Análisis suicida: Imagina ser mamá 2

Publicado el 04 marzo 2011 por Portalgameover

Ah, el terriblemente tremendo mundo de las secuelas innecesarias. Uno no puede dejar de preguntarse cómo no hay nadie que pare los pies a los que son capaces de idear semejantes abortos. ¿Tanto costaba imaginar que Grease 2 no iba a recaudar tanto como la primera? ¿O que Super Mario Bros 2 no triunfaría un carajo si no se parecía en nada al primero, cambiando las setas por nabos y las tuberías por puertas misteriosas a las que se accedía lanzando un líquido rojo? ¿O que, puestos a hacer Psicosis IV, sería igual de divertido sacar a Hitchcock de su tumba y empezar a golpearle en los ojos con pinchos afilados?

Ahí está la gracia del asunto: La historia se repite, y de qué forma. Por suerte, tenemos a Ubisoft, salvadores de la humanidad. Estos tipos (también conocidos como “benefactores” o “genios”) pensaron que había juegos suyos en los que el argumento quedaba con muchas lagunas argumentales, y ya iba siendo hora de escuchar a los fans. ¿FarCry? Claro que no. ¿Rayman Raving Rabbids? También, pero no. ¿Prince of Persia? ¡Jamás! ¡El juego del que todo el mundo pedía una secuela a gritos era, sin duda alguna, Imagina Ser Mamá! ¿Es que no os acordáis del impresionante cliffhanger con el que finalizaba el primer juego? En él, nuestra protagonista, Atup (eh, que no dejen poner el nombre y no haremos barbaridades), terminaba su trabajo como canguro quedándose con un bebé por tiempo indefinido, bien por un asesinato de la madre que nunca se nos contó, bien porque los progenitores ya estaban hasta las narices del crío y prefirieron arruinar la vida a una canguro algo descerebrada, o bien porque el juego tenía un bug del tamaño de Arkansas (que, por cierto, no tengo ni idea de si es grande o pequeño, pero qué bien que suena). Ahora, esta segunda parte nos presenta el retorno de nuestra protagonista, más crecidita, creciendo en un ambiente muy diferente al que nos tenía acostumbrada: Atup se ha mezclado con el GTA, y está dispuesta a todo por conseguir venganza. Tal y como os lo contamos. ¿No os lo creéis? ¡Bienvenidos al mundo de Imagina Ser Mamá 2: Mira Cómo Crecen! Nunca una secuela fue tan jodidamente necesaria.

Imagina ser mamá 2 / Ubisoft / Nintendo DS

Tranquilos, ya llegará el momento de explicar qué demonios tiene que ver nuestra canguro idiota favorita con el juego para mayores de 18 años1 favorito de todos. De momento, es de ley empezar por el principio de los tiempos. Al encender la consola, y tras las dos o tres productoras que han estado implicadas en semejante despropósito (a las que imaginamos en un garaje programando con un Spectrum), aparece Picopata, la cigüeña parlante de la primera parte, con un saco bajo su pico. No será la primera aparición del bicho, tristemente. Tras intentar encontrar la escopeta con la que disparar a matar, comprobamos desolados que, en lugar de un minijuego de despellejar cigüeñas, podemos elegir idioma, eso sí, sin música alguna. Mucho mejor, dónde vamos a parar. Ojo, que entiendo que es normal lo de la cigüeña, eh. Tampoco nos iban a plantar a una parejita copulando de manera salvaje. Al comenzar el juego, en la pantalla de inicio tendremos una imagen digna de cualquier pederasta: Un niño rubio medio desnudo y una niña negra con coletas, ambos en pañales, mandando besos al jugador. Dios santo, es como un Love Plus infantil, pero algo subido de tono. Yagh. Investigando el menú, que al menos es sencillote de usar, vemos que hay dos cosas bloqueadas. Wow, esto es como God of War, anonadado me hallo. ¡Si hay cosas bloqueadas, es que hay mucho por jugar! ¡Comencemos la aventura!

Atup, la niña del primer juego, aquella en el que vivía en una casa donde cuidaba de hasta tres bebés a la vez con total impunidad legal y sin que nadie le validara ni un triste ciclo medio, ha crecido y quiere ir a la universidad, lejos de su lugar de origen, para poder continuar con sus actos delictivos. Ante este panorama, los de Ubisoft le han puesto tetas para captar al jugador más hardcore. Sea como sea, Atup llega a la ciudad en autobús, a lo barato, y sin niño alguno, solucionando el cliffhanger a medias. ¿Qué ocurrió con aquél crío? ¿Se lo vendió a la mafia, se hizo de oro y, tras gastárselo todo en drogas, ahora tiene que viajar en autobús? El mismo juego nos lo pregunta: “¿Qué hace ella aquí?”. Oh, quién sabe. Es joven, lleva un vestido corto y no tiene dinero ni nada que perder: ¿Prostitución? ¿Venta de órganos? ¿Stripper? ¿Algo con lo que sacar un buen pellizco en el mercado negro? ¿Robar niños, una vez más? Por supuesto que no. Una carta muy mal introducida en el juego nos anuncia lo que tenemos que hacer. Basicamente, una tal Sol Lete2 nos dice que tiene un pequeño trabajo para nosotros, ya que hemos ido a estudiar un curso de puericultura (porque por lo visto les costaba mucho poner “educación preescolar”) y necesitaremos pagarnos los estudios de alguna manera. El trabajo, como no podía ser de otra manera, trata de cuidar niños. Qué maja la señora Lete. Espero que la mafia llegue pronto a matar para Atup por huir de su deuda millonaria. Tanta puericultura y tanta leche.

Con un sosísimo “Hay yo”, dicho con la voz de Loquendo más inexpresiva que podáis imaginar, Atup habla en voz alta para sí misma diciendo “Por fin estoy en la gran ciudad. Aquí podré estudiar y trabajar criando bebés”. Por supuesto, nadie la mira raro. Ya sabemos que en Madrid es de lo más normal decir lo que estás a punto de hacer a gritos y al lado de perfectos desconocidos. “Por fin estoy en Atocha, voy a comprar el pan”; “me voy a mi casa, a hacer el amor con mi novia de manera salvaje”; “estoy en mi casa, voy a hacerme un zumo de zanahoria porque tengo un gusto asqueroso”; “voy a vender mi bebé a la mafia siciliana”… Si sois de pueblo, no sabéis lo que os perdéis. Algunos hasta aplauden. En fin, cada vez que Atup hable soltará un “Hay yo” o un “Heila Ha” (que o bien son consignas nazis, o el trabajo de una compañía demasiado vaga como para pagar a un doblador de verdad) que hará que queramos bajar el volumen de nuestra consola, y máxime si las onomatopeyas son para recordarnos que la señora Lete nos ha prometido que nos ayudaría a instalarnos en una residencia universitaria. Y ya sabemos lo que eso significa: Experiencias sexuales al borde de lo prohibido, drogas y cuidar al niño de doña Sol. Todos hemos estado en la Universidad, nena.

Total, que aquí aparece el componente GTA: Imagina ser mamá 2 te permite, en plan sandbox, andar por la ciudad a vuestro ritmo, aún indicandoos perfectamente a qué sitios debéis ir si queréis que pase algo. No podéis, claro está, meteros en las casas que no tienen un haz de luz gigantesco animándote a entrar o, básicamente, hacer cualquier otra cosa que no sea hacer las misiones. Así, pronto nos ponemos a caminar por una ciudad enana en la que los tipos del juego se han decidido a que todo sea lo más sutil posible. Si vas a la izquierda, hay unos conos de tráfico que, como todos sabemos, te impiden pasar. ¿A quién se le ocurriría saltárselos? Si intentas pasar por donde no es, el juego simplemente no te deja a pesar de que haya un hueco para poder pasar mediante un muro invisible. Sin embargo, la casa a la que tenemos que entrar está resaltada con una flecha en el suelo y un biberón en el tejado. Lo dicho: Lo último que vi tan sutil fue la última de Steven Seagal. Llegamos a la casa y lo primero que vemos es un bebé bailando una samba. En serio. Alguien ha dejado a su bebé bailando UNA SAMBA y espera que nosotros les ayudemos a ser buenos padres. La cosa es que tenemos que entretener al bebé dándole juguetes o haciéndole cosquillas con el táctil. Los pederastas aprueban este juego con ganas. También los amantes de la samba, pero ese es otro asunto.

A todo esto, la bebé se llama Marisol Lete… ¿Se han unido ya vuestras neuronas, amigos? ¡Efectivamente! ¡Es la hija de Sol Lete! ¡Qué giros argumentales más sólidos! Total, que nos toca pringar mientras Sol se va a la universidad. Ya nos lo imaginábamos: Aprender igual no aprendemos un carajo de puericultura, pero nos vamos a matar a usar sonajeros. La tal Marisol nos reconoce, vete tu a saber por qué, y nos dan la opción de movernos a su alrededor y observar los penosos píxels (grandes, marcados, de esos que te pegan en el ojo y te hacen sangrar) de los que está compuesta. Más que una niña parece un personaje sacado del Alien vs Predator, pero supongo que no estamos aquí para sacar fallos sino para cambiar pañales. Y claro, ya sabéis lo que toca: La niña se divierte mientras la hacemos cosquillas (y eso se representa en que nos lanza… corazones… que rellenan… un contenedor de corazón. ¿Quién nos iba a decir que Imagina ser Mamá 2 se iba a acercar tanto a Zelda?). Y llega la segunda prueba. Joder, qué emocionante. Dar de comer a un bebé de un mejunje naranja3. El bebé come como si no hubiera mañana mientras nos saca la lengua, lamiendo la cuchara y mirándonos con cara de “¿Te gustaría ser la cuchara, eh?”. Enfermo. Esto es un juego para gente depravada. ¿Quién demonios se inventó que esto era para niñas? Es escalofriante.

¡El ataque de los minijuegos sin sentido!

La madre, contenta con el trabajo realizado y viendo que nos van a dar una habitación en la residencia, nos da diez tristes euros y nos deja marchar a nuestro libre albedrío, no sin antes aconsejarnos que hablemos con Oliver, que, suponemos, ha dejado a Benji descansar un rato4. Tú, en voz alta, dices un “¡Genial! ¡Esta vez lo he hecho bien como canguro!” (como faltando un “¡No como aquella otra vez que asesiné a tres bebés con un pelapatatas! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué tiempos!”). Las flechas, que nos indican el camino a seguir, nos llevan hasta otra chica ante la que tenemos que firmar nuestra entrada en la residencia. La chica se llama Mar Mota. MAR MOTA. ¿Lo pilláis? Ah, el fino humor de Ubisoft. Firmamos y entramos en la residencia, que no llegaremos a ver por dentro. Es una especie de posada del Final Fantasy: En el momento en que pisamos las escaleras de la residencia, se hace de noche y despertamos diciendo “¡Qué buen día hace hoy!”. En el mundo de Imagina Ser Mamá 2, la lluvia no existe, y la noche tampoco, pero las elipsis son un primor.

Nada más empezar este nuevo día nos encontramos con Oliver, que resulta ser una especie de maniquí sonriente que nos saluda porque, atención, el decano (¡el decano, nada más y nada menos!) le habló de Atup porque necesitaba un trabajo a tiempo parcial. A ver si lo habéis entendido hasta ahora: Atup llega desde el pueblo hasta la ciudad y la señora Sol Lete le deja cuidar de su bebé. Por algún jodido motivo, el decano de la Universidad, un hombre ocupado y lleno de problemas, le ha dicho a un estudiante con pinta de maniquí de plástico que Atup necesita un trabajo a tiempo parcial, y ella solo quiere estudiar puericultura y sobrevivir con diez euros al día. Algo falla, amigos. Oliver, ¡oh sorpresa!, nos dice que si queremos trabajar como canguros. Jo-der, no vi algo así desde la muerte de Aeris. ¡Originalidad al máximo! Como no hay opción de decir que no, Atup acepta encantada como la pava, sosa y despreciable universitaria pija que es. Oliver, que es así de majete y despreocupado, le da una agenda electrónica con el plano de la ciudad. Se ve que no les quedaban en papel, y por eso de no quedar mal… ¿Qué importa gastarse doscientos euros más o menos en una agenda electrónica para cada alumno? Es más, Oliver le pasará cada día, a saber cómo (¿telepatía?), las sesiones de canguro que están disponibles. Qué encanto. Después de darnos la barrila, nos indica que el decano en persona quiere hablar con nosotros. Esto viene a ser algo parecido a lo siguiente: Entramos a trabajar al GAME del barrio y Miyamoto, de pronto, quiere hablar con nosotros.

No diga "hentai con tentáculos", diga Ubisoft

En fin, en nuestra agenda pone “Completa con éxito dos sesiones como canguro” (tanto iPhone y tanta tontería, si al final con cuatro palabras te explican el juego y no lo vuelves a usar), así que vamos andando por la calle en un tedioso minijuego consistente en… andar por la ciudad. ¿Quién quiere enemigos? ¿Quién quiere submisiones? ¡Vamos a CUIDAR JODIDOS BEBÉS! ¡Esto es emocionante: La vida en su estado más primigenio y bello! ¿Quién quiere pegar tiros, luchar contra alguien o, yo qué se, poder correr? Con lo bien que se va andando, pasito a pasito, tardando media hora entre casa y casa. Vamos al primero de los hogares, señalizado con un biberón flotante del tamaño de una televisión, donde Mika Lamar5 nos recibe y nos dice si podemos cuidar a Luca, su hijo. Luca Lamar. Esto de cuidar bebés cada vez se parece más a recibir pesadas bromas telefónicas.

Ahora, como premio, o más bien castigo, por haber aguantado tanto en el juego, tenemos una nueva opción para el bebé: ¡Vestirle! Por supuesto, con su opción de desvestir. ¿Por qué exactamente la policía aún no ha intervenido este juego y a todos los que tienen algo que ver con él por apoyar la pornografía infantil?  Y entre camisas floreadas estilo hawaiano y pantalones de señor de 50 años, el bebé en cuestión nos va queriendo más y más, por algún motivo. Introducimos así un nuevo tipo de juego: El musical. El bebé toca unos bongos y nosotros tenemos que repetir la secuencia, tan sencilla como podéis imaginar. Lo peor es la manera de moverse del bebé, removiendo la cadera como diciendo “¡Has acertado! ¡Ahora puedo ser todo tuyo!”. Este es, probablemente, uno de los juegos más aburridos de la historia. Pasa lo mismo una y otra vez y, para colmo, después de entretenerles con un sonajero y de hacerles cosquillas, la madre aún tiene narices de decir que el chaval no parece contento y que espera que la próxima vez lo haga mejor. ¡Ah, no! ¡Pañales aquí no se cambian! ¡Diez euros no son suficientes para ese trabajo!

Los puzzles son de una gran complejidad

Tras estar con muchos bebés y acabar con éxito y mucho, mucho tiempo libre, el cambio de pañales, juegos y tonterías variadas, llega el momento de ir a ver al Decano, para lo que tendremos que andar durante DOS MINUTOS. ¿Tan difícil era un simple botón en el que pusiera “Ir a ver al Decano” y aparecer en su puerta? Es que no estamos exagerando: Mientras andamos por la ciudad no pasa nada, no hay nadie con quien hablar, es una continua pérdida de tiempo. Ni siquiera hay coches circulando contra los que tirarse en plan suicida. El decano, de nombre Marcos Quillas, parece un latino calvo y con divertido bigote que quiere vernos “mañana por la mañana”. Ay, Atup, que te vas a tener que ganar la nota a base de, ejem, cuidar bebés. Guiño, guiño. Para colmo, el bueno de Marcos te dice que vayas a por un uniforme que, COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA, ¡está en la otra punta de la jodida ciudad! Es como si en el Super Mario tuvieras que andar un tedioso camino de minutos y minutos por un desierto completamente vacío hasta encontrar un castillo en el que meterte, ¡solo que los castillos son casas particulares y no tiene ninguna gracia estar en ellas! ¡Este juego es un maldito infierno! Al menos en su primera parte no había que perder cuatro minutos andando entre casa y casa y simplemente bastaba con hacer el idiota con los bebés.

Por supuesto, una vez conseguimos el uniforme, tenemos que volver a la universidad recorriendo medio pueblo. ¿Pero a quién demonios se le ocurrió semejante estupidez? Para que os hagáis una idea, es como recorrer Hyrule entero para recoger un pañuelo que se le cayó a la princesa y después volver a recorrer un Hyrule totalmente vacío para dárselo. No tiene sentido, no tiene gracia, no tiene nada más que un intento desesperado por alargar el juego. En fin, a la mañana siguiente, el decano nos da una maleta llena de juguetes. ¿Sexuales? No, el los llama “educativos”, para preparar el examen. ¿De qué demonios está hablando? ¿Tengo un examen el segundo día de Universidad? ¿Yo sola? ¿Estáis seguros de que esto es legal?

Te ha reconocido. Ahora no tienes escapatoria.

Por supuesto, y por sorpresa, nadie vuelve a hablar del tema del examen, pero sí tenemos que sufrir en nuestras carnes los juegos educativos, consistentes en tres, a saber: 1) Una pizarra en la que el niño nos dibuja una cosa y nosotros debemos dibujarla IGUAL que él. Si nos salimos un cuadrito, el niño llorará ¡Caray con el Rembrandt Jr que nos ha salido! Pero no dibuja casas ni bosques, no. Aquí los niños dibujan cuadrados, rombos, triángulos y círculos. ¿Se puede ser más repipi, más asquerosete, más discípulo de Miró? 2) Un memorión de tres cartas. TRES. Y se supone que el público objetivo de este juego sabe lo que es la “puericultura”. Vamos, un poco de coherencia, señores. Nadie pretende que esto lo compren Einsteins en miniatura, pero tampoco niñas que no sepan memorizar tres cartas en un periodo de quince segundos. ¡Tres cartas! ¿Hay algún desafío más sencillo en la sala, por favor? 3) Adivinar qué animal hace qué ruido, entre tres opciones. También es conocido como “Esto lo han creado tres tipos en una tarde y no sabían qué poner”.

Pero el juego continúa, y su apasionante historia no parece tener fin: De cuidar niños a la residencia, de la residencia a cuidar niños. ¿Qué era eso de estudiar que pretendía hacer Atup? ¿Cómo la pudieron engañar tan fácilmente? Al menos puedes salir de casa y recorrer largos caminos en solitario. Eh, en el primer juego tenías que pedir las compras online, te llevaban los niños a casa y no podías cortar el cesped. Sin salir de casa, como si hubiera una invasión zombie. Ahora sabemos por qué la Atup original no quería salir: Para qué salir, si eran todos imbéciles. De pronto, recibimos un e-mail a nuestra agenda electrónica6: “Cariño, reúnete conmigo delante de la guardería. Firmado: Tu abuela”. ¡Cuidado, juego, un poco de trama detrás de ti! Por supuesto, la guardería está en la otra punta de la ciudad, por no perder la costumbre, así que allá nos dirigimos llenos de gozo y mala hostia, pensando en lo enrollada que es mi abuela, enviando e-mails a diestro y siniestro. La abuela rapera, que la llaman. Mi abuela me informa de que mi tío ha terminado las obras en una pequeña casa de la ciudad (ah, pues qué bien) y que me puedo quedar a vivir allí por la gorra. Genial. O sea que todo lo de conocer a Oliver, inscribirme en la residencia, vivir allí, dar las gracias a Sol Lete y compañía, ¿no ha valido de nada? ¿He desperdiciado dos horas de mi vida en un argumento que no tenía ni pies ni cabeza ni, para colmo, va a ser completado jamás? ¿Cuándo aprenderé a no fiarme de estos juegos? Total, que Atup vuelve a la residencia, una vez más, en el quinto coño del mundo, y de allí se va a instalarse en la casa, algo más céntrica, ¡Gracias, Ubisoft! ¡Gracias!

Por supuesto, la cosa no puede quedar ahí: HAY QUE VOLVER A LA JODIDA RESIDENCIA, una vez más en el quinto coño del mundo, a darse de baja. ¡Toma simulador de vida real! ¿A quién se le ocurre no hacerlo en el mismo momento que te vas? Esto no es un juego: Es un proceso psicológico que te va minando poco a poco la mente a base de tareas repetitivas y en el que al final no te queda otra que obedecer haciendo una y otra vez lo mismo hasta que no solo no quieras ser madre, sino que quieras aniquilar a todo bebé sobre el planeta.

Ojalá me hubiera inventado yo los nombres para dar más risa, pero no

Entre tanto, la cigüeña Picopata  aparece para que nos fijemos en que, efectivamente, esto es una secuela directa, con frases tan escalofriantes como “Veo que te acuerdas de mi” o “Me ayudaste mucho el año pasado”. La cuestión es que, mediante unas imágenes en un 3D deprimente, Picopata nos cuenta que no recuerda a quién tenía que entregar un bebé. Así que el bebé está perdido en el centro de cigüeñas (en serio, ¿qué demonios…?) y debemos ir a ver si está bien. Total, que por no perder la costumbre vamos a la otra punta de la ciudad y nos encaminamos al centro -sigh- de cigüeñas. Allí, Marga Viota7 nos dice que no sabe el nombre del bebé, ya que los documentos se perdieron y tienen que improvisar hasta que aparezcan los padres. IMPROVISAR. Con un recién nacido. A esto se le llama enseñar bien a los niños a tener responsabilidades. Y claro, podemos ponerle nosotros el nombre, puestos a improvisar, de solo cinco letras: Ramón, Pepe o, por supuesto, Gili. Maldito Gili. Nosotros, que somos como somos, le damos nuestro busca a la señora, porque claro, no es como si tuviéramos una agenda electrónica que recibe e-mails, por si falla algo.

Después de esto, seguimos con el simulador de bajona: Cuidar niños, ganar dinero, no comprar nada de vuelta a casa, dormir. Repetir al día siguiente. Este juego debería ser llamado Imagina Ser Normal o Imagina Tener Una Vida Aburrida. Al menos serían más fieles a la realidad. Pero claro, pronto comprendemos que ese dinero podemos gastárnoslo en las diferentes tiendas de la ciudad (¡el componente GTA!) como las cuatro tiendas de cosas para bebés (¿qué clase de ciudad es esta?) o el peluquero, que, literalmente, es “experto en todo tipo de peinados: Corto, con moño, largo y con coleta.” El nuevo Marco Aldany. Y con los juguetes que vamos comprando desbloqueamos diferentes juegos: Atrapar notas musicales con un oso de peluche8, tocar las maracas, tocar un piano de juguete o quitarles el pañal. Todos ellos celebrados por los niños moviendo la cadera y poniendo los brazos tras la cabeza y llenándote el contenedor de corazón al máximo. Yeks. Por supuesto, todos los juegos son del estilo Ouendan pero sin intentar innovar una mierda. Como si dijéramos que Supersonic Man es “estilo El Caballero Oscuro” o que los programas de tarot son “estilo Conan O’Brien”.

Necesitaréis guía en más de una ocasión ante sus complejos retos

Los nombres siguen pasando, uno tras otro, sin que podamos hacer nada, en lo más parecido a un juego psicotrópico que hayamos probado en nuestra vida. Cada nombre es una nueva aventura, cada apellido un nuevo reto: Salma Noplas (que es india, lo que significa que tiene elefantes en la entrada. ¡Viva la comprensión entre razas!), Jessica Puccino, Omar Athon (un niño marroquí en cuya puerta hay un coche de policía. Uno no pensaría que iban a llevar esto de los estereotipos tan lejos), Li Chi (no, no tiene gracia… si no tenemos en cuenta que su hija se llama Tai Chi. Dadme una pistola), Marga Viota (ni se esfuerzan ya), Amy Mosa (y su padre Tommy Mosa)… Espero que pagaran bien al becario de turno.

Y así, finalmente llega el día del examen para nuestro diploma, ese que iba a ser hace un mes, antes de que se dieran cuenta de que les salía más rentable tenernos como esclavos cuida-bebés, hecho que, por supuesto, proclamamos a los cuatro vientos en cuanto pisamos la calle. Ah, pisar la calle, el momento más feliz de nuestra vida ahora que Picopata ha decidido irse a vivir a nuestra casa y apoltronarse en el sofá sin pedir permiso a nadie. Eres un encanto, Picopata. Al llegar a la Universidad, el señor decano nos da otro juego educativo (jo, qué ilusión, justo lo que necesitaba), el juego de la carta sin pareja, tan idiota como el resto. Marcos dice que nos preparemos para el examen, los nervios están a flor de piel y… no pasa absolutamente nada. Bueno, excepto que tenemos otras tres casas a las que ir a cuidar bebés. Quiero morir. Por fin, después de actuar una vez más de babysitter con sueldo pésimo, llega la hora, esta vez sí, de hacer el examen. Un examen en el cual debemos enfrentarnos a preguntas que ni siquiera hemos estudiado. Glups.

Next-Gen

“¿Qué debes hacer cuando un bebé llora? A) Taparme los oídos. B) Intentar saber qué le pasa. C) Echar a correr”; “¿Qué suelen comer los bebés? A) Leche o papilla. B) Hamburguesas y patatas fritas. C) Anchoas con natillas”. “¿Cómo sabes que un bebé tiene hambre? A) Cuando vacía el frigorífico. B) Cuando llora y señala su boca o su barriguita. C) Cuando pide una pizza por teléfono”. ¿En serio? ¿EN SERIO? Estoy en la Universidad, intentando diplomarme y me preguntáis si un bebé tiene hambre cuando pide una pizza por teléfono. No, esto no puede ir en serio. Este no puede ser el examen por el que llevo preparándome más de una semana. Esto volvería loco a cualquiera. ¿Es este el plan Bolonia que tanto nos vendieron? Ya en casa Picopata se muestra orgullosa de nosotros (pero no se va, claro) y el juego sigue. ¿Cómo es posible que no haya terminado ya? ¡He conseguido el diploma, ya he completado mis estudios! Ah, pero no contaba con los giros de guión de Ubisoft.

¡Sorpresa! ¡Hecatombe! ¡Infartos variados! Mi abuela me manda un e-mail para encontrarme con ella. Tras recorrer cinco minutos de pueblo a patita, me da unos patines para ir más rápido. AHORA. Cuando ya estamos queriendo tirar el maldito juego a la basura y destrozarlo con un bazooka sónico, nuestra abuela nos da unos patines. Se los traga. Os juro que se los traga. ¡Pero no da tiempo, porque hay otras cuatro casas en las que cuidar bebés! Así, durante las siguientes quince horas deberemos cuidar a unos cuatrocientos bebés y, cuando al juego le da la gana, ir adivinando el nombre del niño en el centro de cigüeñas para dárselo a su propietario original. Así, iremos hablando de mañana en mañana con diferentes personas, nunca de seguido. Todo ello cuidando cinco niños, sí o sí, entre medias, a una media de cinco minutos por niño. Haced cuentas. Pero claro, la gente no se fía del todo de ti.

"Tú pon ojos a lo manga, que le gusta a los chavales"

Es por ello que, antes de darte información confidencial, prefieren hacerte preguntas que solo tú puedes saber. Por ejemplo, “¿Qué tipo de animal es una gaviota? ¿Molusco, mamífero o ave?”. Bien. Este sistema es infalible. Nadie más puede saber esta respuesta. Así es como nos enteramos de que el apellido del niño es Smith. Vaya, habrá que devolvérselo pues a Brad Pitt y Angelina Jolie (¡Perdón por el chiste!). Sabemos el apellido, así que lo normal sería mirar en el registro por si hay algún niño apellidado Smith que esté desaparecido, ¿no? Pues no. Lo normal es ir a hablar con Mar Mota al mostrador de tu Universidad porque, literalmente, “sabe muchas cosas”. Mi abuela también sabe muchas cosas y no le preguntaría dónde está Marta del Castillo.

Pero claro, ella también nos pide que corroboremos nuestra historia. Así que nos pregunta “¿Quién olvidó el nombre del bebé perdido: Una cigüeña, un tigre o un elefante?”. Jordi Hurtado se está removiendo en su cámara de criogenización. Resulta que unos años antes trabajó en la Universidad un tal John Smith, el amante de Pocahontas, así que al día siguiente no nos quedará otra que preguntar a nuestro noviete Oliver dónde está John Smith. También podríamos mirar el listín telefónico, pero entonces, ¿cómo alargaríamos el juego? Tranquilos, porque el propio juego nos contesta: Con test estúpidos a lo Superpop. No habían aparecido antes, no aparecerán después, pero de pronto, y como un momento totalmente random, Picopata decide preguntarnos sobre nuestra vida personal. ¿Te gustan los chicos? ¿Cómo te gustan? ¿Qué es lo que más te gusta de ellos? En este momento creo que una vagina me estaba creciendo. Al terminar, ella te dice “Gracias por darme tu punto de vista. Es que no llego a entenderlos”. Ni falta que hace. Eres una cigüeña.

Nuestro único consuelo: Podría haber sido peor

Llevamos en este punto unas quince horas de juego haciendo lo mismo. Y es que ni siquiera hay nuevos minijuegos para los niños que puedan despertarnos el interés o hacer que no nos durmamos. Una y otra vez, los mismos quince minijuegos vuelven para atormentarnos: Dibuja en una pizarra lo mismo que dibuja el niño, haz un puzzle de nueve piezas con él, cambia más pañales y toca la batería al ritmo del bebé para que se ponga a bailar de forma sensual. La culpa es de Ubisoft, que los viste como putas. El manejo del juego, por si teníais alguna duda, es absolutamente terrible. Hay ocasiones en las que la pantalla táctil no responde, otras en las que responde demasiado, otras, concretamente en los juegos de precisión, es la cosa menos precisa que hemos podido ver. Los minijuegos pecan o de concretos (soplar a una DS para enfriar la comida de tu hijo virtual, ¡ahí me gustaría ver a los fans de Crysis!) o de artísticos (atrapa notas musicales con un oso de peluche y destruye despertadores para hacer que el chaval mantenga la atención y al final baile).

Además, podremos disfrazar a los bebés de astronautas, marcianos, vaqueros o ladrones, pero al hacerlo, algo a lo que te obligan cada tres bebés, tendrás que tragarte la misma cinemática insufrible una y otra vez. Si vuelvo a ver a un bebé indio haciendo como que mata a un bebé vaquero, juro que rompo todas las DS que me encuentre en el metro desde ahora hasta que salga la 3DS.

Por cierto, si os estáis preguntando quién es John Smith, buscadlo vosotros mismos. Tuve que desistir cuando, después de conseguir su dirección, tuve que ir en patines hasta la otra punta del pueblo, solo para que me dijeran que ya le contactarían en dos o tres días. Sinceramente, señores, no es que imagine ser mamá. Es que lo que imagino es clavar a un poste a todos los que hicieron este juego y darles tantas patadas que no puedan tener hijos jamás, encerrarles en un sótano del que no puedan salir y obligarles a jugar a sus propios juegos sin fin hasta que se vuelvan completamente locos. Y lo peor es esa terrible sensación de que la saga aún no ha terminado. ¿Para cuándo Imagina Ser Mamá 3 en las consolas next-gen? Solo lanzo esa idea al aire. Que Ubisoft la coja si quiere.

Valoración: Morralla de la mala.

Nota: Parte de este análisis fue escrito hace tiempo aquí.