¡Amparo Baró!: ¡Cumpleaños feliz!

Publicado el 20 septiembre 2009 por Burgomaestre

Hoy cumple setenta y dos años, la cual cosa es suficiente motivo como para felicitarla efusivamente. Si nos detenemos a considerar que sigue felizmente activa y que fue distinguida en diciembre del 2007 con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, con cincuenta años cumplidos de labor profesional, los motivos de celebración se multiplican.

Amparo Baró San Martín nació en Barcelona el 21 de septiembre de 1937. Completados los estudios de bachillerato, comienza la carrera de Filosofía y Letras, la cual abandona cuando, tras ver actuar a Asunción Sancho en “Seis personajes en busca de autor”, queda embrujada por el hechizo del teatro. Impulsivamente, irrumpe en el universo escénico, ingresando en la compañía del Teatro de Cámara, animada por unos amigos. Debuta ante el público en la cúpula del Coliseum de Barcelona en la obra “El burlador de Sevilla”, haciendo el papel de una mujer mucho mayor que ella, la duquesa Isabela. En la temporada 56/57 Amparo Baró es contratada por la compañía del Teatro Windsor de Barcelona, que encabezaban artísticamente el matrimonio formado por Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal, y de cuya gerencia se encarga el productor Alfredo Matas (quien reemplazaría, por cierto, al primer actor en el corazón de la primera actriz). No pasa mucho tiempo antes de que surja una oportunidad de acceder a un papel de importancia. La primera actriz, Amparo Soler Leal, sufre un ataque de apendicitis y la jovencísima Amparo Baró debe sustituirla. Se trata de la obra “Harvey”, de Mary Chase, ganadora del premio Pulitzer, de la que James Stewart había protagonizado una película dirigida por Henry Koster en 1950, después de haberla representado en Broadway. Compartiendo el escenario con Marsillach, Amparo Baró deslumbró con su talento desde el mismo inicio de su carrera. Otro gran valedor de la actriz entra en juego en esta su etapa primera: Jaime de Armiñán. Todavía en 1957, la compañía del Teatro Windsor estrena una obra suya, “Café del Liceo”, a partir del cual evento, la andadura profesional de Amparo Baró se hallará ligada repetidamente tanto al autor de la comedia como a su director escénico. El verano siguiente, la compañía se incorpora a los “Festivales de España”. Amparo Baró fragua el armazón de su oficio con compañeros de la talla de José Luis López Vázquez, Luis Morris, Venancio Muro, Olga Peiró, Eugenio Domingo, Conchita Bardem, Paco Melgares o José María Caffarel. Representa en aquel entonces “Mi adorado Juan”, de Miguel Mihura, “Bobosse”, de André Roussin, y “El pan de todos”, de Alfonso Sastre. Con la misma compañía se trasladará a Madrid, donde desarrollará en lo sucesivo la mayor parte de su carrera profesional. En la capital obtendrá en 1959 un éxito personal, dirigida por Cayetano Luca de Tena, en la obra de Lilian Hellman, “Calumnia” (la misma que llevará dos veces al cine William Wyler), al lado de Mayrata O’Wisiedo . También, siendo todavía una veinteañera, realizará una gira por Sudamérica. Para entonces (en 1957, concretamente) ha debutado ya, asimismo, en el cine, (medio que la ha desaprovechado insistentemente), en el film de Antonio Isasi-Isasmendi, “Rapsodia de sangre”, rodado en una Barcelona que simulaba (con bastante acierto) ser Budapest. El mismo director la convocará nuevamente para su arriesgado film, “Tierra de todos” (1961), tal como señalamos ya en este weblog en la entrada dedicada a Fernando Cebrián, uno de los dos protagonistas masculinos de la película.

Pionera de la televisión española ... ¡y hasta hoy!

La eclosión de la joven actriz Amparo Baró en el teatro quizá no tuvo la correspondiente resonancia cinematográfica (participó, eso sí, en muchas películas populares, tales como “Margarita se llama mi amor” (Ramón Fernández, 1961) o “La chica del trébol” (Sergio Grieco, 1963, con Rocío Dúrcal), aunque en papeles de poco relieve), en cambio, de la mano de Jaime de Armiñán y de Adolfo Marsillach (por cierto, muy buenos amigos entre sí) Amparo Baró encontrará en la pequeña pantalla el medio idóneo para dar continuidad a su trabajo sobre el escenario y alcanzará la máxima popularidad. Emitiéndose en directo desde los míticos estudios del Paseo de La Habana (que Adolfo Marsillach describe en sus memorias como estructurados alrededor de su cantina e impregnados de un persistente aroma a frituras, a las que era adepta su titular), al creciente número de televidentes se le fueron sirviendo espacios dramáticos muy frecuentemente debidos a las fértiles imaginaciones de Jaime de Armiñán o de Adolfo Marsillach y con el fresco, inteligente y delicado rostro de Amparo Baró como vehículo actoral. A “Galería de maridos”, su debut en la televisión, que se produjo en 1959, original de Armiñán y con Marsillach de protagonista (quien, por cierto, tenía la mala costumbre de presentarse en el estudio con el papel mal aprendido y tenía que recurrir a menudo a “chuletas” escondidas y “capotes” de la Baró), siguió “Mujeres solas”, serie del primero que tuvo su continuación en “Chicas en la ciudad”, teniendo como compañeras de reparto a las sensacionales Maite Blasco, Elena María Tejeiro, Alicia Hermida, Paula Martel e Irán Eory. También de Armiñán serían las consecutivas “El personaje y el mundo”, “El hombre, ese desconocido”, “Cuentos imposibles”, “Los refranes”, “Las doce caras de Juan”, “Las doce caras de Eva”, mientras que Adolfo Marsillach escribiría los guiones de tres series que contarían con Amparo Baró en su reparto: “Silencio, se rueda”, “Silencio, vivimos” y “Silencio, estrenamos”.

Pero detengamos aquí la parrafada. No es esta una entrada destinada a glosar la trayectoria de Amparo Baró. Nos proponemos tan sólo felicitarle por su cumpleaños, recordando a aquella muchacha que gustaba de tocar la guitarra y cantar para sí, apasionada de los viajes, a la que Fernando Vadillo (autor asimismo del retrato que acompaña estas líneas) entrevistaba en las páginas de Tele Radio en el ya lejano año 1963. La futura brillante protagonista de tantos “Estudios Uno” y “Novelas”, la digna heredera de la mejor tradición de actrices cómicas (sin eludir por ello el género dramático), la presencia inexcusable en la obra de un creador como Jaime de Armiñán, la archipopular Soledad Huete de la exitosa teleserie “Siete vidas”, interrogada entonces por el periodista en los siguientes términos: “En qué soñaba usted cuando debutó en el teatro, Amparo?”, replicaba (a sus veinticinco años): “Nunca ambicioné nada a largo plazo, sino aquellas pequeñas cosas que iban surgiendo en mi camino”. Hoy Amparo Baró sigue felizmente en el camino y si echa la vista atrás (por aquello de cumplir años), seguro que lo que ve le hace sonreír, como ella nos ha hecho sonreír al público a lo largo de todos estos años.

PD: Por una dichosa casualidad, en esta ocasión se nos amontonan las felicitaciones. Resulta que tal día como hoy (aunque algunos años antes que Amparo Baró) vino al mundo nuestro querido amigo, el escritor de novelas “pulp” y actor, Juan Gallardo Muñoz , más conocido como Curtis Garland (entre otros muchos seudónimos, menos populares), y también (sólo que unos cuantos años más tarde) -¡casualidad de casualidades!-, su editor actual, el responsable de Editorial Morsa, nuestro común amigo Gabriel. Felicidades también para ellos, acompañadas de un cibernético abrazo fraterno.

PD2: Con retraso, pero con toda admiración y respeto, felicitamos hoy a Carmen Maura y a Rafael Álvarez “El Brujo”, dos sensacionales actores que han cumplido años recientemente (la Maura el pasado día 15 y don Rafael ayer mismo, día 20) y que si no han tenido su entrada de homenaje no es por falta de aprecio hacia su innegable talento, sino porque este burgo tiene su corazoncito y es precisamente ese músculo el que le impulsa a ofrecer al mundo estas chapuceras entradas. Ya saben, amigos, a quien echarle la culpa de todo este desaguisado.

PD3: Sigo con "lo del Tasso".