Con Tarkovski hay que tener paciencia. Menos que con Béla Tarr, que estira una toma hasta el infinito, pero sí un poco para arrancar... Si uno gusta de ver fotografías, está apto para encarar la obra de este genio. El mundo del cristianismo, omniprescente en sus películas, es otra letanía que hay que soportar.
Sé que así, je, no ayudo en nada a la difusión del cine de este ruso profundo, pero la sinceridad y el dejar las promesas de lado son, es mi convicción, un paso ganado: ya está, esto es todo lo que hay y no parece prometer nada; desde aquí comienza un punto de partida para cualquier experiencia y sensación. Una tábula rasa. Cristo fue una tábula rasa y la religión revelada fue el hecho de que no hay nada más allá: el reino de los cielos coincide con lo que hagamos en el reino de este mundo. No les prometo nada, olvídense de las hermosas imágenes de Tarkovski, no esperen nada: algo van a encontrar.
Desembocamos en el cristianismo. Y no es casualidad que empezamos por Tarkovski. Y el Arte fue el camino...