En una ocasión interpretando la Op. 11
de Schoenberg en Cáceres, las ruedas del piano no estaban bien
fijadas y al llegar el tercer movimiento el instrumento comenzó a
desplazarse por la ligera pendiente del escenario. Tuve que dejar de
tocar y agarrarlo con firmeza para evitar algún disgusto. Después
de recolocar la banqueta comenté en voz alta “¡Por lo visto, al
piano no le gusta la música de Schoenberg!”
ANTONIO NAREJOS
En 2006, cuando interpreté la suite Iberia íntegra en Camprodon y
recibí la medalla Albéniz, el nieto de Albéniz y fundador de la
Fundación Albéniz, Alfonso Alzamora, tenía ya más de noventa años
y por sus condiciones de salud delicadas no se supo si podría
asistir al concierto hasta momentos antes de empezar el acto. El
concierto comenzaba a las diez de la noche y terminaba pasadas las
doce, y además aquel verano fue frío en Camprodon, por lo que dijo
que quizá no podría asistir a pesar de hacerle mucha ilusión. Pero
hizo un trayecto de dos horas en taxi desde Barcelona y se presentó
poco antes de empezar la actuación, acompañandóle su nieto y
llevando una gabardina y un bastón. Al finalizar del concierto me
entregó personalmente la medalla. Ese fue su último concierto.
Algunas semanas después me llamó y me regaló una foto de Albéniz
enmarcada. Él pintaba por afición, y me contó que mientras pintaba
siempre escuchaba mi CD.
HISAKO HISEKI
El sábado 13 de Octubre de 2007, a partir de las 19:00h y
hasta las 14:00h del domingo 14 de octubre, 42 pianistas colaboramos
en la ejecución colectiva integral de Vexations de Erik Satie,
"breve" obra de 1893 que dura aproximadamente un minuto de
música o poco más, pero acompañada de una anotación que revela un
detalle inquietante: "la obra deberá repetirse 840 veces
seguidas". Este "happening" se realizó en la Sala
Musikeon de Valencia, como concierto inaugural de los Cursos Musikeon
2007-2008 y en esta interpretación participamos profesores del
centro, alumnos y ex-alumnos.
El organizador indica que " [...] la obra de Satie
habla de una determinada manera de tocar y de escuchar: repitiendo,
repitiendo y repitiendo... Es puro sarcasmo, la obra de un hombre que
entendió la absurdidad de una pedagogía basada en el "sigue
estudiando y te saldrá" y tuvo la premonición de lo que
supondrá la grabación para la música del futuro: un medio para
escuchar lo mismo una vez, y otra, y otra...".
Con
esta carta de presentación el evento ya era todo un acontecimiento
musical, pero el resultado que "produjimos" ese día nos
sorprendió a todos. Ya que nadie esperaba que la obra derivara en lo
que finalmente creamos.
Empezó
todo conforme la monolítica instrucción que la partitura rezaba,
repitiendo siempre exactamente lo mismo. Pero a medida que el tiempo
avanzaba nos era casi imposible mantener la igualdad exacta de
micro-articulaciones y micro-dinámicas entre una repetición y otra,
o entre un pianista y otro. Y de repente una nota falsa, por
descuido, nos traía a los sufridos oyentes todo un mundo nuevo. Así
que los errores por descuido se tornaron en cuidados errores, y a
medida que avanzaba la noche las modificaciones iban poseyendo
nuestra interpretación de la obra hasta el punto de que cada
intervención se convertía en un "concurso de ingenio" de
a ver en qué sentido modificábamos cada uno parcial o totalmente
las repeticiones que se nos habían adjudicado interpretar.
El
broche al evento lo protagonizamos algunos pobres pianistas que
aguantamos toda la noche sin dormir y aun continuábamos en pié en
las últimas repeticiones, donde ya eran todo glosas, variaciones,
paráfrasis, sarcasmos e improvisaciones en diferentes estilos
habidos y por haber. Y junto a Gerard Pastor (a cuatro manos) y
posteriormente con la unión de Luca Chiantore (a seis manos) terminé
las últimas 40 "repeticiones supuestas" en uno de los
momentos de mayor creatividad y realización personal que recuerdo.
JOSÉ LUIS MIRALLES
Con
esta carta de presentación el evento ya era todo un acontecimiento
musical, pero el resultado que "produjimos" ese día nos
sorprendió a todos. Ya que nadie esperaba que la obra derivara en lo
que finalmente creamos.
Empezó
todo conforme la monolítica instrucción que la partitura rezaba,
repitiendo siempre exactamente lo mismo. Pero a medida que el tiempo
avanzaba nos era casi imposible mantener la igualdad exacta de
micro-articulaciones y micro-dinámicas entre una repetición y otra,
o entre un pianista y otro. Y de repente una nota falsa, por
descuido, nos traía a los sufridos oyentes todo un mundo nuevo. Así
que los errores por descuido se tornaron en cuidados errores, y a
medida que avanzaba la noche las modificaciones iban poseyendo
nuestra interpretación de la obra hasta el punto de que cada
intervención se convertía en un "concurso de ingenio" de
a ver en qué sentido modificábamos cada uno parcial o totalmente
las repeticiones que se nos habían adjudicado interpretar.
El
broche al evento lo protagonizamos algunos pobres pianistas que
aguantamos toda la noche sin dormir y aun continuábamos en pié en
las últimas repeticiones, donde ya eran todo glosas, variaciones,
paráfrasis, sarcasmos e improvisaciones en diferentes estilos
habidos y por haber. Y junto a Gerard Pastor (a cuatro manos) y
posteriormente con la unión de Luca Chiantore (a seis manos) terminé
las últimas 40 "repeticiones supuestas" en uno de los
momentos de mayor creatividad y realización personal que recuerdo.
JOSÉ LUIS MIRALLES