La democracia está diseñada precisamente para evitar lo que hoy ocurre en Andalucía: que los ciudadanos, cada día más indignados y descontentos con la pobreza, la corrupción, el atraso, del desempleo, el mal gobierno, los impuestos injustos, la desigualdad y otras muchas lacras, tengan que recurrir a la protesta en las calles y en las redes sociales para conseguir lo que tiene derecho.
La democracia es un sistema ideado para controlar a los gobiernos y evitar que lleguen hasta donde han llegado los socialistas en Andalucía, a construir una región donde el gobierno es tan agobiantemente poderoso e intervencionista que ha asfixiado a la sociedad civil, ha cerrado los ojos y oídos ante las demandas populares y controla, directa o indirectamente, mas de la mitad de la economía, ejerciendo un poder tan intenso que es absolutamente incompatible con el sistema democrático.
Si la democracia requiere como condición que exista una sociedad civil fuerte, que sirva como contrapeso al poder, en Andalucía la sociedad civil, ocupada por el poder político, está en estado de coma; si la democracia requiere una fuerte y activa participación ciudadana en la política, en Andalucía la política es monopolio de los que gobiernan; si la democracia requiere separación de poderes, en Andalucía todos los poderes están bajo control del enorme socialismo andaluz; si la democracia requiere limpieza, en Andalucía hay tanta suciedad que es probablemente, campeona de la corrupción europea.
La sociedad andaluza se moviliza en estos días contra el gobierno porque cobra un Impuesto de Sucesiones, al que los ciudadanos llaman el "Impuesto a los muertos", que es tan injusto como desproporcionado e impopular, causante de que miles de familias renuncien a heredar porque lel gobierno andaluz les pide tanto dinero que no pueden pagar. Las herencias están pasando a ser propiedad del gobierno, ante la indignación creciente de unas víctimas que ya han decidio atravesar la linea roja y decidido rebelarse pacíficamente.
Ese impuesto es a todas luces inconstitucional porque cobra por lo que ya se ha tributado (doble imposición), porque los tasadores públicos elevan artificial y mafiosamente el precio de los bienes heredados y porque los andaluces, en contra de la igualdad que establece la Constitución Española, pagan cien veces más que los que heredan en Madrid y en otras regiones de España.
Pero no es ese impuesto indigno y abusivo la peor lacra de Andalucía. La más grave quizás sea la falta de alternancia y de esperanza, una situación política que conduce a la angustia y al desamparo de una ciudadanía que no ve salida y que, elección tras elección, soporta que los millones de "clientes" del gobierno andaluz, aquellos que les deben sus puestos de trabajo, negocios, privilegios, subvenciones y favores de todo tipo, voten a los mismos y la región quede condenada a soportar a los mismos, quizás eternamente.
Es un siniestro callejón sin salida, un horrible bucle de terror político insoportable, agravado por la torpeza e incapacidad de los partidos de oposición, que, encabezados por el Partido Popular, ni siquiera son capaces de montar en Andalucía una candidatura convincente y atractiva para que entre el aire fresco de la alternancia en el lodazal andaluz.
Francisco Rubiales