El ser humano está poseído de muchos elementos motores que le desplazan a lo largo de su vida, y el amor es sin duda uno de ellos, aunque no debemos olvidarnos que tan importante es amar como ser amado. El gran acierto de Amor y otras Drogas, reside en que la historia entre Maggie (Anne Hathaway) y Jamie (Jake Gyllenhaal) se superpone y vence claramente al envoltorio de la industria farmaceútica en el que se nos presenta esta falsa comedia romántica, porque la historia de amor y desamor de sus protagonistas es algo más.
Amor y otras Drogas, nos propone un viaje que va más allá de la dulce y acaramelada sucesión de imágenes vacías de las que está plagada la historia del cine, y a las que en este caso, su director Edward Zwich, ha acertado de pleno a la hora de filmar los famosos desnudos de sus protagonistas y las secuencias de cama, porque ha tenido la rara habilidad de presentarlas cargadas de una naturalidad aplastante, muy lejana de los falsos arquetipos cinematográficos. Maggie y Jamie hablan en la cama, además de hacer el amor, y lo hacen envueltos en sus miedos y contradicciones que ejercen de freno de algo que para ellos se ha convertido en su propia droga.
El premeditado toque indie de esta película que no lo es, se plasma en la película en los decorados de los escenarios elegidos (sobre todo la casa de Maggie) o en la presencia de la palabra follar en los diálogos entre ellos, o en las camisetas de Gyllenhaal o en la aparente falta de maquillaje de Hathaway, que sólo con su sonrisa nos atrapa el corazón (sin duda es la actual sonrisa de América) y con esa falta de formalismos, Zwich nos acerca mucho más la historia que nos cuenta y la hace más real y cotidiana.
La pareja de Anne Hathaway y Jake Gyllenhaal funciona a las mil maravillas, y se nota que entre ellos hubo una gran dosis de química en el rodaje, lo que hace más creíble la historia. Los profundos y tortuosos ojos de Gyllenhaal ejercen de potentes imanes sobre su compañera de reparto y nos recuerda en su mirada a los grandes atormentados del cien americano (James Dean y Montgomery Clift), del mismo modo que la sonrisa de Hathaway por sí misma es suficiente para arrastrarte allí a donde ella te quiera llevar, y en esta ocasión, ejerce de perfecto recurso cinematográfico a la hora de enganchar al espectador.
Sí, Amor y otras Drogas nos quiere mostrar algunos de los pecados capitales de la industria farmacéutica, pero lo hace de una forma poco creíble y plagada de los tópicos que todos ya conocemos. Lo que desgraciadamente no convierte a este film en una grandiosa película, y de ahí, que desechemos esa parte de la historia, porque más allá de ese envoltorio, hay una gran historia de miedos y anhelos, de amor y desamor, que esta vez resulta tan real, que a la salida del cine somos conscientes que dentro de todos nosotros siempre hay una necesidad de amar y ser amado.