Ampliación del campo de batalla (Michel Houellebecq) versión 2.0.

Publicado el 12 mayo 2010 por Pelirrosa

A petición de un buen amigo, os cuelgo la crítica "extraoficial" que escribí sobre esta novela. Así también puedo volver a insistir para que la leáis ;-)
Hoy ha vuelto a morir mamá


“Las páginas que siguen constituyen una novela; es decir, una sucesión de anécdotas de las que yo soy el héroe”. Un héroe que nunca volvería a ser el mismo desde Kafka y con el que Houellebecq (Isla de Reunión, 1958) irrumpía en las letras francesas cual enfant terrible arrastrando a su ingeniero informático a la dimensión más trágica de la vida.

Cuatro años antes de que Las partículas elementales fuera considerado el mejor libro en lengua francesa, un treintañero se aniquilaba en un columpio, del nihilismo al existencialismo, que mantenía la cadencia de un delirio altamente destructivo.

“Desprovisto tanto de belleza como de encanto personal, sujeto a frecuentes ataques depresivos, no respondo en modo alguno a lo que las mujeres buscan de forma prioritaria”. Parecía que el tiempo hubiese quedado suspendido durante 52 años y que aquel extranjero que sudaba ostentosamente en el entierro de su madre hubiera reaparecido en una sala del Ministerio de Cultura, alejado durante dos años de las mujeres que le “abrían sus órganos” y resignado a instalarse “de forma estable en una vida ausente”.

El campo de batalla al que amablemente se abría el protagonista tenía forma de sociedad neoliberal, un escenario anodino dilatado por la decepción de una generación de perdedores que no encontraba salida a su inconformismo y en el que “las relaciones humanas se vuelven progresivamente imposibles, lo cual reduce otro tanto la cantidad de anécdotas de las que se compone una vida”. Eran años en los que algunos archivaban las nuevas creaciones artísticas en la carpeta Generación X y en los que los guapos Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados asomaban sus ojazos en entrevistas para trabajos de alta cualificación.

No es de extrañar entonces que la voz que Camus lanzó al mundo literario en plena Segunda Guerra Mundial se volviera a repetir cuando los universitarios tomaron conciencia de que no existía la tierra prometida (malditos cuentos de Disney y Príncipes de Bel-Air).
Con un lenguaje seco, duro y directo asistimos, sin poder poner el punto y seguido en ninguna página, al declive emocional de un protagonista que de pronto se transforma en un ser observador del feísmo y patetismo de su compañero de viaje, como Roquetin observara aquel vaso de cerveza en el bar. Parece como si de pronto Jean-Paul hubiera hecho las paces con Albert y hubieran convencido a Houellebecq para que nos amargara el día.

Sí, es una mezcla tremendamente explosiva, peligrosa y francesa, así que no se asuste si en la lectura de algún párrafo le entran ganas de tirarse por la ventana o acariciarse las venas con una cuchilla. Es todo culpa de Houellebecq y de su prosa demoledora. Fuera sigue habiendo niños jugando en el parque, pronto entrará un nuevo email a su bandeja de entrada y cuenta con la seguridad de que no lloverá eternamente. De todas formas, si no consigue creérselo, tenga a mano la siguiente guía de lectura.

1. Sírvase un café, o mejor un whisky, y enfréntese a las 174 páginas de Ampliación del Campo de Batalla como si de un duelo se tratara.


2. Dolerá, pero usted sabrá que es bueno que duela.


3. Tolere y admita todo lo que lea.


4. Intente salir reforzado de la experiencia.


5. Fúmese el cigarro que tanto le va a apetecer.


Entonces sólo tendrá que inhalar el espeso humo recordando el discurso al que acaba de enfrentarse, haciéndole caso sólo a medias a las teorías tremendistas del ingeniero informático y convenciéndose de que usted no ha fallado el blanco de la vida. Al fin y al cabo, ya se lo avisaron en la página 48, “Estamos lejos de Cumbres Borrascosas”, y usted lo sabía. Aunque tal vez necesite añadir a su lista un nuevo número:


6. ¿Qué tal si para la próxima semana comienza la trilogía Millenium?


Si ha disfrutado de la lectura, su respuesta será negativa. No importa. Muchos son los escritores que encuentran una fuente infinita de creación en los estados de melancolía depresiva. Y puede que a usted, cuando termine su cigarro, le apetezca abrir una nueva novela y leer “Hoy ha muerto mamá”.
Deberían hacer un estudio sobre el placer masoquista que proporciona la literatura.