Este dato, por sí solo, debería provocar una revolución en Andalucía. Pero no, los andaluces parecen (parecemos) anestesiados, aborregados, acostumbrados a esta situación, como si fuera consecuencia de una plaga bíblica de la que no podemos zafarnos, como si ser de la región más pobre de Europa fuera algo imposible de cambiar. Y no podrá cambiarse si primero no cambiamos nosotros.
Este dato, por sí solo, debería provocar una revolución en Andalucía. Pero no, los andaluces parecen (parecemos) anestesiados, aborregados, acostumbrados a esta situación, como si fuera consecuencia de una plaga bíblica de la que no podemos zafarnos, como si ser de la región más pobre de Europa fuera algo imposible de cambiar. Y no podrá cambiarse si primero no cambiamos nosotros.