Los signos parecían inequívocos: se acabaron las estrellas, formato televisivo, algún zoom que hacía saltar las alarmas, un tema que remite a sus obras de juventud pero adaptado estéticamente, qué flaqueza, a los nuevos tiempos...
Algunos aspectos del film que fueron utilizados como argumentos por sus defensores - la frescura, la limpieza en la mirada, la capacidad para la "elipsis sentimental" y el empeño en respetar y tratar de comprender en lugar de ironizar o recelar de comportamientos de personajes impulsivos que tal vez se parecían a lo que el propio Hawks alguna vez fue - imagino que fueron poco útiles para esgrimirlos como bazas convincentes si tampoco funcionaron para defender "Hatari!", que en el fondo gustó a todo el mundo (como "Mogambo" de Ford) ya fuese considerada un divertimento africano o una obra maestra.
Debería ser suficiente - nunca lo ha sido ni para Hawks ni para nadie y es parte de la explicación de su poca fama - una sola razón para volver a ver "Red line 7000": simplemente es una de sus cinco obras más emocionantes (no exactamente las mejores, pero casi: para mí junto a "Red River", "Only angels have wings", "To have and have not" y "Today we live" y no debe ser casualidad que la última y quizás también la penúltima o nunca tuviesen o hayan perdido respectivamente partidarios con el paso de los años) y de entre ellas, la más fulgurante y seca, la que menos se da a querer y probablemente la que más certeramente difumina (demoliendo tópicos debe ser algo así como su "7 women" particular en el terreno de las relaciones amorosas, del mismo año además) el tantas veces expuesto déficit de madurez de sus personajes masculinos frente a los femeninos.
Ese factor, la plasmación de los sentimientos de los personajes, sobre el que se asienta y retroalimenta, que trata de fijar (tan sencillamente en, por ejemplo, las mejores escenas de plano-contraplano de su carrera) por extensión o contraposición de lo que sucede en la pista de carreras y en el fondo evita cuidadosamente prodigar para que la película no se convierta en un catálogo de preguntas y respuestas, apenas deja margen para desarrollar grandes teorías críticas.
Basta con recordar que toda la peripecia argumental arranca con la muerte de un piloto, Jim Loomis, que en su única aparición en plano, dice haber encontrado tal vez a la chica de su vida, algo verdadero. No cabe frivolidad cuando se parte de un punto tan grave como ese ni desde luego propicia que la película tenga estructura de comedia - aunque pueda resultar divertida puntualmente - con lo que ya desde el arranque empieza poniendo en solfa las expectativas de quien, dispuesto a pasar un rato distraído, se acerque a ella.
Hawks balancea su atención y sigue con cuidado de no perder detalle, como un director novel, las idas y venidas de sus actores y actrices, exponiéndolos de la forma más apropiada (en tiempo, en dimensiones del plano, en ángulo... como un veterano) a la luz de los focos para que veamos cómo son y por qué se comportan de la forma en la que lo hacen, sin juzgarlos, sin detenerse nunca porque todo gira sin descanso y nada puede hacerse para trascender y sin buscar lecciones para la posteridad, penetrando certera, desarmantemente en la verdad que hay en cada palabra que dicen y en cada movimiento que ejecutan.
Si ese debiera ser siempre el objetivo de cualquier cineasta, esta es una de las más grandes películas.