Alfred Molina es un actor magnífico. Muy probablemente porque su aspecto es completamente ordinario. No es especialmente guapo, quizás ni siquiera sea atractivo. Su cara no copa las primeras planas de las revistas. Pero dota a cada uno de sus personajes de una profundidad tremenda. Es un actor de los que antes se llamaba de "carácter", como Richard Jenkins. Es capaz de representar -perfectamente- al hombre de la calle, desprendiendo veracidad. En An Education está muy, pero que muy bien. Su papel, el de padre de una despierta jovencita, interpretada por Carey Mulligan, quien borda también una interpretación que hace que esta sea "su"película.
La historia, es la de una adolescente que se enamora de un treintañero. El futuro de la chica parece perfectamente trazado por sus padres. Estos ansían que ingrese en una buena universidad que le permita llegar, en el futuro, a una posición desahogada. Pero todo se tambalea cuando conoce a un hombre que la introduce en un mundo que hasta antes era, para ella, apenas una fantasía.
La trama plantea un tema, aparentemente incómodo. La relación entre un adulto y una menor. Pero el balance de la historia es positivo gracias a la labor de la directora Lone Scherfig y al guión de Nick Hornby, quien escribe por primera vez para la pantalla adaptándo un texto ajeno. Las memorias de la periodista Lynn Barber.
Hornby se ha distinguido por la manera en la que analiza las relaciones humanas y por sus personajes. Lo primero lo hace de manera realista, pero al tiempo tierna. Muy humana.Por su parte, sus protagonistas, al menos hasta ahora, eran hijos de su época. Hombres, en la treintena, pero al tiempo niños grandes que se buscan refugios (la música, el fútbol) al proceso de asumir responsabilidades.En An education hace una cosa bastante curiosa. Cambia el sexo de la protagonista, la edad y la hace más "decidida". Salvo querer tener una vida sofisticada y bohemia, lo único que preocupa a Jenny es le conformismo, de sus padres, de sus compañeras de clase... Frente a ella, David (Peter Sarsgaard), comienza dando la sensación de ser un adulto capaz de dominar la situación, para poco a poco irse mostrando, cada vez más, como un ser inseguro y -por momentos- infantil. De hecho, David es un personaje totalmente Hornby, lo que hace más significativo el trabajo de adaptación de un material ajeno.
También es interesante el momento en el que se sitúa la historia, el Londres de los primeros años sesenta, el que aún están abiertas las cicatrices de la II Guerra Mundial, pero donde -a un tiempo- se gesta la ciudad que es hoy. Pero hay un aspecto muy interesante. Como plantea que la falta de dirección afectiva de las generaciones recientes, puede venir del interés de nuestros padres de que contásemos con una educación que nos resolvería la vida... aún cuando no aprendimos a enfrentarnos a ella.
Un aspecto a destacar. La construcción de los personajes. Apenas un gesto, una mirada sirve para describirlos. David es ejemplar, sibilino, encantador y con bastantes matices. La presencia de estos es importante, porque luego abrirá el abanico de opciones que se presenta ante laprotagonista se abra. Puede elegir entre el rol de profesora, aparentemente, amargada (Olivia Williams o Emma Thompson) o de mujer, que parece ser libre y que no es, en el fondo, más que un bonito florero (Rosamund Pike).
Sobre todo por lo que me ha gustado la película es por sus ágiles diálogos, por la manera, muy elegante -muy british... para tratarse de una directora danesa- en la que está filmada, y al tiempo flexible, como se ve en el fragmento francés, en estilo nouvelle vage. Y también por como todo está muy bien planteado, muy cerrado. Se trata de una historia, contada desde el humor y el drama, de como se aprende lo verdaderamente importante en la vida, a encontrar el lugar de uno mismo en el mundo.