Nadie se siente adulto. Es el secreto sucio del mundo.
Una historia que rezuma realidad y cariño: un treintañero vuelve a su universidad por la fiesta de jubilación de uno de sus profesores. Allí verá cómo ha pasado el tiempo, cuántas cosas le diferencian de los actuales estudiantes y cómo se siente siendo ‘adulto’ frente a ellos. Allí conocerá a una joven de 19 años (Elizabeth Olsen) que le hará descubrir nuevas experiencias de lectura y de música clásica, mientras de forma paralela su antiguo profesor siente el vacío de una jubilación repentina.
Radnor hace un repaso así a todas las edades importantes del individuo, que marcarán un antes y un después en su forma de experimentar sus vivencias. Con una mágica chispa entre su personaje y el de la hermana Olsen, la historia de amor se queda en una mera excusa para narrar los obstáculos de la juventud y de la madurez, los que siempre existirán a pesar de la edad que se tenga. De forma acertada, aunque perpetuando las cualidades para el amor de sus personajes, el joven director continúa rechazando las comparaciones con el magnánime Woody Allen a pesar de que parece proyectarse hacia una madurez fílmica similar a la del ya establecido genio de la ironía.
Sin duda mejor que la primera, Amor y Letras (Liberal Arts) satisface inquietudes, recomienda autores, critica a los productos culturales de masas y desvela secretos. La tercera cinta de Radnor puede confirmarse como el triunfo definitivo tras este tímido pero logrado intento de filosofía juvenil.
Lee la entrevista con el director, Josh Radnor, y participa en el concurso de dos pósters de la película, Amor y Letras