- Lo mejor será que la niña no sobreviva -fue la respuesta del médico ante la cara atónita de unos padres primerizos.------------
Es de Paradas (Sevilla) y hace 37 años, con poco más de un kilo de peso, empezó Ana María su andadura por esta vida, su carrera de obstáculos por un camino demasiado empedrado. Con labio leporino, fisura palatina y graves problemas en la vista, afrontaba un futuro incierto y una lucha necesaria. Pero ya, desde la incubadora, demostró esa fortaleza y salió de aquel pozo negro para acurrucarse en los brazos de su madre e iniciar la maratón más dura de su existencia. Y sí, fueron sus padres quienes, tras los primeros escozores y lágrimas, se dispusieron a desafiar a todo el mundo para sacar a su hija adelante, demostrando un amor infinito y una entrega sin parangón. Aquel ser insignificante, de cristal indeleble, tenía la fiereza de un ejército. Y lo iba a demostrar con creces.Desde el principio, con plegarias infinitas, voluntad de hierro y esperanzas renovadas, los padres de Ana María se remangaron valientemente, para ponerse manos a la obra. Multitud de intervenciones quirúrgicas para corregir los problemas de la boca y de los pies, angustia por la paulatina pérdida de visión de sus ojos y una carrera contra el reloj de la vida. Cada entrada en el quirófano era una cumbre superada, una deuda con el tiempo y una etapa más entre los escollos. Pero lo que más sorprendía a todos era el talante rocoso y luchador de aquella niña quebradiza. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar?Poco a poco fue creciendo, con sus problemas en la mochila, sus limitaciones físicas y los prejuicios de los viandantes; pero aquella niñita contaba con un arma secreta: un corazón enorme y un alma de guerrero espartano. Desde los 5 años, y gracias a la insistencia de sus abnegados padres, Ana María empezó sus estudios y continuó hasta que obtuvo el título de Técnico Superior en Administración y Finanzas. No se detuvo en aquel punto, eso no iba con ella. Animada y decidida, le cogió rápidamente el pulso a internet, buscó trabajo con ahínco, realizó cursos y aprendió otros oficios y actividades. Era un ejemplo de VOLUNTAD Y DECISIÓN, DINAMISMO Y PASIÓN (por encima de toda barrera) Pero la vida no se había olvidado de ella y se lo recordó de una forma muy cruel. Inesperadamente, con 35 años perdió la visión del ojo derecho y apenas le quedó un hilo de luz por el izquierdo. Fue un palo duro, demasiado duro. Y en aquel momento, estuvo a punto de hundirse, como nave a la deriva. El tiempo se había detenido para Ana María y nada tenía sentido para ella.Un día, despertando de aquel letargo infernal, cual ave fénix, más fuerte y vital, resurgió de sus cenizas y miró al mundo con los ojos de su alma indestructible. Levantándose sobre la roca del olvido, salió de su ostracismo y mostró a todos que no estaba vencida. Demostró su increíble capacidad de aprendizaje y adaptación cuando a los dos meses sabía leer en Braille y empleó otros dos para desenvolverse con su bastón que, según Ana María, le había dado una soltura y seguridad jamás esperada. Estaba viva, se sentía viva y tenía ganas de vivir.