Muy poco después de haber publicado Mediodía en la otra orilla (Universidad de Murcia, 2000), Ángel Manuel Gómez Espada ofreció a sus lectores el volumen de relatos Anales de la casa subterránea (Editora Regional, 2002), donde reunía doce narraciones cortas de inteligente factura y perfecta ejecución.El lenguaje se utiliza en ellos con una divertida frescura adolescente, y las finuras del estilo comparten habitación en sus páginas con instantes de bien dosificado coloquialismo (registro en el que desde siempre el autor ha brillado de manera especial) y hasta con vocablos que los manuales de retórica observarían con rancio gesto de prevención (carajo, joder, hostia, puñetero, cojones, putada, coño, etc). Dentro del volumen resultan también muy llamativas las frecuentes muestras de humor, que van desde el tono negro de “Felpudo maldito” hasta el tinte agridulce de “La chica del póster”, pasando por la socarronería carcajeante de “Obra narrativa completa de Lucas Yerbabuena” o los matices macabros de “Una antología”. Los cuentos titulados “A orillas del Oise” (elegante y con un espléndido final melancólico) y “Pérdidas” (bellamente breve) podrían figurar en cualquier antología del relato murciano, por la forma perfecta en que han sido resueltos.Repite mucho un amigo mío que lo que se va a ser, se va siendo. El formidable escritor al que actualmente conocemos ya alboreaba en estas páginas.
Muy poco después de haber publicado Mediodía en la otra orilla (Universidad de Murcia, 2000), Ángel Manuel Gómez Espada ofreció a sus lectores el volumen de relatos Anales de la casa subterránea (Editora Regional, 2002), donde reunía doce narraciones cortas de inteligente factura y perfecta ejecución.El lenguaje se utiliza en ellos con una divertida frescura adolescente, y las finuras del estilo comparten habitación en sus páginas con instantes de bien dosificado coloquialismo (registro en el que desde siempre el autor ha brillado de manera especial) y hasta con vocablos que los manuales de retórica observarían con rancio gesto de prevención (carajo, joder, hostia, puñetero, cojones, putada, coño, etc). Dentro del volumen resultan también muy llamativas las frecuentes muestras de humor, que van desde el tono negro de “Felpudo maldito” hasta el tinte agridulce de “La chica del póster”, pasando por la socarronería carcajeante de “Obra narrativa completa de Lucas Yerbabuena” o los matices macabros de “Una antología”. Los cuentos titulados “A orillas del Oise” (elegante y con un espléndido final melancólico) y “Pérdidas” (bellamente breve) podrían figurar en cualquier antología del relato murciano, por la forma perfecta en que han sido resueltos.Repite mucho un amigo mío que lo que se va a ser, se va siendo. El formidable escritor al que actualmente conocemos ya alboreaba en estas páginas.