Ya he comentado en otras ocasiones lo mucho que he disfrutado con la serie Los Tudor protagonizada por Jonathan Rhys Meyers. Una historia y una época, la de Enrique VIII convulsa y muy intensa, especialmente el periodo que compartió junto a Ana Bolena, su segunda esposa. "Ana Bolena y la pastelera Real" de Suzannah Dunn retrata la relación que mantuvieron el Rey y Ana Bolena desde el comienzo, hasta el triste final de ella, decapitada para dar paso a la tercera esposa, Jane Seymour. La novela realmente se titula "The Queen of subtleties" (La reina de las sutilezas), un título mucho más acorde con el contenido y mucho más sugerente que el que le han dado en español (odio que cambien los nombres de los libros o películas, es completamente ridículo), un título el español que puede echar para atrás a muchos lectores. Volviendo a la historia, ésta recrea de manera libre, aunque siguiendo los acontecimientos históricos, la figura de Ana Bolena, porque, como está claro, nadie sabe cómo hablaba o cómo pensaba realmente la reina. Ana escribe desde su confinamiento en la Torre de Londres una carta a su hija Isabel (quien más tarde será la reina Isabel I), en la que le cuenta cómo sucedió todo. Además, completamos la historia a través del testimonio de Lucy Cornwallis, la pastelera del Rey, quien nos acerca a la historia desde un punto de vista más terrenal. Aunque la parte de la pastelera es totalmente ficticia, el personaje está inspirado en una persona real, la señora Cornwallis, que fue pastelera Real, y a la que el Rey le regaló una casa en agradecimiento por sus servicios. Ésta narración a dos voces hace mucho más interesante la historia, por un lado los salones Reales y el lujo, por otro las cocinas y la gente humilde, el fuerte contraste que había entre unos y otros. Además he disfrutado mucho de las explicaciones de la cocinera sobre cómo se elaboraban los dulces de la casa Real, figuritas esculpidas en azúcar que constituían verdaderas obras de arte, todo un alarde del poder y la fastuosidad de las fiestas y banquetes que organizaba Enrique VIII. Sin ser una novela rigurosamente histórica, la lectura es de lo más amena, y supone un buen acercamiento a éstos personajes desde un punto de vista más humano.
Ya he comentado en otras ocasiones lo mucho que he disfrutado con la serie Los Tudor protagonizada por Jonathan Rhys Meyers. Una historia y una época, la de Enrique VIII convulsa y muy intensa, especialmente el periodo que compartió junto a Ana Bolena, su segunda esposa. "Ana Bolena y la pastelera Real" de Suzannah Dunn retrata la relación que mantuvieron el Rey y Ana Bolena desde el comienzo, hasta el triste final de ella, decapitada para dar paso a la tercera esposa, Jane Seymour. La novela realmente se titula "The Queen of subtleties" (La reina de las sutilezas), un título mucho más acorde con el contenido y mucho más sugerente que el que le han dado en español (odio que cambien los nombres de los libros o películas, es completamente ridículo), un título el español que puede echar para atrás a muchos lectores. Volviendo a la historia, ésta recrea de manera libre, aunque siguiendo los acontecimientos históricos, la figura de Ana Bolena, porque, como está claro, nadie sabe cómo hablaba o cómo pensaba realmente la reina. Ana escribe desde su confinamiento en la Torre de Londres una carta a su hija Isabel (quien más tarde será la reina Isabel I), en la que le cuenta cómo sucedió todo. Además, completamos la historia a través del testimonio de Lucy Cornwallis, la pastelera del Rey, quien nos acerca a la historia desde un punto de vista más terrenal. Aunque la parte de la pastelera es totalmente ficticia, el personaje está inspirado en una persona real, la señora Cornwallis, que fue pastelera Real, y a la que el Rey le regaló una casa en agradecimiento por sus servicios. Ésta narración a dos voces hace mucho más interesante la historia, por un lado los salones Reales y el lujo, por otro las cocinas y la gente humilde, el fuerte contraste que había entre unos y otros. Además he disfrutado mucho de las explicaciones de la cocinera sobre cómo se elaboraban los dulces de la casa Real, figuritas esculpidas en azúcar que constituían verdaderas obras de arte, todo un alarde del poder y la fastuosidad de las fiestas y banquetes que organizaba Enrique VIII. Sin ser una novela rigurosamente histórica, la lectura es de lo más amena, y supone un buen acercamiento a éstos personajes desde un punto de vista más humano.