Treinta y cinco mil comercios, aproximadamente, abren sus puertas en el área metropolitana de Barcelona; doscientos de ellos han adornado su vista al público con un apoyo a la independencia a instancias de ANC, lo que no se puede considerar, ni mucho menos, un éxito de la campaña publicitaria favorable al separatismo. Sucede, como casi siempre, que pocos hacen mucho ruido y se traslada a la opinión del resto de españoles que reina un fuerte sentimiento de independencia en Cataluña. Lo sucedido en Escocia debería suponer una señal ade alarma para los defensores a ultranza del “proceso”; un país con rancia tradición histórica, reino en su día (Cataluña no lo fue nunca, parte de su territorio pertenecía al de Aragón, del que tomó la estelada y Barcelona fue “Ciudad Condal”), tras un referéndum, prefirió seguir unida al resto de británicos y en el seno de la Unión Europea, y es perfectamente posible y bastante probable, que suceda lo mismo en la patrica chica de D. Arturo, líder mesiánico de la libertad para sus votantes. Lo malo, como ya se dijo en este mismo espacio, es que en caso de seguir los preceptos legales y someter a la opinión de todos los españoles la continuidad de los catalanes como ciudadanos de pleno derecho de nuestro país, seguramente el no ganaría por diferencia significativa. La fractura, dentro de la propia Cataluña, y con el resto de comunidades españolas, ya está hecha, y debemos agradecer al Sr. Junqueras y al Sr. Mas, haber rubricado el abismo que nos separa.