Ana de Jesús, maestra y discípula

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Descarga el texto

Ildefonso Moriones, ocd

Detalle de su pedagogía

Francisca de la Madre de Dios, novicia de Ana de Jesús, decía entre otras cosas a la madre Beatriz de la Concepción, que le pidió noticias para escribir la vida de su Maestra:

“Madre mía, ya sabe V.R. cómo nuestra santa madre Ana de Jesús a todas las novicias que entraban en religión nos hacía luego hacer confesión general y nos decía los pecados que sabía ella que teníamos vergüenza o encogimiento de confesar y decía: ‘Yo hice este pecado y le confesé de esta manera’; y así decía todos los pecados que habíamos hecho y de la manera que los habíamos de confesar. Y yo le dije: ‘Madre mía ¿cómo dice V.R. que ha hecho estos pecados siendo míos propios? Sí, que por facilitarnos y enseñarnos cómo los hemos de confesar nos dice V.R. que los hizo y cómo los confesó’. Y entonces se rió y me dijo que yo era su hija y así que mis pecados eran suyos lo mismo que yo. Me dice nuestra madre Catalina de la Cruz, que así le pasó a ella y la madre Leonor Bautista y nuestras hermanas Luisa del Salvador y la santa Isabel de Jesús, a quien guarde Dios”.

  Discípula de san Juan de la Cruz

De completar la formación de Ana de Jesús, y de revelarle los más íntimos secretos del ideal teresiano, se encargó fray Juan de la Cruz. Ella misma cuenta cómo se conocieron en 1570 cuando todavía los dos primeros descalzos no habían cumplido el primer bienio de vida y todo era entusiasmo por la madre Teresa:

“Antes que profesase, me trajo nuestra Madre a la fundación de esta nuestra casa de Salamanca; y en Mancera, que está en el camino, estuvimos las que veníamos en el convento de los frailes Descalzos, y nos mostraron y dijeron lo que nuestra madre Teresa de Jesús y su compañera Antonia del Espíritu Santo les habían trazado y enseñado a componer en la fundación de aquel convento, en el cual estaban entonces los primeros dos descalzos que había habido, que era por prior el padre fray Antonio de Jesús y por suprior el padre fray Juan de la Cruz, los cuales habían recibido todo el orden y modo de proceder que tenían de nuestra santa Madre, y ella nos contaba con gran gusto las menudencias que ellos la preguntaban, y del arte que cinco años, poco más o menos, después que hizo la primera casa de monjas, se los había Dios traído estos dos Padres. Y ellos en particular me dijeron a mí misma muchas cosas de las que en esto pasaban, con que sé cierto fue tan fundadora de ellos como de nosotras, y en ese lugar la tienen todos ellos y tendrán siempre” (BMC 18, p. 464).

El segundo encuentro tuvo lugar ocho años más tarde. Fray Juan viene de la cárcel de Toledo con el cuerpo deshecho y el alma llena de Dios, y en el locutorio de Beas encuentra un oasis de paz para su espíritu. Apenas se entera la Santa de que fray Juan ha sido nombrado prior del Calvario, se apresura a comunicar a sus monjas de Beas la buena noticia recomendándoles que se pongan bajo su dirección y encargando a fray Juan que las atienda:

“Certifícolas que estimara yo tener por acá a mi padre fray Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacía el comunicarle. Háganlo ellas mis hijas con toda llaneza, que aseguro la pueden tener como conmigo mesma y que les será de grande satisfacción, que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras. Por acá le echan mucho de menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios que ha ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo las acuda, y sé de su gran caridad que lo hará en cualquiera necesidad que se ofrezca”.

Fray Juan, apenas recobró las fuerzas suficientes, comenzó sus viajes semanales del Calvario a Beas para ocuparse de la dirección espiritual de las religiosas.

I. Moriones