Aunado a esto el país es el segundo con mayor número de católicos en el mundo - 96, 300, 000; según datos reportados por el censo de dos mil once realizado por Pew Research Center’s [Foro sobre religión y vida pública] con sede en la capital de EU - sobra decir, además, que América [el continente] es la región del mundo donde habitan más fieles de la religión que lidera Joseph Ratzinger, con poco más del cuarenta y siete por ciento total.
Del veintitrés al veintiséis de marzo [de dos mil doce] el papa Benedicto XVI realizó la primer visita a un país hispanohablante del continente americano: México.
Además de motivar e inyectar o impulsar el catolicismo en México, el cual cae vertiginosamente en las fronteras y al sur de la nación, Roma quería generar un impacto mediático con el llamado sucesor de Pedro ya que pese a que el 83.3% de mexicanos se declara católico -y de ellos muy pocos son realmente practicantes- no todos se sentían identificados con su líder espiritual. La sombra de Wojtyla pesa mucho en suelo latinoamericano....
Y es que incluso los medios durante la transmisión confundían el nombre y nombraban al líder católico como Juan Pablo II; las comparaciones, además, no dejaban de mencionarse. Era evidente -tanto en ellos como en la población en general- que el nombre y peso del papa polaco no desaparece después de ya tantos años de su muerte. Wojtyla generó una época y marcó la religiosidad de muchos y contra eso quiso luchar, a su modo, Ratzinger.
El primer e incluso el segundo día se notó una asistencia de fieles un poco débil; la cifra oficial [3.5 millones de visitantes en total durante el viaje] no llegó a la expectativa del Episcopado Mexicano pero gracias a las televisoras, tanto las dos principales [y casi únicas] cadenas nacionales como algunas emisoras de señal privada que transmitieron los eventos, el impacto se logró.
Bien lo dijo Federico Lombardi [director de la sala de prensa vaticana] luego de la despedida popular que sostuvo el pontífice en el sitio dónde pasó las tres noches en México: el objetivo fundamental de la vista se ha cumplido.
¿Cuál era? Para mi, amable lector, hacer click con la población mexicana [e incluso con toda Latinoamérica]. Las palabras de despedida del pontífice fueron épicas: Ahora puedo entender por qué el papa Juan Pablo II decía ahora me siento un papa mexicano.
El vocero del Vaticano agregó además en su conferencia de prensa: se quería lograr que el santo padre mantuviera un encuentro personal logrando superar la distancia existente entre él y los mexicanos; y los latinoamericanos.
Y es que en las encuestas rápidas que realicé sobre las impresiones de la visita [el día que partió el pontífice a Cuba, 26 de marzo de dos mil doce] todo los católicos me respondían: si me convenció, me gustó, o cosas similares; siendo curioso el hecho de que el día de su arribo [viernes 23 de marzo, 2012] ellos mismos expresaban su escepticismo y sentimiento de lejanía hacia el jerarca. Ver sonreír al papa me encantó me dijo una amiga.
Es que gracias a la magia de los medios de comunicación tanto los católicos piadosos como los de nombre o los fervientes participantes en misa solo los días de ceremonias como bautizos y bodas presenciaron, vivieron y se cautivaron con la figura del hombre vestido de blanco que lidera la religión más poderosa del mundo.
La edad tan avanzada, el dominio del castellano, su historial académico [que conocieron gracias a las múltiples reseñas durante las transiciones] y el saber que estuvo durante bastante tiempo como mano derecha del amado papa Juan Pablo II hicieron que la devoción hacia el polaco se inclinara por Benedicto XVI. Y esto se logró más que nada gracias al poder de los medios de comunicación y a la astucia de Ratzinger de dejarse llevar por el calor latino.
Se le dio pan y circo al pueblo para calmar el ferviente reclamo ante tanta violencia. El pan: la figura del papa. El circo: los recorridos del papamóvil, el pontífice sonriendo y abrazando gente, el presidente de una República laica sumiso ante el Jefe de Estado del Vaticano, los candidatos políticos a la presidencia puntuales a misa dominical. Todo esto, su conjunción, calmó a las masas fervientes de una explicación por tanta adversidad y generó, en ellos, una filiación hacia su guía espiritual.
Más allá de los tintes electorales atribuidos a la visita papal [al venir en plena campaña electoral para presidente] o del anhelo -sincero- del Vaticano de brindar un mensaje de paz y esperanza al pueblo el viaje logró que, casi siete años después, por fin el mexicano, el latinoamericano, vinculara e identificara con la palabra papa, pontífice o sucesor de Pedro la imagen del teólogo alemán.
Benedicto, hermano, ya eres mexicano fue la porra o el canto más sonado entre los católicos que acudieron a la cita pastoral; recordemos que el calificativo de mexicano era, hasta antes de la visita, exclusivo para el pontífice polaco. Con esta frase se reafirmaron las palabras de Lombardi. Imagen | The telegraph Viñeta | El Economista