Suetonio nos cuenta que el mandato de César comenzó bien, que hacía muchas cosas agradables para el pueblo y el Senado romano y no demasiados estaban descontentos, sino más bien al contrario, aunque la desconfianza hacia su persona era mucha. Sin embargo, poco a poco sus desmanes fueron haciéndose más frecuentes y más grandes, infiriéndole al propio Senado muchos de ellos debido a su desmedido orgullo.
Algunos de ellos fueron la corrupción, el tráfico de influencias, el abuso de poder y, precisamente, algunas ocasiones en las que algún partidario se atrevió a llamarle “rey” en público, una de las cuales vamos a contar aquí..
Transcurrían los últimos días de enero, cuando en el Monte Albano, cerca de Roma, se celebraban las fiestas latinas. César podía acudir como Pontífice máximo o como dictador, pues gozaba de ambas titularidades, y optó por la primera. Una vez hecho el sacrificio tradicional, volvió a la ciudad a caballo entre vítores y aclamaciones en las que incluso se le interpelaba como “rey”.
Esto causó un gran revuelo entre los opositores del dictador, que no eran pocos en aquellos días –su complot y asesinato estaban ya muy cerca-, y comenzaron incluso a formarse tumultos en la multitud. Sin embargo,
Caesarem se, non regem ese responderit
Es decir,
“Respondió que él era César, no rey.”
Sin embargo, esto no consiguió acallar los rumores que se esparcieron por toda la ciudad y tampoco otras muestras por parte de sus partidarios de querer nombrarlo como tal, de modo que acabó asesinado…
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