Parece ser que Julio siempre se sometió a una vida que le permitiera tener un físico atlético y musculado. Se llega a decir que tenía la fuerza y la resistencia de mil hombres, y que su fuerza para seguir viajando era interminable. Tanto es así que, en un tiempo en el que los ejércitos debían trasladarse a pie de un lugar a otro, él podía llegar a viajar horas y horas sin dar signos de desgaste.
Y hablamos no sólo de la capacidad de viajar montado a caballo. Era un general al que no le importaba compartir el camino a pie con sus soldados manchándose los zapatos de barro y, para que nadie dudara de su convencimiento, marchaba siempre al frente. A esto hay que sumar una destreza destacada en las armas, además de una técnica de natación excelente, que es nuestra protagonista de hoy.
Se cuenta del hombre una anécdota genial de una de sus “visitas” a Alejandría, que también se puede leer en Suetonio, y que viene a ilustrar tanto su valentía como su destreza física y mental. Cito una traducción literal:
“En Alejandría atacó un puente, pero una inesperada salida del enemigo le obligó a saltar a una barca, perseguido por gran número de enemigos; se lanzó al mar, y recorrió a nado el espacio de doscientos pasos hasta otra nave, sacando la mano derecha fuera del agua para que no se mojasen los escritos que llevaba, y llevando cogido con los dientes su manto de general para no abandonar aquella prenda al enemigo.”¡Yo no sé vosotros qué pensáis, pero imaginarme a César con cara de loco y frenético, con la capa en los dientes y nadando con un solo brazo a toda pastilla para que no le maten a la vez que salvaba unos documentos superimportantes, me parece divertido!
Fuentes:
- Vida de los Césares - Suetonio (Libro electrónico)
- Césares - José Manuel Roldán (Libro electrónico)
- Wikipedia - Gayo Julio César
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