Análisis económico del Cambio Climático

Publicado el 20 mayo 2011 por Drgen @DrGEN
Václav Klaus El siguiente texto es la mala traducción de la ponencia que el presidente checo Václav Klauz pronunció el 10 de Mayo de 2011 en Cambridge en la conferencia llamada “Conferencia sobre Ciencia y Economía del Cambio Climático“.

Como se darán cuenta, el post lleva un título distinto al de la ponencia ya que lo considero más orientativo de su contenido.
Sin más, la ponencia:

La Doctrina del Calentamiento Global no es Ciencia: Notas para Cambridge.

Sin respetar el título de la conferencia, continuaré utilizando el término calentamiento global, en lugar de su sustituto, ya con señales de retirada, pero en cualquier caso confuso término cambio climático. Y no voy a centrar mi charla en el actual o potencial calentamiento global venidero porque – dados los datos disponibles y los argumentos científicos – no lo veo como un fenómeno que nos esté amenazando.

Hablaré acerca de la Doctrina del Calentamiento Global (DCG) porque esta doctrina, no el calentamiento en sí mismo, es el tema del día y el principal peligro que enfrentamos. Este conjunto de creencias es una ideología, sino una religión, que vive más o menos independientemente de la ciencia climatológica. El clima y la temperatura son usados o muy usualmente mal usados en un conflicto ideológico acerca de la sociedad humana. Es frustrante que los políticos, los medios y el público, engañados por una propaganda agresiva organizada por los exponentes de la DCG y todos sus colegas de viaje, no vean esto. Espero que esta conferencia sea de ayuda en este sentido.

He expresado mis puntos de vista acerca de este tema en numerosas charlas y artículos presentados o publicados en los últimos años en todo el mundo. Mi libro “Planeta Azul (No verde). ¿Qué está en peligro: el clima o la libertad?“[1] ha sido traducido a 17 idiomas. Hablé sobre el mismo varias veces también aquí en Gran Bretaña, en Chatham House cuatro años atrás [2], y más recientemente en la Global Warming Policy Foundation [3]. También importante fue mi charla en la Conferencia sobre Cambio Climático de la Naciones Unidas de New York en Septiembre 2007 [4].

La DCG no ha presentado aun su texto de referencia, no ha encontrado aun su Karl Marx quien escriba su “Manifiesto“. Esto es parcialmente porque nadie quiere estar explícitamente conectado con él, y parcialmente porque no es fácil de formular.

Al Gore, el monarca La DCG, esta nueva encarnación del ecologismo, no es un concepto monolítico que pueda ser fácilmente estructurado y resumido. Es una cascada de argumentos flexible, bastante inconsistente, y póbremente conectada, razón por la cual ha tenido tanto éxito en escapar al escrutiño de la ciencia. Habita confortablemente en el fácil y autoprotector mundo de la falsa interdiciplinariedad (que no es más que la ausencia de disciplina). Un enfoque similar fue utilizado por los exponentes de uno de los precursores de la DCG, la Doctrina de los Límites del Crecimiento. Algunos de sus protagonistas fueron los mismos.

Lo que sigue es mi intento para resumir mi lectura sobre esta doctrina:

  1. Comienza con la afirmación de que existe un indiscutible y no discutido, confirmado empiricamente, estadísticamente significativo, global, no regional o local, calentamiento;
  2. Continúa con el argumento de que las series temporales de calentamiento global exhiben una tendencia creciente, no lineal, tal vez exponencial que domina por sobre los componentes cíclicos y aleatorios;
  3. Este desarrollo es considerado peligroso para la gente (en los ojos de los ecologistas suaves) o para el planeta (entre los ecologistas “profundos”);
  4. El crecimiento de la temperatura es interpretado como un fenómeno antropogénico que es causado por la creciente emisión de CO2. Estas son consideradas consecuencias de la actividad industrial y del uso de combustibles fósiles. La sensibilidad de la temperatura global a incluso pequeñas variaciones en la concentración de CO2 se supone que es alta y creciente;
  5. Los exponentes de la DCG nos prometen, sin embargo, que hay esperanzas: el aumento de la temperatura en curso puede ser revertida reduciendo las emisiones de CO2 [5];
  6. Ellos también saben cómo hacer esto. Quieren organizar la reducción de las emisiones de CO2 por medio de directivas (u obligaciones) emitidos por las instituciones de “gobierno global“. Se olvidan decirnos que esto no es posible sin poner en peligro la democracia, la independencia de los paises, la libertad humana, el progreso económico y la oportunidad de eliminar la pobreza en el mundo. Ellos suponen que la reducción en las emisiones de CO2 traerán beneficios que superarán los costos.

Este simple esquema puede ser, indudablemente, mejorado, extendido, suplementado o tal vez corregido en muchos sentidos por los distinguidos participantes de esta conferencia pero creo que su estructura básica es correcta. El faltante “Manifiesto de la DCG” debería contruirse sobre estos lineamientos.

Hay muchos desacuerdos acerca de esta doctrina entre científicos en ciencias naturales, como quedó demostrado aquí esta mañana, pero también conozco la postura de científicos sociales, especialmente economistas, quienes no se compran esta doctrina tampoco. Estos dos campos no suelen hablar seriamente entre ellos. Sólo entran en contacto con los autoproclamados interdisciplinaristas del otro campo. Los científicos sociales se sorprenden por las declaraciones autoritarias del tipo “la ciencia está establecida”, los científicos en las ciencias naturales asumen a priori que no hay nada “duro” en las ciencia sociales.

Los políticos – luego de haber perdido todas las demás idiologías – celebran el arribo de esta nueva. Ellos apuestan a que la carta del calentamiento global es un juego fácil de jugar, al menos a corto o mediano plazo. El problema es que no tienen en cuenta las consecuencias a largo plazo de las medidas propuestas por la DCG.

Permítanme esbozar brevemente lo que el campo de la economía tiene para decir sobre esto. Es, por supuesto, un esquema preliminar, no una afirmación del tipo “la ciencia está establecida“.

  1. Los economistas creen en la racionalidad y eficiencia de las decisiones espontáneas de los individuos libres antes que en la sabiduría de los gobiernos y sus consejeros científicos. No niegan la existencias de fallos en el mercado, pero su cuencia y la lectura de la historia les permite sostener que las fallas de los gobiernos son mucho mayores y más peligrosas. Ellos consideran a la DCG un caso de gravísimo error gubernamental que socava los mercados, la libertad humana y la prosperidad;
  2. Los economistas, al menos desde Frederic Bastita, consideran que es su deber alertar a los políticos contra las consecuencias indeseadas de sus acciones y contra no dierenciar entre lo que se ve y lo que no;
  3. Los economistas saben algo acerca de la escacez y sobre la importancia de los precios y advierten contra cualquier intento de jugar con ellos. Creen en los análisis costo-beneficio y en la racional aversión al riego, no en el principio de precaución. Tienen una bastante desarrollada especialidad llamada “economía de la energía” que no debiera dejar de tenerse en cuenta.
  4. Están conscientes de las externalidades porque fueron ellos quienes formularon ese concepto. Entienden su enorme complejidad y lo consideran peligroso en manos no calificadas. Luego de décadas de estudios no ven de forma prematura al mundo como lleno de externalidades negativas;
  5. Los economistas basan sus pensamientos acerca de eventos intertemporales en un más sofisticado concepto de descuento[6] el cual discutiré más adelante;
  6. Los economistas tienen cierta experiencia en el análisis de series temporales. Estadística y econometría utilizadas en análisis económicos están llenas de sofisticados modelos no utilizados en ciencias naturales porque están mayoritariamente basados en el análisis de muestras de datos de corte transversal. Saben algo de problemas, con la calidad imperfecta de datos, acerca de errores de medición, acerca de extracción de datos, acerca de la precariedad de todo tipo de promedios y otras características estadísticas. También tienen alguna experiencia con el modelado computacional de sistemas complejos, con pseudocorrelaciones, con ajustes en la sensibilidad de parámetros, etc. Por esa razón están convencidos que tienen derecho a formular observaciones sobre los análisis estadísticos de los climatólogos.
Economía del Cambio Climático Luego de este breve esbozo de la forma de penamiento económico, permítanme realizar tres, con suerte explicativos, comentarios:

1. Los economistas no creen en el principio de precaución y no ven el resultado comparativo de costo-beneficio de las reducciones de emisiónes de CO2 como favorables, tal como lo hacen los adherentes a la DCG. Saben que las demandas energéticas y los patrones de suministro sólo cambian lentamente y ven el muy alto grado de estabilidad en la relación entre las emisiones antropogénicas de CO2, la actividad económica y la intensidad de las emisiones. No esperan un cambio radical en esta relación. La intensidad de las emisiones (como macrofenómeno) se mueve solo lentamente y no hace milagros. Ellos están, por lo tanto, convencidos de que la muy robusta relación entre las emisiones de CO2 y la tasa de crecimiento económico está aquí y está para quedarse.

Si alguien quiere reducir las emisiones de CO2, o bien debe esperar una revolución en la eficiencia económica (que determina la intensidad de emisiones) o debe comenzar a organizar un declive económico en todo el mundo. Las revoluciones en la eficiencia económica – al menos en horizontes de tiempo relevantes y significativas – no se realizaron en el pasado y tampoco sucederán en un futuro. Fue la reciente crisis financiera y económica, no un milagro tecnológico (ni las prédicas por Mr Pachauri) lo que provocó una ligera reducción en las emisiones de CO2.

Los adherentes a la DCG deberían explicar a la gente de todo el mundo que ellos consideran que el declive económico es inevitable y deseable.

2. Las relaciones estudiadas en las ciencias naturales no son influenciadas por comportamientos racionales (o irracionales), por evaluaciones subjetivas de las variables en cuestión, ni por el hecho de que la gente realiza elecciones. En ciencias sociales, o conductuales, es más difícil. Hacer una elección racional significa prestar atención a relaciones intertemporales y mirar los costos de la oportunidad. Es evidente que asumiendo una tasa de descenso muy baja, cercana a cero, los defensores de la DCG están desatendiendo el tema del tiempo y las oportunidades alternativas.

Utilizar una tasa baja de descenso en los modelos de calentamiento global significa dañar las actuales generaciones (vis-à-vis con las generaciones futuras) y el menoscabo del desarrollo económico actual significa perjudicar a las generaciones futuras también. Los economistas representando muy diversas escuelas de pensamiento, desde W. Nordhaus de Yale[7] a K. M. Murphy de Chicago[8], nos dicen convincentemente que la tasa de descenso – indispensable para cualquier cálculo intertemporal – debe estar cercana a la tasa de mercado, cerca del 5%, y debe estar cerca a la tasa real de rendimiento de capital ya que solo de esa manera sería el costo de oportunidad de mitigación del cambio climático.

No debemos nunca aceptar afirmaciones que digan que utilizando bajas tasas de descenso “protegemos los intereses de futuras generaciones”[9] y que los costos de oportunidad son irrelevantes porque en el caso del calentamiento global “el problema de elección no existe” (p. 104). Esta manera de pensar no económica o mejor dicho antieconómica no debe ser aceptada.

3. Como alguien que personalmente experimentó la planificación central y los intentos de organizar toda la sociedad desde arriba, me siento obligado a advertir en contra de los argumentos y las ambiciones que son muy similares a aquellas con las cuales tuvimos que vivir hace décadas atrás. La arrogancia con la cual los alarmistas de la DCG y sus compañeros de viaje en política y medios quieren suprimir el mercado, controlar la sociedad, dictaminar los precios (directa o indirectamente mediante varias intervenciones, incluyendo impuestos) es algo que conozco bien a partir del pasado[10]. Todos los viejos, ahora casi olvidados argumentos económicos contra el comunismo deben ser repetidos ahora. Es nuestro deber hacerlo.

Para finalizar, estoy de acuerdo con muchos climatólogos serios quienes dicen que el calentamiento que experimentamos o está por venir es muy pequeño. Argumentación convincente puede encontrarse en el reciente libro de Ian Plimer[11]. Estoy de acuerdo con Bob Carter y otros en que es difícil “probar que el efecto humano en el clima puede ser medido” porque “este efecto se pierde en la variabilidad de los cambios climáticos naturales”[12]. Desde el punto de vista económico, en caso de que no ocurra una intervención irracional en contra, las pérdidas económicas relacionadas con tan modesto calentamiento serán muy pequeñas. La pérdida generada como resultado de una lucha completamente inútil contra el calentamiento global sería enormemente superior.

- Václav Klaus, “The Science and Economics of Climate Change Conference”, Howard Theatre at Downing College, University of  Cambridge, 10 May 2011

Fuente: Original en Inglés

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[1] Klaus, V.: Modrá, nikoli zelená planeta Co je ohroženo, klima nebo svoboda?, Praha, Dokorán, 2007; English version: Blue Planet in Green Shackles, Competitive Enterprise Institute, Washington DC, 2008.
[2] The Other Side of Global Warming Alarmism, Chatham House, London, November 7, 2007
[3] The Climate Change Doctrine is Part of Environmentalism, Not of Science, The Global Warming Policy Foundation Annual Lecture, London, October 19, 2010
[4] Speech at the United Nations Climate Change Conference, New York, September 24, 2007. All these and many other texts on this topic are available on www.klaus.cz.
[5] This is what Ray Evans calls „The Theory of Climate Control“, Quadrant, No. 3, 2008.
[6] The misunderstanding of it on the side of the environmentalists brought me into the subject of GWD years ago.
[7] A Question of Balance: Weighing the Options on Global Warming Policies, Yale University Press, June 2008
[8] Some Simple Economics of Climate Changes, paper presented to the MPS General Meeting in Tokyo, September 8, 2008
[9] M. Dore: “A Question of Fudge”, World Economics, January–February 2009, p. 100
[10] I agree with Ray Evans that we experience the “Orwellian use of the words market and price to persuade people to accept a control over their lives”, The Chilling Costs of Climate Catastrophism, Quadrant, June 2008
[11] Plimer, I.: Heaven and Earth: Global Warming, The Missing Science. Ballan, Australia, Connor Court Publishing, 2009.
[12] Heartland Institute’s International Conference on Climate Change, New York City, March 2009, p. 23. Professor Carter’s arguments are more developed in his recent book “Climate: The Counter Consensus”, Stacey International, London, 2010