Analizamos la 5ª temporada de Mad Men

Publicado el 30 junio 2012 por Lapalomitamecanica

El mejor trimestre de Sterling, Cooper, Pryce, Lane & Campbell

Nota: 8,5
Puede que sea demasiado atrevido afirmar de entrada que la quinta temporada de Mad Men ha sido la mejor hasta la fecha, pero es casi una concepción generalizada entre sus seguidores que la cuarta fue la peor de todas. Tras un año algo disperso en el que parecía que la historia no iba a ninguna parte y el divorcio de Betty se antojaba como un remedio aparente, la serie más glamourosa de la televisión regresaba en marzo para recordarnos a todos que su éxito va mucho más allá de un canon estético que, no sólo ha engrandecido la visión romántica que tenemos de los años 50 y 60 (probablemente, las décadas más infecciosas en la historia del comportamiento humano), sino que también ha influenciado la visión estética de nuestro tiempo. Lo que la última entrega de Mad Men ha confirmado es lo que no pudieron la tercera y la cuarta: que detrás de esa fachada inmejorable construída a base de impecables trajes a medida y brillantes licores en vasos no menos relucientes, se esconden unos personajes cuyo destino nos interesa por ser quienes son, más allá de la época que les ha tocado vivir.
Lo que realmente ha conseguido esta quinta temporada ha sido superar el gran bache argumental del que adolecía la serie desde un principio. Me explico. Durante el primer año nos vendieron a un hombre misterioso. Implacable y rebosante de carisma, cierto, pero principalmente misterioso. El descubrimiento de los hechos que llevaron a Don Drapper (o mejor dicho, Dick Whitman) a adoptar una nueva identidad era el eje narrativo de la serie. Por supuesto, lo que a todos nos entró por los ojos en un primer acercamiento fue esa factura técnica prodigiosa así como el descubrimiento de Jon Hamm, pero más allá del trajín diario que nos dejaba la agencia de publicidad, el interés se sustentaba en el pasado del personaje.
Como ya sabemos, ese misterio fue desvelado y entonces, los guionistas se encontraron con que no tenían mucho más que un bonito papel de regalo y muchos intérpretes de talento con personajes brillantes apenas esbozados. A lo largo de la tercera y cuarta entrega y ante la necesidad de aportar algo más que líos de faldas entre los protagonistas, la serie hizo hincapié en otro de los puntales que ayudó a magnificar su estatus de culto desde un principio. Nos referimos a esa fórmula casi procedimental en la que en cada episodio, el argumento otorgaba una importancia crucial al producto que les tocaba vender esa semana. Como decimos, esa brillante forma de radiografiar a una época sumada a las virtudes descritas en el primer párrafo (calidad técnica y Hamm) han sido nuestro sustento durante los últimos años. Pero como el chicle, únicamente se puede estirar hasta determinado punto sin que se rompa, el cambio era estrictamente necesario este año. Y no sólo lo han logrado, sino que ha sido un viaje tan sutil y orgánico, que cuesta definir por qué la quinta temporada de Mad Men es la que mejor sensación deja.

No os voy a engañar. La premiere se me hizo difícil. No ya porque no aprobara el pasado año el matrimonio express de Don con una aspirante a actriz en la que ni me molesté en fijarme bien durante su primera aparición, sino porque con la sensación encima de que todo había quedado reducido a un mensaje y retrato estético, una fiesta en el apartamento de ensueño de Don y su esposa cantando Zou Bisou Zou Bisou no era precisamente la inauguración que la serie pedía. Eso no quita para que nos encontráramos ante un episodio rebosante de clase y encanto que ahora, una vez terminada la temporada, se descubre como la metáfora perfecta de la vida que ha elegido Don, siempre rodeado de lo más bello, exótico y lujoso, aunque realmente no le satisfaga. Ese ha sido el sentimiento último que nos ha dejado su relación con Megan, la de que al final, por mucho que pareciera que estábamos ante una mujer de carácter tras su sorprendentemente productivo paso por la agencia, la francesa no deja de ser otra muñeca necesitada de un macho Alfa que mantenga en pie la burbuja. Su incapacidad para buscarse la vida sin los contactos de su marido o incluso la impotencia de la que hace gala ante los desplantes de la cada día más irreverente -y entrañable- Sally, confirman la predilección de Don por mujeres que jamás serán aptas para aportarle nada que no entre exclusivamente por los ojos.
Más allá de su protagonista, oportunamente relegado a su parcela coral del relato, como decimos, cada uno de los roles principales de Mad Men han tenido este año su subtrama con interés. Quizás, la que más nos ha impactado ha sido la de Lane (Jared Harris), agobiado por las deudas y por una esposa tan inconsciente como condescendiente. Su apoteósica pelea con el joven Campbell y el patoso cortejo hacia Joan han supuesto sus últimas aportaciones como uno de los puntales cómicos de la serie. Precisamente, por esa cualidad que entristece de manera especial su marcha con forma de suicidio, pero ésta se ha convertido en el clímax emocional necesario para dar contundencia a ese final en el que vimos cómo todos los personajes terminaban encontrando su sitio.

Resuelta la trama estancada de Joan, que sigue en la agencia a pesar de que su -poco funcional- esposo amenazara con alejarla de todos nosotros, el reto de la pelirroja este año ha sido prescindir de sus principios para ganarse un puesto entre los socios de Sterling & Cia a base de caderas. Su decisión de acostarse con el ejecutivo de Jaguar para obtener las acciones es tan criticable como, por desgracia, reflejo de un tiempo en el que las mujeres luchaban con desventaja en el campo de batalla que eran los negocios. Por tanto, ¿quiénes somos nosotros para criticarla por recurrir a los medios a su alcance sin dañar a nadie por el camino?.
En el espectro diametralmente opuesto se encuentra Peggy, que aunque también avanza en su carrera profesional, ésta lo hace por méritos propios. Su marcha de la agencia pilló a muchos por sorpresa, pero durante toda la temporada hemos ido viendo cómo Ginsgber ocupaba su lugar empujándola hacia adelante. Su descontento ha sido más que evidente, hasta el punto de convertirse en un personaje quejumbroso y algo cansino. Peggy necesitaba un cambio, y eso es exactamente lo que ha obtenido. Además, como ya ha asegurado la propia actriz que encarna al personaje, Elisabeth Moss, en la próxima entrega no disminuirán sus apariciones. ¿No se os hace bastante fácil imaginarosla como la principal rival profesional de Don en el mundillo?
Otro que ha ganado protagonismo este año es el insufrible Pete con su meteórica escalada de puestos en la agencia. Por mucho que les pese a casi todos sus compañeros, Campbell es ya uno de los principales captadores de clientes de Sterling Cooper, aunque a la hora de la verdad, su trabajo se reduce a tener fantasías eróticas en la soledad de su oficina. Pero este año no sólo hemos visto al benjamín de la serie codearse de tú a tú con los mayores, sino que también hemos asistido a su "crisis del sueño americano", exactamente la misma por la que pasó Don al comienzo de la serie. Durante esta temporada ha quedado más patente que nunca las ganas que tiene Pete de emular a su mentor, pero mientras nuestro protagonista intentaba evadirse de su día a día con exóticas escapadas a California o junto a mujeres arrolladoras como cierta psicóloga (con una aparición bastante hitchckoniana en esta temporada), Pete sólo consigue dar aún más pena colgándose por la inestable esposa de un amigo. Sin duda, la trama más floja de la temporada aunque nos haya servido para constatar que Pete Campbell es el personaje que más ha evolucionado en estos 5 años.
Incluso Roger, un tipo al borde de la caricatura desde el principio, ha ganado consistencia a lo largo de esta temporada. El rol al que ha hecho completamente suyo John Slattery suma este año otro matrimonio fracasado a su agenda sin dejar de ser ese torrente de carisma y sonrisas. Tras perder Lucky Strike, el publicista albino ha sido más consciente que nunca de su aportación meramente decorativa en la oficina y ahí hemos tenido un tira y afloja bastante divertido con Pete. Pero donde desde luego nos ha vuelto a ganar a base de carcajadas es con su viaje de LSD y la consiguiente apertura de miras. Es gracias a situaciones de esa índole, antes exclusivas de Don, que los personajes han logrado este año su propia entidad más allá de la brillante contextualización. Por no hablar de Kenny y su simpático "trabajo secreto" escribiendo novelas de ciencia ficción, o de Harry siendo visitado por su ex-compañero Hare Krishna, dos ejemplos a menor escala de este mimo extendido a todo el reparto.

Muchos han echado de menos algo de contundencia en el final, ya sea en forma de cliffhanger o de conclusión a alguna trama pendiente. En cambio, una vez Megan es oportunamente colocada en un rodaje y se confirma que la agencia pasa por su mejor momento con la ampliación hasta el piso de arriba, lo que nos han ofrecido inmediatamente después, bajo mi punto de vista, es una escena que sirve de inmejorable recordatorio y testimonio autoconsciente de las cualidadades por las que será recordada la serie de AMC tras una temporada en la que ha demostrado finalmente que esconde mucho más detrás de las apariencias. Vamos, todo un homenaje a la filosofía y esencia de Mad Men: un tiarrón con aire de James Bond caminando sin miedo hacia adelante en un mundo que cada vez se hace más grande y recalando eventualmente en un bar con clase de esos que ya sólo existen en áticos con contraseña de Nueva York, con una copa y un cigarro en la mano (de los que dan un halo de misterio, no cáncer), y decidiendo en qué va a invertir su carisma y tiempo a sabiendas de que difícilmente va a quedarse satisfecho.

Para terminar y aprovechando el único espacio de peso que le dedicamos al año a esta gran serie en nuestra web, os dejo en este enlace un interesantísimo encuentro en el mítico Actors Studio del reparto principal y del creador de la serie, grabado a comienzos de año.