No veo los partidos de la Selección. Me da placer por Leo (Messi) y por el Kun (Agüero) que haya ganado contra Colombia
Sensaciones encontradas al escuchar la frase que expresó hoy Diego Maradona. Es raro que el jugador más grande de la historia de no vea jugar a esa camiseta por la que tanto lloró y por la que tanto sudor derramó. Lejos de recaerle con una crítica, la declaración abrió la polémica, al menos en la cabeza del redactor, de saber cuánta gente se preocupa por los partidos de Argentina y cuantos, internamente, no.
¿Es una cuestión de costumbre, de haberlo interiorizado desde chico que un gol de Argentina en Eliminatorias no signifique un grito que sale desde el alma?
Es difícil en un país en el que el fútbol está tan inmerso en la vida cotidiana, comprender que la Selección de un país, emocione menos que el equipo de cada uno. Indefectiblemente es el “mal argentino“, ¿o no?. ¿Cuántas personas prefieren el campeonato del club de sus amores a la victoria del combinado nacional?.
Al momento de encontrar alguna explicación, ¿se debe caer sobre los jugadores? ¿Insistir en que no sienten la camiseta? Es bueno para contraargumentar la reciente columna de Alejandro Pacini en CanchaLlena:
Con la selección no ganan dinero importante, hasta suelen enfrentarse con sus clubes, reciben críticas implacables, son capaces de viajar un día y concentrarse lo que haga falta aun sabiendo que no pasarán de la suplencia, no siempre obtienen réditos deportivos porque, como en estos últimos tiempos, sufren cada partido. Pero jamás nadie renuncia. ¿De qué se los culpa?
Messi dejó el corazón en Barranquilla, Agüero arriesgó su aductor, Sosa aún busca oxígeno, Mascherano luchó contra los calambres, Burdisso rompió sus ligamentos. Que la selección aún no es un equipo confiable, que depende mucho de la inspiración y poco de la asociación, que tiene más puestos por ratificar que titulares asegurados; todo eso es aceptable y justifica cada debate. En cambio, la crítica a la presunta falta de compromiso de los de allá es una flagrante injusticia; un mensaje pobre y engañoso.
En el proceso de construcción de una identidad, los hinchas tambien somos parte. Debemos, entonces, apoyar y no criticar desmedidamente; aportar para edificar un sentimiento que parece emerger únicamente durante los Mundiales.