Anacreonte

Publicado el 23 septiembre 2014 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

Posted by diego ospina on 23/09/2014 · Dejar un comentario 

Anacreonte

Del libro: Líricos y Bucólicos griegos

Pocos detalles se poseen sobre la vida del poeta griego llamado Anacreonte. Se sabe que nació en Teos, ciudad de la Jonia, hacia el año 560 A.C. y que Polícrates, tirano de Samos lo tuvo largo tiempo en su corte. Cuando este príncipe callo víctima de la perfidia del sátrapa de la Lidia, Anacreonte se fue a vivir al lado de Hiparco, gran protector de las letras y que se complacía en rodearse de los poetas más ilustres de su época. Más tarde, Anacreonte acepto la hospitalidad de los Aleuadas, en la Tesalia, y ya viejo regreso a su ciudad natal, donde termino plácidamente sus días en edad muy avanzada.

La obra de Anacreonte fue considerable. Escribió gran número de odas, de himnos, de epigramas. Pero de todo ello solo se han salvado  y han llegado hasta nosotros fragmentos. También se consideran suyos algunos poemas épicos, aunque modernamente los eruditos los han desechado, por cuanto no resulta verosímil que un poeta del amor, tan placido y delicado, escribiera odas u otros cantos de tono épico. También ha sido muy discutida la autenticidad de odas eróticas que nos han llegado bajo su nombre, y solo una o dos de ellas han llegado bajo su nombre, y solo una o desde ellas son consideradas como realmente suyas por los críticos. Además, los fragmentos citados por los antiguos autores griegos y latinos como originales de Anacreonte, no constan en las odas que poseemos como suyas. Sea como fuere, la mayoría de estos pequeños poemas están compuestos con tanta precisión y elegancia, poseen una tan suave emoción, son tan sobrios y delicados, y están escritos en un estilo tan vivo, fino, gracioso y juguetón, que no puede dejarse de creer que quien los escribió debió poseer un espíritu eminente y un talento refinado, como seguramente debió serlo el verdadero Anacreonte.

No puede negarse que fue el prototipo del perfecto gozador de la época llamada aristocrático-helénica. Es un poeta finamente sensual, muy conocedor de la vida y del corazón humano; el verdadero poeta del amor, clásicamente considerado como el más elegante de la escuela eólica, o primera escuela, pues a la segunda pertenecen Safo y Erina.

De: un libro gratuito escaneado por google sobre Anacreon

Fue Anacreon el más florido ingenio de su edad. Platón le llama Sabio, y toda Ja antigüedad Poeta dulcísimo: sus opiniones son las más felices que ha producido la, imaginación de un mortal.

En la Colección de Odas que nos quedan con su nombre, las menos son de aquel bellísimo ingenio: hay en ella muchas escritas a pesar de Apolo, y sin el favor de las Musas. Es bien fácil, según la idea que tenemos de Anacreon y del carácter de sus poesías, conocer cuáles no le pertenecen; pero no lo es tanto saber cuáles sean verdaderamente suyas. El buen gasto de los griegos, y su deseo de imitar las celebradas gracias de Anacreon, junto con la halagüeña y fácil filosofía que hay en este género de composiciones amorosas y bachicas, es la causa de que entre las Anacreónticas haya algunas de malos Poetas, y tal vez de buenos. Mas a pesar del tiempo, de los Lite ratos perdidos por parecer Poetas, y de la turba de miserables Copiantes y Críticos, se halla en esta Colección un pequeño, pero precioso resto de las bellísimas composiciones del Poeta de Teyo, que fue las delicias de la culta Grecia.

Escribió Anacreon de amores y de vino en dialecto jónico, de los más antiguos y graciosos lenguajes de Grecia; pero con singular escogimiento de las voces más bellas, quiero decir, más dulces y más expresivas de la lengua: su versificación es muy delicada, muy fácil y armoniosa; más todas estas gracias desaparecen en las mejores traducciones.

Esta que ofrezco al Público se debe a los años más deliciosos de mi vida, cuando estas ligerezas y distracciones son tan propias del descuido de los pocos años, como naturales a la frescura de la edad más dulce y apacible.

Añado algunos versos de mi gusto

Un día, mientras tejía una corona, divisé al amor bajo las rosas. Le cogí por las puntas de las alas y lo sumergí en el vino; después tomé la copa y apuré su contenido; y aún ahora siento en mí un leve cosquilleo: es el contacto acariciante de sus alas.

La naturaleza ha dado cuernos al toro, pezuñas a los caballos, agilidad  a las liebres, y anchas fauces armadas de dientes a los leones. Ha permitido a los peces nadar, a los pájaros volar, a los hombres concebir nobles pensamientos. Nada le quedaba ya para dar a las mujeres. Y entonces les dio la belleza, más poderosa que todos los escudos y que todas las espadas. La mujer bella triunfa sobre el hierro y el fuego.

Es una pena amar, y otra pena no amar; pero lo más penoso es fracasar cuando se ama. El nacimiento no es nada para el amor. Talento, amable humor, él lo desdeña todo. Solo quiere al dinero. ¡Ay! ¡Maldito sea el primero que amo el dinero! Para el no existen ya hermanos ni parientes; él es quien engendra las guerras y los asesinatos; pero lo peor es que el causa la desgracia de los amantes.

El amor no había visto a una avispa que estaba acurrucada dentro de una rosa, y ella le pico en el dedo. Corre, vuela gimiendo, hacia la bella Citerea. “¡Estoy perdido, me muero! Una pequeña serpiente con alas me ha picado; los aldeanos la llaman avispa”. “¡Ah! –Le dijo su madre-. Si el dardo de la avispa causa tanto daño, piensa, amor, cuanto deben sufrir aquellos a los que tu hieres”.

Si Pluto permitiese a los mortales comprar muchos días y una vida larga, yo velaría sobre mi oro, con celoso cuidado, y cuando llegase la muerte tomaría un poco de él y se alejaría. Pero ya que, por ser mortal, no puedo prolongar mi vida a ningún precio, ¿para qué gemir en vano? ¿Por qué lamentarme? Si la muerte en inevitable, ¿de qué me sirve el oro? Prefiero beber un vino dulce y cuando haya bebido reunirme con mis amigos; y, sobre una muelle cama, gozar los placeres de Venus.

Mortal he nacido, para seguir la ruta de los mortales. Sé cuántos años he visto alejarse, pero ignoro cuanto espacio me queda por recorrer. ¡Lejos de mí, tristezas! Nada quiero tener ya en común con vosotras. Antes de que me sorprenda el término fatal quiero jugar, reír, danzar, siempre con el hermoso Baco.

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