Revista Cine

Análisis de Trilogías y Sagas: Toy Story 3

Publicado el 26 noviembre 2010 por Cinefagos

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“Woody despierta de una vez. Eso se acabó, ¡Andy se ha hecho mayor!” Jessie.

 

Si ya cuesta encontrar secuelas que estén a la altura de la película original, el esfuerzo es mucho mayor en las terceras partes. Siempre se corre el riesgo de repetir y multiplicar lo que se vio en anteriores entregas pensando que si espectador disfrutó con cinco transformers, por qué se lo iba a pasar mejor con veinte. Además, las trilogías suelen crearse de la siguiente forma: la primera película muestra la presentación de unos personajes, con una historia por lo general cerrada, pero dejando abierta la posibilidad de crear secuelas. Después, la segunda cuenta con unas presentaciones un poco más forzadas (buscando los puntos fuertes de cada uno de los personajes), creando una historia nueva que deja, por lo general, a uno de los personajes en una situación trágica y desesperada, en suspenso para ver qué ocurre con la tercera y última película. Así pasó en “Regreso al futuro”, “La guerra de las galaxias”, “Piratas del Caribe”, “Matrix”  y muchas más de las que ahora no me acuerdo.

Sin embargo ese no es el caso de “Toy Story”, una saga en la que cada entrega funciona como películas independientes, quizá porque sus personajes nos son de sobra conocidos. Cada una de ellas tiene una aventura cerrada, pero enmarcadas en la vida de un chico, Andy, que a lo largo de los quince años que ha tardado en completarse se ha convertido en poco más que una Imagen de la juventud, la inocencia y la infancia.

Todos, niños, adultos y jóvenes, saben quién es ese niño, aunque no le recordamos muy bien porque su presencia es casi anecdótica, pero parece tener en común con nosotros esa energía y esas ganas de vivir.

Así que Toy Story 3 nos lleva al tramo final, a la única conclusión posible, a algo que ya se intuía en el final de la segunda entrega pero que Woody necesita que se lo digan a la cara, tal y como pone en el inicio del post. Recuerdo cuando, al mencionar esa frase, el público en la sala soltaba una especie de gemido. Y es que esa línea de diálogo me recuerda a cuando en “El retorno del Rey”, Sam se defiende con la espada y Gollum recibe un corte en el vientre. Te da la sensación de que hasta aquí ha llegado, de que todo se termina y que, incluso los niños generados por ordenador, tienden a crecer.

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Cuando Pixar anunció que iba a recuperar a los juguetes más famosos de la historia del cine, la sensación general fue la de la decepción. El estudio había enlazado joyas como “Ratatouille”, “Wall-e” y “Up”, por lo que no tenía mucho sentido anclarse en el pasado. Además, ya había esbozos de la película, que estuvo a punto de quedarse fuera de las manos del estudio. Disney quería sacar su propia versión, y creo que salió por ahí una trama acerca de todos los juguetes en una caja rumbo a Japón, aunque hoy día ya no podría asegurarlo. Yo vi rápidamente las dos anteriores y vi el alto listón que tenían, aunque quizá, al ser de las primeras, el público se había olvidado un poco de cómo eran y sólo se acordaban de la forma de los personajes. Después de hacerse con la posibilidad de continuar la historia por su cuenta, los creadores del film lograron hacer en sólo un fin de semana la trama de la película. De lejos la más oscura, adulta, humana, realista, espectacular y emocionante de todas las que han salido del estudio de la lámpara.

 

Sin embargo existen cinéfilos (a los que nos gusta imaginar con grandes gafas de pasta y escuchando grupos de música tan extraños que parece que aún no existen), que se niegan a considerar el cine de animación, o el dirigido a un gran público, como algo válido para sus tan exquisitos paladares, y que no toleran que se diga que Toy Story puede ser una de las mejores trilogías de la historia del cine, superando por ejemplo a otro especial que tengo abierto “El Padrino”. Así que vamos a echarle un vistazo y analizarla lo mejor que podamos.

 

*                           *                         *

 

La película se inicia con un precioso fondo azul con nubes blancas, una imagen que se repite a lo largo de la trilogía para, de inmediato, meternos en la acción. Un tren recorre el salvaje Oeste y de allí sale El Señor Patata, cargado con grandes bolsas de dinero. Entonces, en menos de un segundo, un látigo le tira al suelo y aparece el Sheriff Woody, caminando por lo alto del tren. En la sala de cine y gracias al efecto 3D, el vaquero parece medir dos metros de altura, y ya se nos han ganado. Pero aparece la Señora Patata, armada con nunchakus y gritos al más puro estilo Bruce Lee, haciendo volteretas y pegando patadas de Kárate y bolsazos al estilo Jiu Jitsu. En seguida te introducen a Jessie y Perdigón, para ver cómo El Señor Patata decide llamar a sus compinches para escapar de una inminente trampa mortal.

En esto que aparece un Corvette rosa tripulado por alienígenas (sí, sí, habéis leido bien). Los malos huyen dejando caer el tren por un precipicio, y Jessie reacciona con un exagerado dramatismo. Una luz azul emerge del fondo del barranco acompañado de un sonido tan bajo que notas cómo te vibra en el pecho y aparece el mejor justiciero de todo el universo, al más puro estilo Superman.

 

Después de eso el combate continúa en una historia tan épica como bizarra. Y nos damos cuenta de que los diálogos se repiten, porque todo forma parte de la imaginación de Andy. Las fanfarronadas acerca de perros con campos de fuerza y dinosarios con la pista de audio de Jurassic Park son las mismas que se decían en los primeros minutos de la película original, por lo que se demuestra que la capacidad de un niño para imaginar no conoce límites, ni siquiera los de la cordura. Puede haber una nave espacial con forma de cerdo en mitad del salvaje Oeste, porque así es cómo él lo ve. Creo que fue Pablo Picasso quien dijo que todos los niños son artistas y que el problema era seguir siéndolo al crecer. Así regresamos al mundo de Andy, y vemos gran parte de su crecimiento y vida con los juguetes. Historias fantásticas y sin ningún sentido, el vínculo que les une… etc. De fondo suena la famosa canción de “Hay un amigo en mí” y, si te paras a pensar, te das cuenta de que se corta justo en el momento en que dice: lo nuestro no morirá…

 

Pero así es. Tras un fundido a negro nos encontramos a los juguetes encerrados en un baúl, haciendo lo imposible por llamar la atención de su amo, un chico que pronto se irá a la universidad y los dejará. Parece que hace mucho tiempo que no juega con ellos, y están preparados para irse al desván. Parece el fin de una larga relación amorosa, y vemos que no todos los juguetes lo han conseguido. De las decenas que había en la primera película, a tan sólo los pocos que hay en el baúl. Ellos son los últimos supervivientes de toda una vida, y no parecen muy contentos con su destino. Andy los mete en una bolsa de basura para subirlos al desván, pero en un descuido, la madre los lleva al contenedor sin darse cuenta y están a punto de ser destruidos. Esta escena es un regalo del director, Lee Unkrich a su mujer, que en una mudanza tiró sin querer todos los peluches de ella a la basura al confundirse de bolsas.

Sin embargo la basura es importante para todos los juguetes. Woody ya soñó que le tiraban en la segunda película, y parece ser la muerte, el más aterrador de todos los destinos. Cualquiera que haya sido niño habrá experimentado la impotencia de ver cómo la basura se lleva algo que consideras tuyo, y te los imaginas aplastados entre la suciedad, en un sitio del que no regresarán jamás.

 

Pero aunque escapan de los pelos del camión de la basura, los muñecos ya no quieren regresar a la casa y deciden ir adonde han ido los otros juguetes: a la guardería Sunnyside como donaciones. Woody intentará convencerlos de que todo se trata de un error, pero quedarán encerrados y serán llevados a la guardería. Allí, son recibidos de inmediato por todos los juguetes, cientos tal vez de muñecos perfectamente diseñados en los que se nota que los de Pixar saben lo que se hacen. No se trata simplemente de un muñeco, sino que se recorrieron todas las jugueterías buscando los modelos perfectos. Ahí están las grúas, los pulpos, los muñecos insectoides con músculos… el Nenuco armado con su biberón, que tan mal rollo da cuando sus ojos dejan de ir a la par… y conocemos a Lotso, por si no os habéis dado cuenta, el primer personaje de peluche de la saga. Su diseño fue muy difícil de hacer porque requiere muchos puntos de articulación, ver dónde se desgasta y cómo se arruga, algo que hasta ahora no podían hacer. Todos estos detalles técnicos no tiene por qué darse cuenta el público, y es de agradecer que no sean como Michael Bay y otra gente que dice: mira, es un personaje de peluche, mira, fíjate bien, date cuenta de cuánto me ha costado crearlo. Ignorar todo eso es un acierto. Él es quien les cuenta el funcionamiento de la guardería, un lugar donde nadie les abandonará, donde jugarán con ellos y donde estarán bien durante el resto de sus vidas. No un niño, sino muchos de ellos.

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Además, entonces es cuando aparece uno de los mejores personajes de toda la película: Ken (Michael Keaton), un muñeco denominado como “el complemento más sobrevalorado de Barbie”, y un modelo calificado a sí mismo como “varonil y ejemplo a seguir”.  Ken se convirtió en un filón de chistes acerca de su ambigua sexualidad y su terrible gusto por la ropa, y queda de inmediato emparejado con una muñeca Barbie.

Todo pinta muy bien, pero Woody no quiere quedarse, ni siquiera quiere admitir que lo que él llevaba tanto tiempo esperando (que Andy creciera tanto como para marcharse), ha sucedido, por lo que decide abandonar a sus amigos y regresar a casa. Sin embargo, poco antes de que los niños irrumpan en el aula, vemos que los demás juguetes se esconden. Y descubrimos por qué. Porque son unos cabroncetes incansables, unos monstruos que se dedican a destrozar todo lo que encuentran a su paso. Es una secuencia histérica y mareante pero que retrata muy bien a los niños de esa edad. En un fugaz vistazo, Buzz descubre que en otra aula los niños son tan amables y cuidadosos como él hubiera querido.

 

Mientras tanto, Woody intenta salir de la guardería, pero queda atascado en un árbol y una niña, la hija de la dueña de la guardería, se lo lleva a casa. Se trata de Bonnie, una niña con una portentosa imaginación que disfruta de una inagotable energía y que hace sentir a Woody más vivo que nunca en los últimos años. Hay muchos detalles interesantes, como el guiño al estudio Ghibli y su “amigo Totoro”. Y ahí descubrimos que SunnySide no es un lugar tan bonito como parece en un principio por boca de un viejo inquilino de la guardería, el payaso sonrisitas. Y para hacer honor a ese nombre, Sonrisitas en un payaso achaparrado y con pinta de haber envejecido en bares de mala muerte, con una voz tan profunda, una expresión tan asqueada y un tono tan dramático que parece que en cualquier momento va a sacar un cigarrillo y va a escupir el humo hacia el techo. Con sólo verle, el público se echa a reír a carcajadas. Así conocemos al villano que no es sino Lotso, un malévico oso que además, “huele a fresas”. Y conocemos sus motivaciones, que son similares a las del Capataz de “Toy Story 2”. No es un ser malvado porque sí, sino que era el peluche más querido del mundo. Losto, sonrisas y el nenuco aterrador eran propiedad de una niña que un día los perdió. Los juguetes buscaron una forma de regresar con su dueña pasando multitud de penalidades pero, cuando la encontraron, los padres le habían regalado a la niña un peluche igual. Lotso se destrozó por dentro al sentirse olvidado, traicionado y sustitudo, y obligó a sus dos compañeros a salir de allí. Así es como encontró Sunnyside, y cómo creó su propia cárcel de la que Woody es consciente, tendrá que ayudar a sus amigos a escapar.

 

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Pero tienen más problemas, y es que Buzz, haciendo gala una vez más de su profunda inestabilidad mental, es capturado por los malos y puesto en modo “Demo”, lo que le convierte de nuevo en ese ser estricto y un poco fascista que encarcela a sus antiguos amigos en una improvisada prisión. Allí, Lotso les instruye ante los valores de adaptarse al grupo y de los inconvenientes de la rebelión. Así que los amigos, con la ayuda de Woody, intentarán escapar poniendo en práctica un calculado plan que parece sacado de cualquier película carcelaria. Y es que aunque todo esté a escala, no se regodean en ello como se suele hacer en las películas donde los protagonistas son minúsculos, sino que prefieren dar la sensación de que todo está a un tamaño lo suficientemente grande como para hacer daño. Los focos, los camiones de reconocimiento, todo da a entender que Sunnyside es un campo de concentración horrible del que hay que escapar. Y de ahí rescataría dos grandes momentos. Uno de ellos es cuando el señor Patata coloca sus piezas en una tortita y va caminando como si hubiera acabado de descaparse del estudio de un artista moderno, y el otro es el “reseteo” al que someten a Buzz y que le pone en modo “Español”. Y sí, es un Buzz Lightyear lleno de topicazos, porque los españoles ni hablamos así ni nos comportamos como si trabajásemos en un culebrón venezolano. Pero es un detalle verle hablar en nuestro idioma (aquí en España fuimos más allá y le pusimos voz de gitano gracias a “El Cigala”) y bueno, no nos quejaremos porque nos dejan como auténticos conquistadores. Es curioso que en la primera película costaba mucho que Buzz considerase a alguien como su amigo y aquí no necesite más que darle un par de besos a alguien. También es genial la parte en la que Barbie se nos muestra como una chica poco materialista rompiendo prendas de coleccionista de Ken (tras un increíble pase de modelos con música disco incluido y frases del tipo “para el tenis… ¡para la Luna!”). ¿Es posible que haya alguien como Ken?

Llegamos al lugar donde empieza el “más difícil todavía”. La única salida de Sunnyside es el contenedor de basura, donde los protagonistas son cercados por Lotso y el Nenuco diabólico, que en última instancia y al igual que Darth Vader, se rebela contra su creador y lo arroja a la basura. Pero Lotso se niega a terminar así y arrastra a Woody, por lo que todos saltan para ayudarle. Buzz sigue en modo Español y recoge a Jessie en brazos mientras esquivan los escombros, en una impagable escena ralentizada donde vemos cómo de “guay” puede llegar a ser nuestro astronauta.

 

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La siguiente es la parte más difícil desde el punto de vista técnico y la más emocionante de todas: ese vertedero que tanto se parece al infierno donde Lotso y los demás van a parar, pasando por varias cadenas de selección que se encargan de triturar la basura hasta convertirla en un finísimo polvo que se dirige al último paso, el incinerador. En ese momento Lotso les pide ayuda a Woody y Buzz para detener la cinta, pero les traiciona mostrando toda su rabia, toda la tristeza que siente dentro de él, demostrando que está completamente amargado y destrozado. Las palabras “¿Dónde está tu niño ahora, sheriff?” es lo último que logran escuchar antes de caer al incinerador.

Y de allí no hay salida. Es una cuenta atrás hasta llegar a ese sitio donde los juguetes van a morir. No a ser destruidos, sino a perder sus vidas, algo que el espectador ya les ha otorgado. Se trata de una escena memorable donde no hay lugar para el sentimentalismo barato. Ya no saben qué hacer, y se cojen de las manos esperando, cerrando los ojos y deseando que todo pase rápido cuando, los alienígenas del Pizza Planet los sacan de allí usando a su dios personal “el gancho”.

 

Han logrado acabar con el terror de Lotso, pero ellos están solos y lejos de casa, y Andy está a punto de marcharse. Eligió a Woody para llevárselo a la universidad, quizá como último vínculo emocional, así que hay que devolverlo a la caja antes de que se marche o quién sabe cuándo le podrá volver a ver. Ha llegado el momento de que los demás ocupen su lugar en el desván, y quizá sea lo que tengan que hacer. Así que se encaraman a un camión de la basura (donde podemos ver por un fugaz instante a Sid Phillips, el niño falto de cariño de la primera película, que parece haberse convertido en un fan de la música cani o discotequera) y volver a casa… por última vez. Sin embargo, tras las despedidas oportunas, donde somos conscientes de cuánto ha pasado el tiempo debido a cómo está de viejo el perro de la familia, Woody decide interactuar con su amo para sugerirle que los done, que no los deje relegados a un oscuro rincón donde un día sean descubiertos, quizá dentro de muchos años. Además, le da la idea de quién puede ser la niña ideal.

Y Bonnie es quien hereda cada uno de los juguetes viejos de Andy, y reconoce a Woody también, que se ha metido en la caja con los demás. El momento en que ella va a cogerlo y Andy retira la mano, por instinto, hizo que mucha gente empezase a llorar. Al fin y al cabo no era sólo su despedida, sino la nuestra también. Ha llegado el momento de dejar marchar a Andy a la universidad y de dar por cerrada una etapa de su vida. No sólo por parte de los juguetes, sino por esos padres que ven cómo sus hijos han crecido y se marchan, algunos tal vez para siempre. Andy, Woody, Buzz, el señor patata, jessie y los demás son parte de nuestra infancia, aunque tengas cuarenta años ahora mismo. Nos recuerdan que no podemos dejar que una parte tan importante como nuestra infancia se pierda en el camino, y que existen ideas como la muerte, los celos y la madurez que pueden ser explorados en una película que ya no es para niños, sino para absolutamente todos los públicos. No en vano, quienes lloran al final, son los padres, conscientes de que hoy están allí con sus pequeños viendo una película sobre juguetes parlantes pero que, al igual que Woody, un día todo eso terminará.

 

“Toy Story 3″ se convirtió en la película animada más taquillera de todos los tiempos. Hubiera funcionado igual de bien sin el 3D, pero no le afecta en absoluto. En mi opinión, las tres dimensiones funcionarán el día que no se necesiten gafas y que no seamos conscientes de que está en una película, todo lo contrario que “Avatar” o el resto de producciones. Lo importante es contar una historia que ha ocupado gran parte de nuestras vidas y que está pensada y planificada hasta el borde de la perfección. Es una trilogía redonda, quizá la más coherente de todas las sagas de la historia del cine. Una obra de arte, una exaltación de la amistad y la infancia y, sobre todo, la historia de un niño, y su vaquero.

 

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Para leer la primera parte del especial de Toy Story pincha aqui

Para leer la segunda parte del especial de Toy Story pincha aqui

Análisis de Trilogías y Sagas: Toy Story 3IP Anónima


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