Andreas Faber Kaiser

Publicado el 03 diciembre 2014 por Matapuces

Benvinguts al meu racó.


La búsqueda de seguridad en el hombre es la consecuencia de la perdida de confianza en su autonomía y su relación con los demás, con la conformación de un sistema basado en la acumulación de bienes la seguridad está garantizada para el hombre desprovisto de fe para con sus semejantes y la de sus capacidades innatas, para así depender de lo que el sistema le ofrece.
Sin masa no hay Estado

Quien controla la información, controla el pensamiento, quien controla el pensamiento controla la voluntad del hombre.
El pensamiento conforma el sentimiento y la emoción
Vivir en la mentira o auto-engañado es falta de ética, lo que deviene en corrupción.

¿Vivimos en un sueño dentro de un sueño?


La vida en el hombre moderno ya no le pertenece, no es suya, el control de ésta a pasado a manos de terceros, esto quiere decir que ya no vive su propia vida, vive una vida que ha sido previamente planificada y trazada por una élite de poder, sus temores, gustos, aficiones, pasiones, creencias, supersticiones, motivaciones, también han sido moldeadas para poder conquistar su espíritu, la diferencia entre el esclavo y el hombre moderno, es que éste no ha percibido su condición porque su espíritu ha sido en esencia mutilado y transformado en otro espíritu ajeno.



El principio de corrupción está en el interior de cada uno de nosotros, la continuidad de un sistema basado en la perversión de la conducta humana debería hacernos reflexionar sobre la deriva de los hechos que se van su cediendo en el transcurso de nuestras vidas y que inevitablemente nos afectan en mayor o menor medida. La capacidad de reacción e influir como actores activos y determinantes sobre los acontecimientos del futuro vendría precedida por la conciencia del presente, la facultad para entender lo que sucede en nuestro entorno es esencial para proyectarnos y elegir nuestra voluntad de acción hacia el futuro como respuesta al condicionamiento de los deseos que fabrica la propaganda, la que nos mantiene como actores pasivos sin voluntad ni conciencia, sumisos sin poder desarrollarnos plenamente como seres humanos decisivos y capaces de decidir lo que realmente queremos hacer a lo largo de nuestra existencia.