Cuando los proyectos de Ancash se esfuman más rápido que una gaseosa en día de calor.
Si en Áncash existiera un premio al “Mejor acto de desaparición”, probablemente no sería para un mago, sino para el Gobierno Regional. Y es que, según la Contraloría General de la República, nada menos que S/ 243 972 693 en proyectos de inversión se desvanecieron —pum— por un acto de descuido administrativo nivel experto.
La historia, lamentablemente real, inicia con 26 proyectos que ya habían pasado controles, evaluaciones y bendiciones técnicas, pero que nunca llegaron a su destino final: el Banco de Inversiones. Es como tener el pollo horneado, la ensalada lista… y olvidarte de prender el horno.
Resultado: los proyectos perdieron viabilidad entre 2024 y 2025, dejando a la población mirando al vacío donde deberían estar obras de agua potable, saneamiento, electrificación rural, colegios reparados y centros de salud que no parezcan de museo arqueológico.
El gran reinicio: “¿Y si empezamos de cero… otra vez?”
La omisión no solo bloquea la ejecución de las obras, sino que también obliga a reiniciar todo el ciclo de inversión. Más tiempo, más papeleo, más gastos y más estrés colectivo.
Para la población, esto significa básicamente: “No, señora, su agua potable no llegará este año… tampoco el próximo… quizá en el 2050, si no se olvidan otra vez del Banco”.
Pero la película no termina ahí.
En el universo paralelo de los “proyectos en peligro”, la Contraloría advierte que otros 33 proyectos por S/ 280 958 619 están a punto de unirse al club de los desahuciados.
Una especie de “lista de espera” donde nadie quiere estar, pero donde la burocracia parece insistir en hacer nuevos amigos.
¿Negligencia? ¿Descoordinación? ¿O simplemente mala suerte institucional de Ancash?
Aunque el informe no busca culpables con nombre y apellido, sí deja un tufillo de esos que hacen fruncir el ceño. Porque para perder casi S/ 524 millones entre lo ya muerto y lo que está agonizando, algo más que mala suerte debe haber.
Y aquí aparece la suspicacia:
¿Es simple desorden administrativo?
¿Un botón mal apretado?
¿O la clásica práctica de “dejemos para mañana lo que debimos hacer hace dos años”?
Mientras tanto, los ciudadanos —que sí pagan impuestos puntuales— miran a su alrededor y encuentran:
- Pueblos sin agua segura
- Centros poblados sin electrificación
- Colegios dignos de documental histórico
- Postas médicas donde el único equipo moderno es el televisor del vigilante
Contraloría: el tío que llega a la fiesta y apaga la música
El máximo órgano de control no pudo evitar lanzar la advertencia pública:
¡Reaccionen ya!
Porque si no hacen algo de inmediato, esos proyectos pasarán a ser parte del folclore regional, como las historias de oro escondido en los cerros, pero en versión “obras perdidas por negligencia”.
También advirtió que esta situación podría convertirse en un símbolo de la crisis institucional que atraviesa Áncash, una crisis que ya tiene más capítulos que una novela turca.
La moraleja (porque toda tragedia tiene un destino la Region Ancash)
Cuando se pierde un proyecto, se pierde una oportunidad.
Pero cuando se pierden 26 proyectos, y otros 33 están por caer, la región entera pierde confianza, progreso y tiempo… mucho tiempo.
Áncash no necesita más discursos, sino gestión.
De esa que no olvida trámites.
De esa que no deja vencer plazos.
De esa que, por lo menos, recuerde que para ejecutar obras hay que registrarlas.
Porque, seamos sinceros:
S/ 243 millones no se pierden todos los días… a menos que alguien realmente, pero realmente, no esté haciendo su trabajo.
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