasta que se instalaron en Nueva York donde Lina pasó su juventud. Tenía veintiún años cuando vio por primera vez a Serguéi Prokófiev. El gran compositor tenía entonces veintisiete años y se había trasladado a Nueva York para dar conciertos. Después de conocerse en persona, Lina y Serguéi iniciaron una relación que fue consolidándose poco a poco a lo largo de los meses siguientes. Cuando en 1920 los compromisos profesionales obligaron al compositor a dejar los Estados Unidos, Lina no dudó en seguir sus pasos, a pesar de las advertencias de su propia madre quien no veía con buenos ojos aquella relación.
1936 marcaría su destino para siempre. Serguéi decidió volver a la Unión Soviética. Por supuesto, Lina y sus hijos fueron con él. Dos años después una joven estudiante de literatura y apasionada de la música se interponía en el camino del gran compositor quien se enamoró perdidamente de ella. Mira Mendelssohn tenía veinticuatro años menos que su amante. A pesar de las quejas de Lina, la relación con Mira siguió adelante.
En 1941 Serguéi Prokófiev huía de Moscú ante la amenaza del régimen de Stalin vertida sobre los intelectuales. Lina y sus hijos permanecieron en la URSS. Mientras trabajaba duro por sacar a sus hijos adelante, su marido se casaba con Mira sin haberse divorciado oficialmente de ella.
A principios de 1948 Lina Prokófiev fue detenida acusada de espionaje. Sus continuas visitas a las embajadas extranjeras donde buscaba la manera de conseguir visados para ella y sus hijos, fueron el pretexto para que la policía de Stalin pensaran que era una traidora al régimen. Después de sufrir terribles torturas, un juicio que fue más bien una pantomina, la condenó a pasar veinte años en un campo de trabajo, conocidos en la Unión Soviética como gulags. Tres años después de la muerte de Stalin, Lina fue liberada. Había pasado siete años prisionera, alejada de los suyos y sufriendo una pesadilla. Para entonces, en 1956, Serguéi Prokófiev ya había muerto.
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Valentina Chemberdjí